- Las editoriales se vuelcan en la cuestión profunda de la naturaleza humana con nuevos títulos que van más allá de la filosofía y buscan respuestas en la biología evolutiva
Rousseau consideraba “demostrado que los hombres y las mujeres no son, ni deben ser, formados de manera semejante en temperamento y carácter” y defendiendo por tanto la segregación educativa. O Aristóteles con su ocurrencia de que las hembras son “machos deformes”, y que las mujeres no pueden alcanzar la plena realización de sus capacidades humanas
Con todas sus pendencias seculares, la filosofía y la ciencia comparten el objetivo central de entender el mundo y nuestra posición en él. Y, en nuestros tiempos, Kant nos conduce forzosamente a Darwin, porque si toda la filosofía cabe en las cuatro preguntas del pensador prusiano —qué puedo saber, qué debo hacer, qué me cabe esperar, qué es el ser humano— y las tres primeras se pueden reducir a la cuarta, como él mismo se apresuró a señalar, el problema central de la filosofía tiene un inconfundible aroma a biología evolutiva. Llámenlo cientificismo si quieren, pero las reclamaciones a Königsberg.
La humanidad es resultado de una concatenación de sucesos contingentes de probabilidad ínfima.
Trece teorías de la naturaleza humana, editada por el filósofo Leslie Stevenson y escrita en colaboración con otros tres autores proporciona algunas pistas.
Cuando salió en inglés la primera edición de este libro, las teorías eran solo siete. “El número de teorías consideradas asciende ahora a trece (¡no somos supersticiosos!)”, dice Stevenson en el prefacio. Aprendemos aquí, por ejemplo, que Confucio no era tan optimista como se presenta a veces, ya que dejó dicho: “Aunque todos los seres humanos son sabios en potencia, en realidad eso sucede raras veces. Casi todos los seres humanos existen en un estado lamentable”.