Un Infierno Bonito

‘‘EL GENERAL’’
Salimos de la mina y nos metimos a la cantina “La hermosa Mila”, estuvimos hablando de muchas cosas, cuando de pronto se abrieron las persianas de par en par, y se metió un señor grande de edad, con un sombrero ancho y mugroso, era un chaparrito y estaba chimuelo, traía puesta una chaqueta de militar y tenía cara de changuito. Señalando a todos dijo con voz firme.

    •    Sepan que no hubo, ni habrá un hombre tan valiente y tan chingon, como mi general Felipe Ángeles, como Villa y como Zapata, vivan mis generales y aquel que diga que no, que le brinque para darle en la madre.

Todo el barrio lo conocía, era un pinche viejo loco, le decíamos ‘‘El General’’, porque dicen que de joven andaba entre las bolas de Pancho Villa, cuando se metia en la cantina era cuando hablaba de la Revolución.
    •    Yo fui revolucionario.

Uno de los cuates lo llamo.
    •    Mi general venganse a echar una con nosotros.

Se acercó levantándose el sombrero con el dorso de la mano, se acercó a la mesa.
    •    Que cosa es lo que quieren reclutas, mendigos, me cae que no sirven ni para ser trincheras.

Se escuchó una trompetilla.
    •    Prrrrrrr.

    •    Queremos que se tome un pulque con nosotros mi general.

No le dijeron dos veces, jalo una silla y se sentó.
    •    Acepto, porque me gusta beber con pendejos.

Agarró la jarra y en dos tragos se la tomó. Limpiándose la boca con el antebrazo.
    •    Quiero contarles, que yo recorrí la mayor parte de los estados del norte, conoci en persona a mi general Villa y me dedicó su retrato.

    •    No mame, es usted un chismoso.

    •    ¡Ah chinga, chinga¡ a las pruebas me remito.

Se quitó el sombrero y  se los dio para que dentro vieran la fotografía, no se veía, estaba toda borrosa, arrugada y manchada de mugre.
    •    Lean lo que dice.

‘‘El Baldo’’ se la arrebató y les dijo.
    •    Si aquí dice, con todo cariño para mi caballo, es verdad si se la dedico al general.

El general le arrebató la foto al “Baldo” y la volvió a meter en el sombrero, todos los que estaban en la cantina se juntaron haciéndole rueda al general, para que les contara sus aventuras.
    •    Usted ha de ver sido muy amigo del siete leguas.

    •    Que rango tenía usted en la revolución. 

    •    Fui coronel.

    •    No sea chismoso, nosotros sabemos que usted fue el cabo limas y luego subió a sargento. 

    •    Les dije que fui coronel con una chingada, si no lo creen mejor me voy. Para que vean que tuve rango les voy a decomisar todo el pulque, y como veterano de la revolución, puedo cerrar la cantina y sacar al cantinero a patadas, junto con todos ustedes.

    •    No sea chismoso, sabemos que usted le limpiaba la pistola al general y le tocaba la corneta al batallón para que estuvieran listos.

Se los quedó mirando, se echó unos tragos de pulque y les dijo.
    •    Lo bueno de ustedes es que se que saben algo como que yo soy veterano de la revolución, y si me siguen vacilando no tendré otro remedio que ir a mi casa, sacar mi carabina 30-30 y darles un pinche balazo a cada cabrón.

    •    Oiga general, ¿usted le entraba a los guamazos cuando había batallas?, o nada más se hacía pendejo.

    •    Yo fui uno de los meros bravos de los dorados, que peleaba con mucho valor y siempre estaba atento al escuchar el toque de diana, me ponía mis carrilleras y con el rifle listo para entrarle a los balazos, en el campo de batalla fui muy cabrón, yo siempre tomaba la vanguardia y ni un paso atrás.

    •    ¡Ya no mame¡ esa es una película, “Ni un paso atrás” así lo dicen los soldados de los Estados Unidos.

    •    ¡Ah chinga¡ entonces esa frase  me la copiaron los gueyes, porque yo jamás retrocedí, pelón que tenía en la mira, pelón que valía madre.

    •    Y de chamacas ¿que? se ve que usted fue y es un verdadero galán. 

    •    Sí, la verdad tuve muchas mujeres, una novia que le decían María Calzones.

    •    ¿Entonces andaba con todas?

    •    Sí, a mi las viejas, me buscaban y por su amor me valía madre morir, con decirles que un día que hubo un baile en el cuartel, baile de cachetito con la Adelita delante del coronel que la respetaba y el pinche sargento que la idolatraba y no me chistaron nada los cabrones.

    •    Hay mi general quien lo ve con su cara de pendejo.

‘‘El General’’ agarró la jarra pero al ver que no tenía pulque se encabrono.
    •    ¿Qué, qué? ya no hay pulque o ¿qué está pasando?, parece que estoy en la revolución, que no hay parque.

El loco le dijo al Cantinero.
    •    A ver tu guazaras, sírvele más pulque al general, que tiene mucha sed.

    •    No ya no, es noche y voy a cerrar así, que lleven a otro lado al pinche general.

    •    ¡Oyó mi general el cantinero se está negando a cumplir con sus órdenes.

    •    Ah, chinga.

El general se levantó, se dirigió al mostrador y le dijo al cantinero
    •    Cierra y sírvele es una orden militar.

    •    Pero que se la ultima jarra.

Lo llamaron a la mesa.
    •    A ver mi general cuéntenos algo de alguna batalla.

    •    Necesito echarle algo para recordar todas las batallas duras que llevo en mi corazón. Esto que les voy a contar quedó y quedará escrito en la historia. De una gran batalla salíamos de torreón derrotados, nos habían dado en toda la madre, de un valiente regimiento regresamos unos 100 hombres caminando, por la sierra sin comer y sin beber, unos a pata y otros a caballo y con un chingo de heridos, después de varios días de tregua abordamos un tren que iba al norte, nos pusimos a la orden el general Orozco y tomamos tierra, como a los dos días, llegó el asistente del general Villa al que le llamaban Fierro, ahí lo conocí.

El cantinero le preguntó.
    •    Mi general apoco usted no conocía a fierro.

    •     No, fíjate que no.

    •    Me hubiera dicho y yo se lo hubiera enseñado.

    •    Nos dio orden por orden de Villa, que nos prepararamos para tomar Zacatecas, la lucha fue a calzón quitado y yo me hice de corazón duro, pero duro, que nos aventamos como el pinche Borras, y nos estaban dando hasta por debajo de la lengua, de pronto sentí un fuerte dolor en el pecho, me dieron un balazo en el corazón.

El general tomó la jarra del pulque y se la empino, todos esperábamos que nos siguiera contando, sacó su colilla de cigarro, la prendió y le fumo quedándose callado, hasta que uno de ellos le preguntó.
    •    Que paso con el balazo que le dieron en el corazón.

    •    Pues no les dije que me hice de corazón duro, la bala no entró.

    •    A nosotros lo que nos faltó fue parque para ganar la revolución, porque estrategia militar la teníamos, bien entendida, ya ven los pinches gringos por poco y pierden la revolución, con Japón les faltó estrategia.

    •    ¿Por qué? mi general.

    •    Como que por qué ya ven que los japoneses, son todos iguales, pues los pendejos mataban siempre al mismo.

Tocaron la puerta y se escuchó una voz de mujer, una viejita que decía.
    •    Señor Guazaras, no está por ahí el general.

El general le hacía señas a cantinero que le dijera que no.
    •    Dile que no estoy.

    •    Ya te estoy oyendo viejo cabrón.

El general, se levantó ya borracho, se iba para un lado y otro y dijo
    •    Esta vez tocó retirada para entregarme al enemigo, nos vemos a la otra. 

Al salir de la cantina la señora lo regaño.
    •    Ya ni la amuelas Samuel, nomas para pura cantina vives, los pollos no han comido. Te mande por el maíz y no llegaste, por eso te ando buscando, pero llegando a la casa me la vas a pagar.


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