Vainilla

RELATOS DE VIDA

Cruelmente entendió que los animales de granja no son mascotas, solamente cinco días duró la pequeña pata en la ciudad, paseando entre los cuartos de la casa, recorriendo otras cosas e incluso otras partes de la capital, claro, siempre en el comodidad de un automóvil.
El día que fue encontrada, se encontraba disfrutando de los olores peculiares que expide un mercado en compañía de por lo menos 20 ejemplares más que buscaba reconocer algo o alguien, mientras se disputaban un pedazo de espacio en la caja.
Vainilla, como fue llamada por el color de sus plumas, fue elegida entre las decenas de patitos por el ánimo y alegría que mostraba; además de su fino porte y su graznido que acompañaba con una mirada fija.
Para que estuviera cómoda, le fue acondicionada una caja con cobijas, además del bebedero y comedero; sin embargo, la mayor parte del tiempo revoloteaba entre los pasillos de la casa, o subía al respaldo de los sillones para dormir.
Parecía que tenía un complejo de perico, pues después de tomar la siesta en el sillón, saltaba hacia la persona que se encontrara sentada y se acomodaba sobre su hombro; y ahí dormía un rato más, hasta que un ruido o movimiento la despertaban.
Algunas veces cayó debido al sueño tan profundo que tenía, pero así, sin más, se levantaba, se erguía y caminaba para volver a saltar hacia el sillón y recuperar el episodio que observaba en sus sueños.
Fueron cuatro días que alegró el hogar con sus graznidos, con sus pequeños vuelos, con sus grandes saltos, y sus recorridos; sin embargo, en el quinto día, literalmente dejó caer el pico y ya no despertó más.
Ahora está en el reino de los patos; estaba infectada, tenía una enfermedad característica de las aves, la cual no resistió; el deber del vendedor fue venderla ya vacunada, pero no estaba vacunada y ni siquiera avisó.
Mientras, la pequeña niña, le llora desconsolada, cruelmente aprendió que los animales de granja no son mascotas, y qué “vainilla”, fue la mejor patita que conoció.

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