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El Día de Muertos se disfruta en familia

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En los últimos días, familias se encargan de compartir los alimentos del altar; cuatro días posteriores se encargan del retiro total de las ofrendas.

La celebración a los difuntos es una tradición en México que lleva arraigándose generación tras generación, pero hay un momento que sirve para unir a las familias mientras se recuerdan a sus seres queridos: es el momento de degustar los alimentos ofrecidos en los altares de muertos.

En la ciudad de Tulancingo, Delfina Pérez Guzmán, vecina de la colonia Javier Rojo Gómez, se encarga de preparar la mayoría de los alimentos que se colocan en la ofrenda familiar, un altar de proporciones mayores, con las fotografías de sus antepasados, y donde la familia completa colabora para que, año con año, se construya para conmemorar la memoria de sus allegados.

A diferencia de otras familias, la de Delfina tiene un tipo de ritual para celebrar las tradiciones, y al mismo tiempo, permear sus costumbres hacia las nuevas generaciones: cuando termina el Día de Muertos como tal, su altar no es desarmado inmediatamente, sino que toman días para que cada elemento de la ofrenda sea aprovechado hasta al final.

En primer lugar, Delfina afirma que se reparte los alimentos que son propensos a echarse a perder, tales como el mole rojo y el arroz, donde la familia completa se reúne a comer y a recordar la memoria de sus seres queridos, posteriormente, con el paso de los días se aprovecha la fruta, los dulces, el pan, hasta que al final solo quedan las flores y la luz de las veladoras.

En las palabras de Delfina, las veladoras son las últimas que se retiran, ya que se aprovecha toda la cera hasta que solo queden los pabilos, pero más que términos economizadores, afirma que su madre contaba que la luz de las veladoras servía para que las almas, después de degustar sus alimentos favoritos, pudieran regresar a la tierra de los muertos, ya que una vez que se consuman, todo se volvería a tornar oscuro.

Refiere que todas estas son enseñanzas por parte de sus padres y sus abuelos, quienes también les enseñan el arte de hacer el mole rojo, arte que Delfina se encarga de transmitir a las nuevas generaciones, con el objetivo de que estas tradiciones trasciendan.