No pasó de chipichipi

Conciencia Ciudadana
La densidad que se respira en el ambiente político se contagia a la comunicación social, la economía, el trabajo y hasta las relaciones personales, como nunca se vio en cincuenta años

El tiempo que falta para que concluya el actual sexenio e inicie el siguiente se antoja como cinco minutos…, pero bajo el agua. La densidad que se respira en el ambiente político se contagia a la comunicación social, la economía, el trabajo y hasta las relaciones personales, como nunca se vio en cincuenta años.
La red se calienta con comentarios que llega a límites nunca antes visto; grupos de internautas que intercambiaban hasta hace unos meses solo memes con saludos, frases cursis, paisajes idílicos y mensajes motivacionales, trepidan ahora lanzando de un lado a otro argumentaciones, ironías, sarcasmos, insultos y hasta amenazas, dividiendo a amigos, compadres, parientes y hasta patrones, jefes y subordinados quienes jamás hubieran imaginado verse involucrados en pleitos ajenos a su vida cotidiana, lo que nos envía una clara señal de que México está cambiando aceleradamente y  la política va convirtiéndose en una actividad que debe interesarle lo mismo al profesional de esa función que al ama de casa, el obrero, el empleado o la trabajadora sexual, porque al final de cuentas la democracia estriba en que el pueblo entero tome parte en las decisiones que afectan o afectarán  sus propios intereses y los de la colectividad en los que vive.   
Hay, por supuesto quienes se resisten aceptar esta intromisión del “populacho” en la política, argumentando que la masa amorfa no puede tomar las decisiones que requieren de una gran capacidad técnica para decidir qué ha de hacerse frente a problemas que, por su complejidad, requieren un análisis tecnológico detallado; como fue el caso reciente de la consulta sobre el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, donde los sectores más interesados en que la obra continuara construyéndose en la zona del Lago de Texcoco esgrimen razones técnicas supuestamente irrebatibles para descalificar la opinión de la ciudadanía sobre el asunto.  
Hubo quien argumentó que, así como un médico no puede preguntar a un paciente cómo ha de operarlo; así el pueblo no tenía por qué opinar sobre la construcción de un Aeropuerto, dada su ignorancia de las bases técnicas requeridas para una obra de esa magnitud.  La falsedad está en que se trata de dos casos distintos: en la intervención quirúrgica el paciente tiene que ponerse en manos del técnico (el cirujano), porque su papel es solo pasivo: ni sabe lo que el cirujano debe hacer ni puede hacerlo el mismo. Aún, en ese caso, antes de ser intervenido cuenta con la posibilidad hipotética de consultar a otro profesionista de la misma especialidad para saber si la operación programada es la solución correcta, pero una vez en la plancha de operaciones no hay de otra que aceptar pasivamente lo que el cirujano disponga.
No es éste el caso de un proyecto público como el Aeropuerto en cuestión, pues la construcción de una obra de tal género no es solamente un asunto de carácter técnico, sino que se encuentra mediada por los intereses políticos a los que responde. En los asuntos públicos, la técnica se encuentra supeditada a las decisiones políticas necesarias para resolver una necesidad común mediante una solución que; en todos los casos, se hace entre diversas alternativas de solución, de las que se escoge la más favorable a los intereses que prevalecen en la toma de decisiones.
De esa manera, construir el NAICM en el vaso de Texcoco no fue, en principio, un problema de carácter técnico, sino político. Pero al decir político tenemos que situarlo en el contexto y el momento histórico en que se dio, con las prácticas políticas con que se operó y con los actores políticos que lo concibieron, promovieron y aprobaron, antes de dejar el asunto en manos de los técnicos.
Afortunadamente, durante la discusión sobre ese tema, la relación entre las decisiones políticas y los argumentos técnicos a favor o en contra de los proyectos de Texcoco y Santa Lucía propiciada por la consulta promovida por el presidente electo López Obrador, la ciudadanía fue tomando conciencia de que, en el fondo, se trataba de definir quienes habrían de decidir sobre una obra originada y desarrollada por un selecto grupo de inversionistas ligados a los gobiernos presidenciales de Fox, Calderón y Peña Nieto (tras de quien se ocultaba Carlos Salinas de Gortari), que pretendía imponer sus intereses personales al nuevo gobierno que iniciará el primero de diciembre y quien  habría de cargar  el altísimo costo de la obra al presupuesto público durante todo el sexenio, determinando la prioridad del presupuesto público a favor de sus intereses. Y por eso es que, con su voto, la conciencia ciudadana dijo “no” en las urnas al proyecto de Texcoco.
La reacción no se hizo esperar y durante la semana pasada la estructura política trepidó con las amenazas de fugas de capitales y el posible fracaso del gobierno de AMLO aún antes de tomar posesión. Pero como ha sucedido otras tantas veces en su carrera política, el presidente electo supo aguantar a pie firme la embestida acompañándola, por el lado legislativo, con la aprobación  por parte del Congreso de la eliminación de las pensiones a los ex presidentes de la República, así como la disminución de los ingresos servidores públicos que ganarán, a partir del primero de enero del próximo año, menos de lo que ganará el presidente de la República, cuyo sueldo se disminuye en más de un cuarenta por ciento del que actualmente percibe Peña Nieto.
    Las medidas concitaron una nueva aprobación de la opinión pública, mientras que la falsa crisis financiera incitada por provocadores como Loret de Mola de Televisa no pasó a mayores niveles; por lo que los inversionistas del proyecto Texcoco alzaron la bandera blanca aceptando reunirse con AMLO, de cuyo encuentro salieron anunciando su disposición a migrar con sus contratos al aeropuerto de Santa Lucía; lo que permitió que, al iniciar la semana, un López Obrador descansado y sereno dirigiera un mensaje a la sociedad mexicana que comenzó haciendo referencia al clima prevaleciente en los días anteriores, diciendo que “parecía que habría tormenta, pero no pasó de chipichipi”.
   Pero como sucede en las películas de terror, el martes pasado ya nos esperaba a la vuelta de la esquina una nueva sorpresa. Ante el fracaso de sus mejores legiones, no hubo de otra que el mismísimo Innombrable forzara su salida organizando un encuentro internacional sobre Maquiavelo a fin revirar y amenazar maquiavélicamente al presidente electo; no de frente y derecho como acostumbra éste, sino haciendo gala de su dominio de las artes principescas del Florentino, encubriéndolas con metáforas amenazadoras. Nada raro en Salinas quien, con su salida de las sombras sólo revela el grado de desesperación que reina entre los integrantes del milenario reino neoliberal a quienes un humilde plebeyo de provincia que nunca pisó los grandes centros del conocimiento y el dinero del mundo ha decidido enfrentar sólo con la ayuda de sus seguidores y simpatizantes; quienes coincidentemente, son los mismos que barrieron el control político del neoliberalismo en una sola jornada electoral.  
  Esta Conciencia Ciudadana sugiere una nueva consulta popular, con las alternativas siguientes: a) Se cierran los cursos de Maquiavelo en las universidades de México o,  b) Se invita al Don, Carlos Salinas de Gortari, a pasar una nueva temporada en Islandia, salvando además -como él mismo sugiere-, la existencia de la República.
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS YA CON NOSOTROS.

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