Jugando a ser Dios

LA GENTE CUENTA

-Mira –dijo Ernesto a su amigo, Carlos, quién se encontraba distraído mirando su celular-. Oye, güey, te estoy hablando…
-¿Qué carambas pasa? –respondió malhumorado su interlocutor por el codazo de Ernesto-. ¿Es muy urgente?
-Necesitas que ver esto –insistió Ernesto-. Es lo más loco que he visto.
Un tanto desganado, pero con curiosidad tomó el teléfono de Ernesto para leer una pequeña nota, corta, intrascendente, pero que de alguna forma llamaba la atención: “la manteconcha, sensación culinaria”.
-¿Manteconcha? ¿Es en serio?
-Muy cierto, Carlitos. En cuanto lo vi pensé, “qué ridiculez, cómo podría alguien crear algo así”, pero se ve muy rico e interesante…
-Francamente no lo creo –arguyó tajantemente Carlos-, estamos en un país con los niveles de obesidad enormes, y todavía crean cosas así. De verdad que no lo concibo.
-Pero, ¿por qué? Piénsalo de esta forma –intentó convencer a Carlos-: las mantecadas son deliciosas de por sí, pero si le integras lo mejor de las conchas, obtienes algo doblemente delicioso. A mí si se me antojaría.
Carlos razonó un poco antes de responder. Siguió mirando el resto del artículo.
-No lo sé, nos estamos volviendo en una especie de científicos locos –comenzó a reflexionar-. No conforme de que se crean cosas así, también mezclan otros alimentos como donas, churros… no lo sé, creo que estamos jugando a ser Dios…
-Espera… ¿qué dices? –preguntó incrédulo Ernesto.
-Si. Mira, es como cuando se hizo el primer experimento genético con la oveja Dolly. ¿La recuerdas? La que lograron duplicar por completo. O los casos del maíz transgénico, que la modifican genéticamente para agregar más valores nutrimentales. Algo así pasa con el pan: la estamos modificando de manera horrible para dar paso a monstruos, algo así como Frankenstein…
Ernesto se quedó pensando por un momento, como digiriendo todo lo que su amigo le decía. Al final alzó la voz.
-Por eso no le caes bien a la gente, Carlos.

Related posts