PIDO LA PALABRA
Miguel Rosales Pérez
Si queremos ser grandes como País, debemos empezar en zanjar nuestras diferencias a través de los medios que nos otorga el derecho
Las elecciones ya pasaron, los candidatos perdedores seguramente ya asumieron su derrota; aunque resulta entendible la frustración de los primeros días posteriores a la hecatombe de sus Partidos Políticos ante la aplanadora morenista; el siguiente paso es preparar el cambio de estafeta, la transición pacífica y transparente es lo único que debería importar en este momento; dar muestras de madurez y civilidad política, eso ennoblece al vencedor y engrandece al vencido.
Sin embargo, las cosas no se están dando de la mejor manera posible, la grandeza del derrotado la están echando al cesto de la basura aquellos que pretenden quemar las naves antes que permitir un sano viaje del vencedor.
El efecto se está dando en algunas partes de la República; si bien es cierto, las leyes permiten y a su vez regulan las controversias poselectorales, también es cierto que muchas acciones se salen del estado de derecho que para bien o para mal nos hemos otorgado, en vano sería enlistar todos esos actos que se han dado y se seguirán presentando de aquí hasta el cambio de poderes, ya que son hechos notorios y conocidos por todos los mexicanos, e Hidalgo no es la excepción.
Pero todo esto, lejos de abonar a la democracia, sólo contribuye a generar un estado de incertidumbre absolutamente nociva para los fines de esa tranquilidad que tanto anhela el pueblo mexicano, muy al contrario, la ensombrece, e incluso puede generar una retracción en los planes de crecimiento, pues quien pretenderá invertir en un lugar en donde la ley del garrote es la que impera.
Quizá por ello, hoy reviste capital importancia los mensajes que desde las cúpulas políticas se envían a los pseudo-líderes abajeños; al estrechar la mano al que fue un aguerrido contrincante y comer en la misma mesa, lo que en realidad se está diciendo es que debemos estar dispuestos el dejar atrás las refriegas propias de la política, y dedicarnos a colaborar en la construcción de la forma de vida que queremos para las presentes y futuras generaciones.
El vencedor, deberá ser prudente en la victoria, el vencido, caballeroso en la derrota, pero unos y otros, entendiendo que el fin último es el bien público temporal y no las efímeras y quizá pasajeras batallas por intereses mezquinos de solo unos cuantos.
Tan patético es pretender esconder la larga cola de la corrupción en un mar de confusiones, como inoportuno y grotesco querer cobrar facturas ahora que se sabe pronto tendrán la sartén por el mango; ¿acaso alguno de los que hoy tiran la piedra está libre de pecado?, baste escarbar un poco para darnos cuenta que tanto los apedreados como los apedreadores, tiene la cara bastante sucia.
Si queremos ser grandes como País, debemos empezar en zanjar nuestras diferencias a través de los medios que nos otorga el derecho; si queremos un cambio radical, debemos empezar a cambiar nuestra forma de hacer política, ya no estamos en la época de las cavernas en donde imperaba la ley del garrote, pues como decía el Benemérito: “Nada con la fuerza: todo con el derecho y la razón”
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.