“Apretaos, apretaos todo lo que podáis”, dice un pasajero del metro que se dirige hacia el distrito de Maltepe, al este de Estambul (Turquía). El vagón es una masa de cuerpos sudorosos, tan repleto como está de seguidores del candidato opositor Muharrem Ince.
Pero en las estaciones aún espera más gente con la intención de acudir al mitin de cierre de campaña del candidato de centro izquierda a la Presidencia turca en las elecciones de este domingo.
“¡Somos soldados de Mustafa Kemal!” (el fundador de la Turquía laica), “¡Derechos, ley, Justicia!” y “¡Aire acondicionado!”, son algunos de los eslóganes que corean los pasajeros del metro.
El objetivo de todos ellos es observar de cerca a la gran esperanza del Partido Republicano del Pueblo (CHP), la principal formación opositora, para derrotar al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que nunca ha perdido en las urnas desde que su partido accedió al poder en 2002.
Las encuestas sitúan a Ince con una intención de voto cercana al 30%, a más de 15 puntos del veterano mandatario islamista pero con posibilidades de forzar una segunda vuelta en la que podría concitar el apoyo del resto de partidos contrarios al oficialismo. Desde luego, en más de tres lustros de Gobierno islamista, no se había visto nunca a una oposición tan ilusionada por la posibilidad de un cambio de ciclo.
“Este domingo será un día completamente diferente”, asegura Ince desde el estrado, en un discurso en el que se compromete a restaurar “la independencia de los tribunales” y la democracia, así como a “viajar a todas las capitales europeas para acelerar el proceso de adhesión a la UE”, prácticamente congelado desde hace una década.