PIDO LA PALABRA
Dice un refrán popular que “el que no tranza no avanza”, entendido el concepto de “tranzar” en su acepción negativa, no de negociar, sino de aprovecharse del error de los demás para utilizar en su beneficio todos los recursos habidos a su alrededor
Los vicios de la conducta humana, aquellos actos cuyo único fin es encontrar el beneficio personal a costa de lo que sea, aún hiriendo física o emocionalmente a otras personas, estas perversiones de lo moralmente aceptado las podemos encontrar en todos los tiempos, en todos los estratos sociales, en todos los lugares, aún los más inimaginables, incluso puede haberlos en nuestras propias familias, basta abrir los ojos a la realidad y no dejarnos llevar por los sentimientos que todo lo justifican, y nos daremos cuenta que siempre estaremos en medio de una lucha de contrarios, una lucha entre lo aceptado y lo rechazado socialmente, una lucha entre el bien y el mal.
Dice un refrán popular que “el que no tranza no avanza”, entendido el concepto de “tranzar” en su acepción negativa, no de negociar, sino de aprovecharse del error de los demás para utilizar en su beneficio todos los recursos habidos a su alrededor, no tomando en cuenta si con esa acción dolosa provocará algún tipo de quebranto a la persona a la que se le está engañando; en nuestras legislaciones penales a esto se le llama acción fraudulenta.
Nuestro contorno frecuentemente se ve invadido por gente que solo se levanta pidiendo al cielo que ese día se encuentre con alguien un poco más tonto que él; pero en esta filosofía de vida simplemente se refleja el espíritu fregativo de muchas personas que de mala fe esperan el momento oportuno para ponerle zancadillas a los demás y con ello obtener para sí algún beneficio o recompensa.
Lo lamentable de esas acciones fraudulentas es que por lo general se observan en personas que se supone tienen como obligación y responsabilidad el cuidar de nuestros intereses, y si no, solo démosle su valor intrínseco a la expresión que reza que “un político pobre es un pobre político”, creo sin mayor explicación, que queda más que entendido el panorama moral de ese axioma político.
Adagio que por desgracia es lo que motiva a muchos líderes para sacrificarse con la representación de las multitudes, pues ya saben que siempre habrá una recompensa a esas noches de desvelo.
Seguramente habremos sabido de tantos ejemplos en donde los políticos se sirven con la cuchara grande, sobre todo cuando ya van de salida en su encargo, por cierto, no olvidemos que ya solo les queda un mes al Ejecutivo Federal actual, así que atentos, no sea que nos vayan a enviar una bola rápida y ni nos demos cuenta, pues el engaño de seis años se huele, apesta.
Esos engaños, bien que mal los ponderamos y por ello tuvimos y aprovechamos la oportunidad para castigar en el momento legal que para tal efecto nos hemos otorgado a través del ejercicio de voto.
A los que vienen, debió quedarles claro que ya no se puede pretender jugar con los intereses de sus representados y por ello deberán tener mucho cuidado con la limpieza de sus manos, pues la sociedad ya se cansó de tanta tranza y se aprecia que ya no está dispuesta a seguir siendo el juguete de los caprichos de sus líderes.
Como ciudadanos, es nuestra obligación y más que eso, una necesidad social, el conducirnos dentro de los cánones de la honestidad, pues sólo ésta nos permitirá una convivencia que no nos lleve a estar cuidándonos los unos de los otros, más bien, la premisa deberá ser “cuidarnos y ayudarnos los unos a los otros”, cualquier momento es el mejor momento para llevarlo a la práctica, no desaprovechemos la oportunidad de ganar más amigos, ello es mucho mejor que engañar a los amigos.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.