Home Nuestra Palabra RETRATOS HABLADOS

RETRATOS HABLADOS

0

    •    Linchamientos y crimen organizado

    •    MINUTARIO


A través de las redes sociales empezó a circular una “alerta roja”, a través de la cual se advertía a la población hidalguense sobre la existencia de una banda de “robachicos” dedicados al tráfico de órganos humanos que extraerían de sus víctimas. Vía whatsApp la supuesta información generó un estado de miedo que luego se transformó en venganza, con todo y que no habían padecido el delito.
    De tal modo que en una sociedad rendida ante la información instantánea, vertiginosa, imposibilitada de naturaleza para la reflexión, veló armas en espera de los endemoniados, y solo fue cuestión que Fuenteovejuna diera el grito de alerta en Santa Ana Ahuehuepan (Fuente Ovejuna), para que sucediera lo que debía suceder: dos personas linchadas, dos personas quemadas vivas.
    ¿Quién los mató? La respuesta es la de siempre: “¡Fuenteovejuna!”, y Fuenteovejuna es lo que llaman pueblo, y el pueblo es nadie, y nadie siempre será la multitud, la masa que en bola pega, acuchilla, apalea, quema porque desde siempre ha tenido ansias de venganza.
    Pero hay más atrás de todo lo anotado.  Hay una cortina de humo porque el hecho se registra en una zona donde el crimen organizado, ahora dedicado al huachicoleo, utiliza también modernas estrategias para focalizar la atención en un problema que no sea el delito que cometen. De paso también para cobrar venganzas, ajustar cuentas.
    Las dichosas “redes sociales”, constructoras de realidades a conveniencia del que las solicita y paga; sobrevaluadas hasta la locura, lectura única de millones de mexicanos que abren el celular, medio leen el encabezado de la foto y afirman ser los mejor informados del país.
    Somos un país de analfabetas funcionales y hemos empezado a creer que pasar hora y horas en el celular equivale a leer. Sabemos que no es así, que nunca lo será, pero de alguna manera nos convencimos y le dimos un peso específico a lo que nos informan en el face, el whats y hasta blogs de medio pelo.
    Creemos, damos fe y confianza a quienes nunca la han merecido.
    Y hoy todavía peor: son usadas con fines innombrables por la delincuencia, hasta fabricar escenarios donde “el pueblo”, gusta tomarse la justicia en mano propia.
    Los he visto cuando linchan a personas, casi siempre inocentes de lo que se les acusa. Todos, seguramente, llevamos dentro a un criminal, un asesino de la peor calaña, y los linchamientos son algo así como una catarsis colectiva donde puede sacarse la podredumbre que cargamos con golpes al rostro ya desfigurado, puñetazos que revientan la boca, machetes que cortan una carne que deja escapar apenas goterones de sangre. Y por último, en esa locura que invita a todos, que enloquece a la multitud, nada mejor que prenderles fuego para que griten, aúllen de dolor y todos vean la gran fogata donde se consumen.
    Y luego volver a ser los de antes, es decir cobardes, miserablemente  humildes de apariencia, asqueados de lo hecho en la borrachera colectiva de sangre.
    Entonces el responsable siempre es uno: “¡Fuenteovejuna, el pueblo!”.
MINUTARIO.- Humberto Veras Godoy , virtual primer coordinador del Congreso del Estado de Hidalgo, aseguró que ya es “trillado” afirmar que obedecerá órdenes del Presidente del Patronato Universitario, Gerardo Sosa Castelán. Pues sí, está trillado, porque el que manda, manda, y contra esa verdad simplemente ya no hay nada que decir. Sin embargo se ve a un ex rector conciliador*** Y ya que hablamos de rectores, Adolfo Pontigo Loyola demostró en la Feria del Libro Universitario, que es un buen cantante, y además canta las que le gustan, no las que le ordenen.

Mil gracias, hasta el próximo lunes.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
Los he visto cuando linchan a personas, casi siempre inocentes de lo que se les acusa. Todos, seguramente, llevamos dentro a un criminal, un asesino de la peor calaña, y los linchamientos son algo así como una catarsis colectiva donde puede sacarse la podredumbre que cargamos con golpes al rostro ya desfigurado, puñetazos que revientan la boca, machetes que cortan una carne que deja escapar apenas goterones de sangre. Y por último, en esa locura que invita a todos, que enloquece a la multitud, nada mejor que prenderles fuego para que griten, aúllen de dolor y todos vean la gran fogata donde se consumen.
    Y luego volver a ser los de antes, es decir cobardes, miserablemente  humildes de apariencia, asqueados de lo hecho en la borrachera colectiva de sangre.
    Entonces el responsable siempre es uno: “¡Fuenteovejuna, el pueblo!”.