EL MÚSICO

 

 

Lucio Hernández era un músico jubilado de la banda del estado, era bajito de estatura, gordo, canoso y ya estaba calvo. Vestía un traje de rayas, descolorido y viejo, una corbata ancha de varios, colores camisa de cuello muy bien almidonado, sus zapatos estaban desgastados y abiertos de la punta como hocico de cocodrilo, discretamente les ponía un alambre y lo pintaba al mismo color.

Don Lucio tocaba con facilidad varios instrumentos, entre ellos el clarinete, la guitarra, el violín y la trompeta, la que no tocaba para nada era su vieja, porque decía que ahí si le faltaba el aire. A pesar de haber sido un buen músico lo jubilaron por su edad, para no perder la práctica don Lucio se la pasaba ensayando a toda hora en su casa, a su vieja parece que la paraban de las greñas y muchas veces doña Herlinda lo sacaba a empujones.

  • ¡Ya por favor! Lárgate a tocar a el patio o te saco a patadas, ya me pusiste nerviosa, que se me quemaron los frijoles.

Don Lucho como le decían sus compañeros, conociendo el mal genio de la señora, sacaba una silla al patio y lo ponía a tocar. Pero no faltaba quien lo fuera a interrumpir.

  • Señor, dice mi papá que por favor se meta a su casa a tocar, ya espanto al perro y no deja de ladrar.

El músico ya estaba hasta la madre porque no lo dejaban ensayar, cuando ya tenía dominado el solfeo lo iban a interrumpir, muy triste se bajaba a la cantina del barrio con su instrumento en el hombro y ahí con sus amigos, encontraba la comprensión para tocar y cantar.

  • Orale don Lucho, échese como un perro.
  • Me voy a echar a tu hermana.

Sus amigos le disparaban su pulque, cuando ya estaba borracho era muy chistoso y luego le daban pamba y tocando su guitarra misteriosa y con voz gruesa decía.

  • Ja, ja, ja, nadie sabe nadie supo, quien chingo a la Conasupo, pero nosotros sabemos que fue el hermano del pelón.
  • Les voy a contar una historia que pasó a medio monte donde en una choza sin techo y sin paredes, un grupo de amigos, se alumbraban con un foco fundido, un ciego escribía lo que un mudo le dictaba, un cojo bailaba lo que un manco le tocaba mientras que un sordo escuchaba una melodía.
  • Ja, ja, ja, no seas pinche mamon mejor tócame la negra.
  • Te voy a tocar la cola cabrón.

Así se la pasaba muy contento cuando eran las nueve de la noche, el cantinero le decía.

  • A ver don Lucho tóqueles a estos gueyes la golondrinas porque ya es hora de cerrar.

El músico salía de la cantina caminando de un lado a otro, recargado para no caer, y con mucho trabajo llegaba a su casa, con mucho más trabajo se quitaba la guitarra que llevaba en el hombro, cuando iba a comenzar a tocarla salía su vieja y lo metía.

  • Cállate el hocico, vas a despertar a los vecinos.
  • Guan momen, déjame cantarte una canción que te compuse.
  • No quiero nada de cancion, quiero que te calles o un día nos van correr de la vecindad.
  • Que toco tan mal.
  • Tú ya no tocas nada cabrón, te voy a acostar en el suelo porque roncas con el hocico abierto y apestas a puro pulque.

Al otro día muy temprano don Lucho estaba listo como un soldado de pie esperando las órdenes de su comandante que era su vieja.

  • Apúrate vieja, que ya están chillando mis tripas.
  • Es que fui con doña Tila antes de que se le acaban los tamales, había mucha gente.
  • Ah esa señora, un día la asociación de la decencia de barrios, se la va a llevar a la cárcel por vender tamales encuerados.
  • Ya deja de rebuznar y come, solamente los ricos comen carne.

Los dos viejos se sentaron en la mesa más tardaban en poner dos tamales que de una mordida se los echaban.

  • Te quiero decir una cosa Lucio, hasta vas a brincar como chivo. Voy a salir a empeñar tu corneta, no tengo dinero, la pensión que te dan apenas alcanza para pagar la renta. Es mejor que aprendamos a nadar, porque cada vez nos hundimos más.

Don Lucho se hacía el sordito y se iba para el otro cuarto.

  • No te has pendejo, consigue una chambita aunque sea de velador.

Una vez que don Lucho tomaba su pulque dentro de la cantina, entraron dos de sus compañeros, ellos también habían sido jubilados como él, a uno le decían “El Viejo Parta” y Juan ‘‘el Perro’’. Quienes durante mucho tiempo fueron amigos.

  • Hola Lucio, te andamos buscando para que nos dé chamba, porque nos ha ido de la patada.
  • ¡No se espanten¡, estamos iguanas ranas, por eso aquí vengo a hacerme pendejo, no quiero llegar a mi casa porque mi señora me pide dinero.
  • Escuchanos primero pendejo, te venimos a proponer que si nos unimos y formamos un trío, a lo mejor nos va bien.

Don Lucio se emocionó y se hizo mil de ilusiones, me gusta la idea, le pondremos Trio “Sensación”, me cae que cuando sea rico y famoso, a todos mis vecinos les voy a mentar la madre y mandó tirar su vecindad.

  • Vamos brindar

Se aventaron una cruzada junta acreditándolos como socios.

Al otro día por la tarde salió el famoso trío, que andaba buscando fortuna ofreciendo sus servicios a todos los que quisieran llevar serenata a sus novios o algún enamorado, o romperle los oídos a su novia por ingrata.

Les fue muy mal, porque durante una semana no tuvieron ni un cliente, se la pasaron en blanco, viendo la situación “El Viejo Pata” abandonó la sociedad, así que el trío se volvió dueto, que paso lo mismo y dejaron a don Lucho solo.

Los compañeros de cantina le daban ánimos.

  • No se deje vencer usted siga tocando hasta que se le reviente las cuerdas y no le quede ninguna

Pasó el tiempo y era muy frecuente que la señora Herlinda bajara al empeño a dejar otro de sus instrumentos. Diario se veía al músico sentado en los rayos del sol con la guitarra en la mano, pero la historia comenzó cuando la señora Herlinda se enfermó y cayó en cama, ya no se pudo levantar don Lucho le echaba porras.

  • Echale ganas vieja, todavía te queda cuerda, no caigas.
  • Qué más quisiera yo viejo, pero me siento muy débil, las pinches patas se me doblan y ya no veo al caminar, me sigo de frente y choco con la pared.
  • Quien iba a pensar que la mejor mula se me echó.
  • Te veo triste.
  • Tienes que comer un caldito de pollo, le voy a poner muchas verduras para que te ponga al tiro
  • No tengo nada de hambre, mejor haz lo que te voy a pedir, baja tu guitarra y tócame cualquier canción yo lo voy a oir muy bonito como cuando me andabas enamorando ¿Lo recuerdas?
  • Solamente que quieras que te cante la callejera.
  • No seas payaso, cantame como cuando eramos novios, recuerdo cuando parabas tu trompa al cantar y tocabas la guitarra como cuando un perro se rasca las pulgas.

Don Lencho con lágrimas bajo la guitarra de la pared y cuando trataba de afinarla doña herlinda le dijo.

  • No la afines, tócala así son tantos años de escucharla que me da igual.
  • Esta bien viejita linda, como tu gustes, pero alíviate me haces mucha falta, te he querido mucho y te seguiré queriendo
  • Apurate porque a lo mejor ya no te alcanzo a oír.
  • Te voy a cantar con mucho gusto un popuri, comenzare con “Morenita Linda’’, asi te ecia porque estas prieta como una mosca, ahí te va.

Don Lucho cantaba con mucha inspiración, pero cuando bajó la vista noto que su compañera no se movía, paró de tocar, le cerró los ojos, dejó su guitarra a un lado y besó a su esposa en la frente.

  • Linda mi Herlinda, mi viejita linda, no me dejes.

Don Lucho puso la cara en el pecho de su mujer y lloró desesperadamente, en esos momentos descargo todos los años de sufrimiento.

  • No te vayas vieja, despierta, ándale, ahora te chingas a escucharme, me decias que mi musica te mataba ahora te voy a tocar muy fuerte para que revivas.

Don Lucho tomó su guitarra, volvió a cantar una tras otra de sus canciones preferidas de la señora, aunque no lograba terminarlas porque el llanto se lo impedía, se puso de rodillas junto a la cama, coloco sus manos en el pecho y sobre ellas puso la cara, así de rodillas estuvo recordando pasajes de su vida, después de se levantó mirando a un crucifijo que tenía en la pared, y le dijo.

  • ¿Por qué, en que te falle, señor? si mi único pecado ha sido ser pobre, ahora dame fuerzas para soportar este dolor.

Pasaron las horas y don Lucho amaneció recargado en el cuerpo de su esposa, tuvieron  que separarlo con fuerzas para poder meterla en su caja, y entrar fue tanto su dolor que no pudo resistirlo y a los pocos meses murió, la mayor parte de sus instrumentos se perdieron en el empeño, su guitarra se le que al dueño de la vecindad por la renta que don Lucho le debía.

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