LA BATALLA DE LAS IDEAS

CONCIENCIA CIUDADANA
Los valores son, las ideas más complejas de todas, porque a la vez que dependen de aquellos conocimientos formados de la realidad objetiva, ellas son autorreflexivas y críticas

Para algunos, la filosofía no tiene por qué meterse en el “bajo mundo de la política”, con la que debe poner la sana distancia que demanda la reflexión del crítico, la imparcialidad del investigador y la rectitud del hombre moral. Cierto es que entre filosofía y política ha de mantenerse una distinción semejante a la que en la ciencia se da entre el observador y el objeto de estudio, sin la cual la subjetividad del investigador puede sesgar el resultado que le arrojan los datos de la realidad objetiva. Pero aunque la filosofía comparta con las ciencias su apuesta a la razón, su tarea es de distinta índole; ella tiene que involucrarse en las ideas o especulaciones mediante las cuales el ser humano comprende, ordena y dirige sus experiencias;  fraguadas  en el desarrollo de su propia acción a lo largo de su historia.
Siendo consustanciales a la vida humana, las ideas no pertenecen a un mundo ajeno al nuestro, sino que se generan y desarrollan acompañándonos en todos los órdenes de nuestra vida y nuestra actividad modeladas por otras ideas y condiciones contextuales de nuestra realidad cotidiana. El mundo humano es, a contrario sensu de lo que frecuentemente se piensa, un mundo de ideas tanto como un mundo de realidades materiales, interactuando entre ellos en una dialéctica infinita y constante.
La acción humana se dirige por ideas: Desde aquellas que surgen espontáneamente con la actividad empírica, hasta las que  se elevan a los estadios superiores de la inteligencia, la razón o los valores, ampliando nuestro conocimiento y nuestra consciencia de ser en el mundo
Los valores son, las ideas más complejas de todas, porque a la vez que dependen de aquellos conocimientos formados de la realidad objetiva, ellas son autorreflexivas y críticas: Nos hacen pensar en nuestros actos y sus consecuencias como de igual manera de los de quienes no son ni piensan como nosotros, pero que comparten la misma naturaleza sensible, inteligible y racional que nos distingue. De este género de pensamiento y acción es la política; sin duda una de las actividades humanas más complejas, no sólo por su dificultad operativa, sino por el esfuerzo que implica conocernos a nosotros mismos; saber lo que conviene o no a nuestra propia naturaleza o necesidades y distinguir los bienes o beneficios particulares de los correspondientes al beneficio común y de éste, el bien superior y el bien posible de obtener en medio de circunstancias siempre turbulentas y cambiantes.  
Tan difícil resulta encontrar tales capacidades entre la multitud de integrantes de una sociedad política; que hizo pensar a varios filósofos -entre ellos al gran Platón-, que los gobernantes deben ser electos sólo entre los filósofos; únicos dignos de  desempeñar tal tarea.
Platón mismo quiso poner en práctica su fórmula convenciendo a cierto príncipe de Siracusa de adoptar sus ideas políticas; con tan mala suerte, que solo logró ser puesto a venta  por aquél en el mercado de esclavos, donde afortunadamente lo reconoció un paisano quien lo compró y envió de regreso a Atenas, donde nunca más intentó poner sus fórmulas en práctica, decisión que no solo le salvó de nuevos descalabros, sino permitió a la humanidad entera contar con una de las más bellas teorías políticas  habidas en la historia, en la que innumerables  generaciones de juristas, hombres de estado, políticos o educadores han encontrado inspiración fecunda para llevar a cabo sus tareas, transformando sus ideas en realidades concretas en el campo del gobierno, la educación, la guerra, la justicia.  
La organización social y política es, pues, en gran medida, la concreción de las grandes ideas de Platón –así como de otros grandes filósofos de la historia; haciendo mella en el pensamiento y la acción de la humanidad no solo en el mundo de las  ideas sino en el mundo práctico; aunque no necesariamente en la ilustración de sus gobernantes; sino “como valores y conocimientos que “flotan” en el centro de la cultura, el lenguaje, los valores y las costumbres que forman parte de la civilización humana.
Una idea filosófica puede convertirse –igual que otras, en un gran propósito a conseguir, y entonces hablamos de un ideal. Hubo ideas que fraguaron en ideales hace tiempo y aún no nos abandonan; una de ellos es la democracia. Dicha noción parte de otra idea o ideal revolucionario en su tiempo –y creo que todavía inalcanzado: Que todos los miembros de una sociedad, tienen los mismos derechos y obligaciones más allá de las condiciones que la fortuna haya querido concederles. Equiparar en posibilidades y recursos mínimos al “prohombre y al villano” es un ideal que nos ha movido desde hace más de 2000 años y que, por su propia fuerza transformadora, humanizante, seguimos tratando de convertir todavía en realidad en los tiempos actuales.
Entre nosotros, aunque a veces no nos quede tan claro y pensemos que ya lo hemos olvidado y hasta rechazado, el ideal democrático ha movido a los mexicanos desde el inicio de la vida nacional. Algunos han pensado en él sólo como una forma de elegir a los gobernantes o de organización y convivencia política; otros, lo entienden el cumplimiento de un contrato originario de común acuerdo y, por su parte, hay quienes lo ven como una fuente de inspiración de la voluntad colectiva dirigida a reducir o terminar las abismales diferencias y discriminaciones habidas entre los mexicanos.  Son las prioridades y los intereses particulares, los que fomentan la diferencia en la interpretación de lo que significa la democracia, mas no el ideal mismo que ella representa; por lo que alcanzarla se convierte no solo en un problema político, sino también ético, social, científico y hasta religioso políticamente más importante de nuestro tiempo.
Como vemos, más allá de la evidente confrontación de personajes, partidos políticos, medios de comunicación y opiniones de todo género; han sido las ideas y los ideales los que se han enfrentado y nos han enfrentado unos con otros en el ejercicio político que nos absorbió la atención durante tantos meses. Es difícil pensar así cuando lo que más se criticó a los actores políticos fue justamente la falta de programas e ideas políticas a discutir; pero como hemos visto, las ideas y los ideales son entes vivos, que lo mismo nos activan, enajenan o distorsionan nuestra visión de la realidad social.   
Hoy, esas diferencias se decantaron en la conciencia ciudadana impulsándola a poner fin a un sistema político agotado en sus posibilidades para generar una sociedad más justa, equitativa, sensible al bien común y a los derechos sociales.  El ideal democrático revitalizado empujó esa gran decisión colectiva dirigiéndola hacia nuevas alternativas que solo algunos pocos vislumbraron anticipadamente en medio de una crisis del sistema gobernante -que es al final de cuentas una crisis de ideas e ideales; haciendo nacer en la ciudadanía el deseo de aventurarse hacia un nuevo ideal democrático; más allá de las condiciones concretas que nos acompañan.

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