RELATOS DE VIDA

 

¡Con una chingada!

 

  • Con una chingada, qué parte no entiendes, ya te explique con manzanas, y todavía de que te estoy ayudando te pones en ese plan.
  • ¿Cuál plan?, simplemente te estoy diciendo que no conozco las calles, no ubico la dirección que mencionas, y no tienes por qué hablarme de esa manera.
  • Es que no entiendes, haber ahí te va otra vez, subes el puente frente a la estatal, a unos metros de bajar el puente encontrarás un semáforo, ahí das vuelta en “u”, y más adelante, del lado derecho verás una plaza y ahí encontrarás el verificentro.
  • Ya voy en ese camino.
  • Está bien, Bye – termina la conversación vía telefónica y a los dos minutos, antes de aventar el teléfono al asiento del copiloto suena nuevamente y contesta – ¿qué pasó, ya estoy aquí?.
  • Ya vete, ya cerraron.
  • Pero tú dijiste que a las cuatro, son las cuatro con cinco minutos
  • Si, pero ya está cerrado.

 

La mujer simplemente emprende el camino de regreso a casa, pero los gritos recibidos del otro lado de la bocina hace apenas algunos instantes derivan en un sentido llanto, que aunque intentó disfrazar por la presencia de sus hijos, no le fue posible.

  • ¿Qué pasa mamá, estás llorando? – no hay respuesta a la pregunta de la pequeña hija, la madre no puede dejar de llorar y busca las palabras precisas para poder contestar a la niña.
  • Mami ¿estás llorando, dime qué pasa? – vuelve a cuestionar la hija, y con lentitud responde la mujer.
  • Si hija, estoy llorando, estoy cansada de que tu padre me grite, que trate de hacerme sentir una inútil o una pendeja. Estoy harta de que me humille, de su intolerancia, de que no sepa hablar y que solo trate de ofender – y rompe nuevamente en llanto. Hay un breve silencio cuando la pequeña nuevamente habla.
  • Mami, ya déjalo, él no te valora.

 

Las palabras de la niña, la madre las sintió como un balde de agua fría, y mientras analizaba dicha frase y la fuente de la misma se secaba las lágrimas, comenzó a dibujar una sonrisa en el rostro, y simplemente esbozó – Gracias, mi niña, te amo – Simplemente la visión de vida fue diferente, cada día demostrando de lo que era capaz, como un ejemplo para ella y sus hijos. Y la venda que tenía en los ojos, finalmente lo mandó a la Chingada.

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