RETRATOS HABLADOS

    •    Si Pancho Villa viviera


A todos nos gustaría un México pujante, más justo, ajeno a la corrupción y la impunidad. Casa abierta a las posibilidades para nuestros hijos, a la felicidad que finalmente debe ser el bien más importante que todo gobernante ofrezca a sus gobernados. Porque la felicidad implica un trabajo bien pagado, un sistema de salud eficiente y no la antesala de la muerte en que está convertido. La felicidad es esperanza, y la esperanza es la certeza que después de todo, las posibilidades están a la vuelta de la esquina.
    Lo mismo se aplica a cada una de las 32 entidades que hay en el país. Todos, de alguna manera, deseamos, aspiramos a que los años por venir, sean la oportunidad de ver esa transformación que esperamos desde que tenemos uso de razón.
    Mi padre murió con la certeza de que solo Pancho Villa pudo haber hecho un gobierno decente, pero por ser precisamente decente solo se sentó en la Silla Presidencial en son de broma y se aceptó incapaz de semejante tarea, aunque al ver lo que logró como gobernador de Chihuahua, todos coinciden en que sin duda habría hecho un buen trabajo.
    Admiraba de corazón al Centauro del Norte porque sabía tomar decisiones y nunca echarse atrás. Una vez platicó en el aeropuerto con su viuda Luz Corral, le preguntó todo el camino rumbo a la sala donde saldría su avión sobre Villa, y simplemente comprobó que había sido un personaje único.
    En la Ciudad de México, donde vivió hasta cinco años antes de morir, mi padre participaba en cuanta marcha había porque gustaba llevarle agua a los que caminaban por todas las calles, y creer que siempre había oportunidades para el cambio.
    En realidad le gustaba todo lo que recordara la Revolución Mexicana, porque su tío fue capitán primero en ese movimiento y le platicaba historias que vivió de primera mano.
    Al final de su existencia, mi padre empezó a confundir las Memorias de Pancho Villa de Martín Luis Guzmán, con las historias que le había contado su tío, pero era igual, porque las vivía, las disfrutaba y siempre concluía que como el Centauro del Norte nadie, porque durante su época de gobernador logró lo que pocos: darle esperanza a quienes ya no la tenían.
    Así que esa debe ser la tara de todo gobernante: recuperar la esperanza.
    Porque de alguna forma la habíamos perdido, y estábamos seguros que ya no regresaría jamás.
    Hoy seguro que si mi padre viera a tanto sinvergüenza en las filas del Presidente Electo, diría que no, que lo mismo le pasó a Madero por rodearse de pillos y cínicos que luego lo fusilaron. Que no se puede confiar en alimañas.
    Pero a veces la historia tiende a repetirse. Aunque puede evitarse si son bajados de la embarcación del futuro gobierno federal, tantos políticos mafiosos, de plano impresentables que tarde o temprano volverán a ser lo que siempre han sido.
    En Hidalgo deben ser echados por la borda los que hoy mismo ya se hacen pasar por “revolucionarios” y reclaman con su pasado de agresores de una sociedad que nunca va a confiar en ellos, porque simplemente son inconfiables; porque no se puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos y ocultar un pasado terrible, ofensivo para todos.
    Porque un cambio real no puede, no debe sostenerse sobre las bases de simuladores, que si Pancho Villa los viera los mandaba al paredón y luego “viriguaba”.

Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
Así que esa debe ser la tara de todo gobernante: recuperar la esperanza.
    Porque de alguna forma la habíamos perdido, y estábamos seguros que ya no regresaría jamás.
    Hoy seguro que si mi padre viera a tanto sinvergüenza en las filas del Presidente Electo, diría que no, que lo mismo le pasó a Madero por rodearse de pillos y cínicos que luego lo fusilaron. Que no se puede confiar en alimañas.

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