RELATOS DE VIDA
Pasaban ya de las dos de la tarde, ya habían transcurrido más de media hora avanzando a vuelta de rueda, el tráfico estaba muy pesado, a lo lejos se vislumbraban las luces de las patrullas y del lado izquierdo pedazos de carrocería.
Los rayos del sol penetraban como agujas en la piel, al principio una pequeña molestia y después el ardor; y la desesperación por continuar comenzaron a mostrar los primeros estragos; con acciones de automovilistas para librarse de ese lugar.
Algunos iniciaron las maniobras para dar vuelta y tomar un camino alterno; en tanto otros más paraban sus carros para ir a investigar lo que había pasado; aunque otros más, creyéndose más vivarachos, ocuparon el otro carril para avanzar y ya más adelante lograr incorporarse a la fila.
Unos conductores lograron su hazaña, pudieron meterse; aunque otros no corrieron con tanta suerte pues tardaron en poder encontrar un espacio para entrar, no sin antes recibir unas cuantas mentadas de madre.
Uno de esos recordatorios de jefa, iba acompañado de un “ojala te mates hijo de tu %&$”# madre”, probablemente ante el enojo de la espera, pero sobre todo de cumplir con las reglas de tránsito ante un accidente.
Después de media hora más de avance lento, muy lento, y de corroborar el fuerte impacto entre tres unidades; los automovilistas retoman la calma; aunque pocos kilómetros adelante se vuelven a observar otra fila de carros y las luces de las patrullas encendidas.
Aunque en esta ocasión, el adelanto es más rápido, porque hay más carriles para circular, por precaución se disminuye la velocidad, lo que también permite que echen un vistazo al accidente, para sorpresa del vociferador, era el conductor al que le gritó “ojalá te mates”, y aunque para fortuna de su conciencia no había muerto, el susto fue para ambos, uno por encajoso y el otro por rencoroso.