Nuevo aeropuerto: dos miradas enfrentadas

CONCIENCIA CIUDADANA
El voto al cambio que hizo triunfar a AMLO en las pasadas elecciones y le dio a las fuerzas políticas calificadas como progresistas la posibilidad de dirigir al país a través del poder legislativo -hoy mayoritariamente en manos de la alianza que acompañó al candidato morenista-, representa también un mandato para que las políticas públicas no sigan por el mismo derrotero que nos ha llevado a la condición en que nos encontramos

La consulta a la que AMLO ha convocado para decidir si el nuevo aeropuerto de la ciudad de México debe construirse en Texcoco o en Santa Lucía  comienza a enfrentar dos formas de ver la realidad y entender la vida social y económica, que desde hace mucho tiempo pugnan por establecer su dominio en las relaciones de poder en el país y en el mundo entero.
Se trata, por una parte del visión neoliberal proveniente de la modernidad industrial tardía del siglo XX y, por otro lado, el de una visión que sin rechazar totalmente la economía capitalista  se identifica con una diversidad de formas culturales y políticas diferentes pero que en conjunto rechazan el modelo de vida neoliberal; desde aquellas que se sostienen en las raíces prehispánicas que aún conservan su presencia en  nuestra sociedad, pasando por la mirada nacionalista de vastos sectores de la población mestiza, y de proyectos alternativos futuristas que luchan por un mundo libre de los efectos del capitalismo depredador sobre la vida humana y el medio ambiente, a las que podríamos calificar como posmodernas o futuristas, aunque no socialistas ni colectivistas.
El caso es que durante los últimos cinco o seis sexenios, el neoliberalismo ha impuesto su hegemonía ideológica no solo en el gobierno mexicano, sino en la dirección económica del país, en la vida académica y en la visión de los intelectuales y técnicos que construyen los proyectos de desarrollo nacional bajo los criterios que les impone ese modelo ideológico.
En el actual sexenio, la hegemonía del gran capital nacional y extranjero han alcanzado, sin embargo, una expansión nunca vista, principalmente por el decidido apoyo de Enrique Peña Nieto para eliminar cualquier obstáculo que impida sus ambiciones. Estamos pues, en una etapa de neoliberalismo agresivo a tono con lo que sucede en otros lugares del planeta, donde dicho modelo enfrenta una resistencia cada vez mayor a la depredación ambiental, la destrucción cultural y la violencia con que el modelo trata de mantener su hegemonía, a pesar de las visibles muestras de su incapacidad para dar respuesta suficiente a los grandes problemas de la actualidad.
De ese género es el proyecto que el grupo aeroportuario de empresarios emprendió en la zona del lago de Texcoco desde tiempos de Vicente Fox, otro gran entusiasta del desarrollo empresarial a costa de la degradación del medio ambiente y el desarrollo humano, y que contó con el apoyo del actual Presidente de la República siendo aún gobernador del estado de México, donde se asienta el proyecto aeroportuario empresarial.
Como recordamos, fue Peña Nieto quien sin dudarlo, ordenó la represión del movimiento social del pueblo de Atenco   opuesto a ceder los terrenos comunales, que concluyó con decenas de hombres y mujeres encarcelados, torturados y aún violados por miembros de las fuerzas represivas mexiquenses, que por supuesto, mereció el repudio social pero que indudablemente fue una prueba de fuego que demostró a los inversionistas de dicho proyecto que, de llegar a la presidencia, tendrían un aliado incondicional para su causa.
Y así fue, porque ya en Palacio Nacional, Peña Nieto no dudó ni un minuto en dar toda clase de facilidades a éstos para el  desarrollo de un proyecto que al paso del tiempo se mostró tan voraz de recursos financieros, como depredador del medio ambiente donde se asienta y de los alrededores, sin que se sepa exactamente cuándo será terminado ni el costo final de la obra, que por cierto no es una inversión privada sino pública, pues los empresarios se han guardado cuidadosamente de asumir los riesgos de sus proyectos actuando solamente como proveedores de la obra y dejando que sea el presupuesto público (es decir, de la nación, de todos nosotros) quien asuma los costos de la obra.
En resumen, el proyecto empresarial del NAICM en Texcoco tiene, además de un origen autoritario y violento, una inviabilidad financiera para el contribuyente, quien seguirá pagando una cuyo costo  final aún no ha sido determinado y que seguirá incrementándose conforme pase el tiempo impactando en el presupuesto  público, y las obras sociales que deberán frenarse para continuar alimentando este absurdo proyecto del que uno de sus principales promotores, Carlos Slim, ha reconocido que su mayor cualidad son los negocios que detonará en el sector oriente del valle de México en vialidades, desarrollos inmobiliarios  y comerciales por lo que no importa el costo que alcance la obra. Claro está, no importa porque los empresarios no asumen los riesgos, que sin embargo sí lo hace la sociedad a través de sus impuestos.
Pero no son los costos financieros y presupuestales los más importantes. Lejos del interés de los actuales gobernantes y empresarios que ven en la ganancia económica el fin de todo desarrollo, existe en la sociedad una creciente inquietud por reordenar el orden de valores del desarrollo poniendo en el centro el bien común, el respeto a las culturas milenarias que se resisten a desaparecer como pago al mal llamado progreso económico  así como a la  naturaleza en la que nos asentamos, depredada como nunca por el neoliberalismo salvaje que se extiende por todo el planeta.
El voto al cambio que hizo triunfar a AMLO en las pasadas elecciones y le dio a las fuerzas políticas calificadas como progresistas la posibilidad de dirigir al país a través del poder legislativo -hoy mayoritariamente en manos de la alianza que acompañó al candidato morenista-, representa también un mandato para que las políticas públicas no sigan por el mismo derrotero que nos ha llevado a la condición en que nos encontramos.
Es por eso que la decisión tomada por el Presidente Electo para resolver este asunto por medio de una consulta  ha sido acertada, aunque  la poco claridad y difusión con la que se ha planteado  en aras de una imparcialidad a nuestro juicio mal entendida, lejos de ayudar, puede actuar en contra de los intereses sociales; por lo que es  la sociedad misma la que debe asumir su propia defensa contra el pasado que se resiste a dejar que el triunfo en las urnas se convierta en un proyecto real de cambio para el país.  
La definición del lugar  donde habrá de construirse el NAICM se presenta pues, como la segunda batalla nacional que la sociedad triunfante en las urnas el pasado primero de julio ha de dar para hacer efectivo el  proyecto de nación por el cual votó; el que se pretende invalidar por la vía de los hechos mediante una decisión aparentemente técnica, como si la opinión de los “técnicos” fuera la verdad absoluta y no estuviera –como lo ha estado en incontables proyectos productivos- del lado de los beneficios privados y no del bien público.
Si como están apostando los perdedores en las urnas, el pueblo no acude a expresar su opinión, entonces lo logrado en las urnas será tan inútil como un papel mojado. La consulta está programada para fines de este mes, son solo unos cuantos días que queda a los partidos del cambio, a las asociaciones civiles y a la conciencia ciudadana que considere que el proyecto depredador del NAICM no debe seguir adelante y buscarse las mejores alternativas para promover la presencia de la ciudadanía en las urnas de consulta.
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS CON NOSOTROS, YA.

Related posts