RETRATOS HABLADOS

    •    Cuando la palabra vale… o no vale


En política resulta complicado aceptar como gran compromiso la palabra del otro. En algún tiempo funcionó así, cuando existían los hombres de gran poder y gran memoria para cumplir, pero también terminar de un manotazo con la carrera del que le resultaba incómodo. Nadie podía tener siquiera la tentación de dudar porque eso era igual a ponerse la soga en el cuello.
    Los tiempos han cambiado de manera radical, y cada vez es más importante documentar los compromisos que se hagan entre los políticos, donde se incluyen minutas firmadas y vueltas a firmar, videos y grabaciones. La palabra ha perdido el peso específico que tuvo algún tiempo, y la memoria es terriblemente frágil, casi inexistente.
    Cada cual verá si los tiempos pasados fueron mejores o los actuales, pero el hecho fundamental es que nadie confía en nadie, con todo y que se toman la foto todos sonrientes al borde del abrazo amoroso.
    Por lo anotado es un hecho que nadie, absolutamente nadie puede entregar su inocencia al otro, porque cuando invoque la frase “es que me había prometido, es que se había comprometido”, a cambio solo recibirá burlas, “mira que creer en la palabra”.
    Alguien, en algún momento la llamó “cultura del sospechosismo”, porque todos, absolutamente todos, de antemano saben que sin importar si luego de reuniones maratónicos se llegó a una negociación, el resultado final es que cada cual seguirá en su actitud de intentar hacer lo que desde un principio pensó hacer.
    De tal modo que nadie puede decirse sorprendido en estos menesteres, pero el efecto inmediato también es que por ese camino no se puede llegar a ningún lado. “Para qué me invitan si ya saben cómo me pongo”, resulta ser la forma de conducirse en estos últimos tiempos.
    Y si en el Congreso del Estado de Hidalgo en el asunto de la distribución de comisiones habían llegado a un acuerdo de “no agandalle”, el hecho fundamental es que al final del día será todo lo contrario, sin que nadie pueda elevar el grito al cielo porque “lo sorprendieron”.
    Hace falta pues confianza en este ejercicio del poder a nivel legislativo, y la confianza solo puede ganarse a partir de un trabajo que llevará muchos años, incluso con la nostalgia por aquellos políticos que a la pura palabra sabían honrar cualquier compromiso. “Si te dijo que sí, es que sí; si no, es que no”, así de simple.
    En todo este mar de desconfianzas y de incumplimientos a la palabra, el escenario nacional todavía complica más las cosas, cuando el Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, afirma que no fue electo para estar de adorno y que si alguien se queja de que ya no se terminará de construir el Aeropuerto Internacional de Texcoco, es porque seguro pierde un gran negocio.
    Difícil contradecir su aseveración, pero también difícil querer justificar una decisión unilateral con una consulta absurda que puede convertirse en costumbre para amparar o justificar actitudes con tintes dictatoriales.
    Sería importante que a la brevedad se buscara la posibilidad de recuperar el valor de la palabra, por supuesto amparada en testimonios documentales, pero que tengan como base fundamental la confianza en el otro, con la certeza de que el único objetivo es la búsqueda real del beneficio de los ciudadanos.
    Sería fundamental que en un tiempo inmediato se empezara a observar esa nueva cultura de creer en el otro, de darle certeza a los compromisos.
    Parece un sueño.
    Pero es necesario empezar.
    No hay de otra.

Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
Sería importante que a la brevedad se buscara la posibilidad de recuperar el valor de la palabra, por supuesto amparada en testimonios documentales, pero que tengan como base fundamental la confianza en el otro, con la certeza de que el único objetivo es la búsqueda real del beneficio de los ciudadanos.

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