Un Infierno Bonito

“La mula ya regreso”

CAPÍTULO 18
Y regresé otra vez a la mina, me cambié de casa y me fui a vivir detrás de las cajas. Mi madre quiso que me fuera a vivir a la casa que le había comprado mi jefe. En la calle de Galeana encontré a los mismos cuates y de vez en cuando me iba a chupar, o a recordar mi deporte que era el alpinismo.
Escalé varias veces los volcanes y salía a diferentes partes, me encontraba rocas de más de 100 metros, como “Los Frailes”, “El Conejo”, “Los Elefantes” y bajaba a las grutas de Xoxafi para divertirme con los murciélagos.
Escalaba “Peñas Cargadas”, “La Garra”, “El Dromedario”, “El Dedo Pulgar” y muchas que tenemos en el estado.
Un ingeniero de medidas de la mina de San Juan me dio chance de trabajar como mostrador; era buscar las vetas de plata. Andaba en la cuadrilla de  “el pocos”, “el Solovino”, “el “Morsa” y “el Abuelo”.
Un dia que bajamos por un camino para llegar a otro nivel, yo era el último, escuché como se desprendió una pegadura, (así le llamamos a una piedra grande) y que venía rebotando en el camino, como bajábamos por escaleras, metí mis manos en los barrotes agarrandome la gorra de seguridad.
¡Bolas! Que me cae en la cabeza, me rompió la gorra y sentí por chorros como me escurría la sangre. Mis compañeros ya estaban abajo, y me gritaban “¡Gato Seco¡ ¿Estás bien?” No les contesté y comencé a bajar; uno de ellos se quitó su playera cochina y me cubrió la cabeza, por medio de voz pidieron ayuda a los motoristas, para que me llevara al nivel 170 ya que estábamos a 370 metros. Me sacaron a la superficie y en una ambulancia me llevaron al Hospital de la Compañía donde me cosieron la cabeza porque tenía una fractura. En ese hospital que estaba donde ahora está el DIF no dejaban entrar a nadie.
CAPÍTULO 19
No se ni cómo entró mi hermano: Luis “el negro”. Cuando abrí los ojos hasta me espantó y me preguntó “¿Qué te pasó, hermano?” -Se me cayó una pegadura, pero estoy bien, no le digas a mi mamá, diles que me mandaron a otra mina a Real del Monte por unos días-. Que me dice:
-¿Cómo se llama tu maestro? 
-Es “el Pocos”, está con toda la cuadrilla del pueblo de Cerezo. 
-¿A dónde los puedo encontrar?
-Como es sábado han de estar en La Veta de Santana, chupando como recién nacido. 
-Voy a buscarlos para decirles que estas bien. 
Le volví a repetir: “Pero no le vayas a decir a nadie más”.
CAPÍTULO 20.
Mi hermano “el Negro”, era muy tomador y corriendo llegó a la cantina “La Veta de Santana”, que se encontraba a la entrada del pueblo de Cerezo. La sinfonola estaba a todo volumen, en eso, entró mi hermano y la desconectó. Uno de ellos le tiró un golpe que si no se agacha, le pasa lo que al perico.
-¿Quihubo cabrón? ¿Por qué la quieres quitar?
Les dijo: “¿Ustedes conocen al Gato Seco?” Todos respondieron casi al mismo tiempo “¡Si!” 
“Acaba de morir”, les dijo. Todos se quedaron callados. El que pasó al frente fue “El Pocos”, que le preguntó dónde y a qué horas traerían el cadáver… Mi hermano le respondió que eso fue lo que el médico había dicho; “porque el Gato Seco es mi carnal”.
-Lo van a traer aquí abajo, en la calle de Galeana 404. Pero vengo a verlos y avisarles que no tenemos dinero y quiero su ayuda.
- ¡Sí, como no!
Mi hermano se quitó su cachucha y la pasó a todos para que le dieran una limosna.
-Gracias. ¿Me puedo tomar una copa? 
-Tómese lo que quiera, nosotros vamos a comprarle flores.
Todos salieron y llegaron buscando el numero 404, cuando lo encontraron, tocaron la puerta y salió mi madre a abrirles. Se asombró al ver que llevaban flores y coronas; le preguntaron:
-Perdone señora, ¿ya trajeron a su hijo?
Les contestó:
¿Qué lo iban a traer?
-¿Qué no sabe, señora? Su hijo Félix se murió.
Al escucharlos, mi madrecita se desmayó. Entraron las vecinas para auxiliarlo y fueron a avisarle Alberto, mi otro hermano, que vivía en la calle de Humboldt. Llegó y la volvieron en sí, uno de sus compañeros le dio el pésame, les dio las gracias por ayudarlo y se las olió: “Esa es cosa del Negro, que es capaz de todo para sacar para tomar”. Se juntaron mis hermanos y avisaron a mi papá… lo dejaron pasar y habló conmigo.
-¿Qué te pasó, hijo? 
-Me cayó una piedra en la cabeza, pero no es nada grave, dijo el medico que voy a estar en observación y en unos días me voy para la casa.-
CAPÍTULO 21
En el hospital estuve una semana y luego me dejaron salir dándome instrucciones y una incapacidad de dos meses. Andaba como faquir, con vendas la cabeza, y como todos mis compañeros de Cerezo no sabían de mi, algunos decían que había quedado loco y otros que no iba a regresar a la mina.
Un dia me dieron de alta y me tocaba entrar a las seis de la tarde,  cuando llegué, en uno de los socavones estaba Antonio el Loco, al verme se fue levantando poco a poco a poco y dijo: “Ave María Purísima, ¡tú estás muerto Gato Seco!” Y me ponía la señal de la cruz y cuando di el paso, corrió para subirse por unas escaleras, donde estaban mis compañeros. Apenas podía hablar del susto.
-¿Qué te pasa loco?
-En el cañon anda penando el Gato Seco. ¡Vamos a rezarle algo para que se vaya con los muertos! Yo lo ví, verdad de Dios.
Bajaron y al verme, “el Pocos” me dijo:
-¿¡No que estabas muerto, cabrón!? Dile a tu hermano que está bien que chingue, pero que respete. Te hicimos una misa el día en que dijeron que te moriste, y otra hoy, que cumplías dos meses de muerto. ¡Está bien que chingue, pero a su madre respete!…

CONTINUARÁ…

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