Lo que queda de un debate sin fortuna

 

 

  • Fue un debate donde los perdedores fueron los candidatos y electores. Los candidatos, porque perdieron la posibilidad de plantear con claridad sus propuesta de gobierno, de lo que se desentendieron más de una vez y fueron reconvenidos por quienes dirigían el debate; los ciudadanos, porque no tuvieron la oportunidad de conocer las verdaderas propuestas de los candidatos para gobernar, ni argumentos sólidos que pudieran convencerlos para otorgarles su voto.

 

 

 

Los candidatos a la presidencia enterraron sus propuestas sobre crecimiento económico, pobreza y desigualdad, educación, ciencia y tecnología, salud, desarrollo sustentable y cambio climático, en medio de las descalificaciones y su propia defensa ante sus rivales, haciendo el ridículo frente a los electores quienes recapitularon sus historias personales ante sus afirmaciones y reían de sus afirmaciones, donde la corrupción volvió a ser el punto medular de descalificaciones y ataques.

Fue un debate donde los perdedores fueron los candidatos y electores. Los candidatos, porque perdieron la posibilidad de plantear con claridad sus propuesta de gobierno, de lo que se desentendieron más de una vez y fueron reconvenidos por quienes dirigían el debate; los ciudadanos, porque no tuvieron la oportunidad de conocer las verdaderas propuestas de los candidatos para gobernar, ni argumentos sólidos que pudieran convencerlos para otorgarles su voto.

Después de todo, como las encuestas, los más de 11 millones de televidentes no decidirán los destinos de México. Serán 88.7 millones de electores los que potencialmente podrán acudir a las urnas el 1 de julio para decidir los destinos del país, para elegir al presidente del país, a los senadores y diputados, en algunos casos, para elegir gobernadores, presidentes municipales y diputados locales, según el Instituto Federal Electoral (IFE); y entre todos esos electores, estarán los más de 32 millones de hombres y mujeres que sobreviven en la economía informal, los ciudadanos que forman parte de los más de 55 millones de pobres de México.

En medio de cambios radicales en el entorno externo y en las relaciones de México con los Estados Unidos, el nuevo presidente de México deberá enfrentar el reto de dejar de administrar el país y modificar la política económica seguida hasta hoy. En 2012, el presidente Enrique Peña Nieto criticó a los gobiernos que lo antecedieron de dedicarse a administrar el país en lugar de buscar soluciones a los problemas, hoy lejos de mejorar el nivel de vida de millones de mexicanos, se palpa un deterioro sustancial de los ingresos de los hogares y un aumento de la pobreza, sobre todo por la falta de oportunidades de empleo y porque los puestos de trabajo creados son de muy mala calidad en la remuneración que reciben.

Las reformas del presidente Enrique Peña Nieto no deben magnificarse. Las reformas sirvieron para abrir las ramas de la energía y las comunicaciones al mercado, a la inversión extranjera; sirvieron para intentar crear reguladores capaces de poner orden en mercados con pocos competidores, para garantizar la competencia en mercados y evitar los precios de oligopolio, como sucede hoy; pero esos cambios estuvieron lejos de una estrategia de desarrollo.

Ni la reforma financiera ni la educativa y, menos, la política sirvieron para profundizar la democracia en el país. La financiera estuvo orientada a dar seguridad a los bancos en la recuperación de sus préstamos, pero no a garantizar el acceso al capital a consumidores y empresas, quienes han optado por contratar créditos en el extranjero mucho más baratos que en México; la educativa se trató más bien de una revancha del gobierno contra uno de sus sectores más fieles y se orientó a ordenar laboralmente lo que el partido en el poder había provocado durante años.

Una reforma educativa tiene que estar orientada a actualizar el sistema de educación y a ponerlo a la altura de las necesidades del aparato productivo del país. La reforma no respondió a los cambios en el aparato productivo y las necesidades de las empresas, jamás se redefinieron los perfiles profesionales de los egresados, los contenidos de los programas de estudio ni las competencias demandadas por las empresas, ni se realizó una reforma curricular de las carreras, para evitar que miles de profesionales graduados terminen trabajando como taxistas o vendedores ambulantes.

México merece mucho más de lo que los candidatos han ofrecido a los electores en el debate. Sobre todo, los electores requieren fuentes de trabajo y mejores salarios, algo que los candidatos a la presidencia y al Congreso deberán tener en cuenta en su trabajo futuro; la corrupción, inseguridad, el crimen organizado y la delincuencia, tienen sus orígenes en la falta de posibilidades de acceder al trabajo formal, a la educación y a la salud, más que al derecho de recibir dinero en efectivo mensualmente, a través de los diferentes programas sociales, los mexicanos requieren un cambio en la política económica que les permita tener acceso al trabajo y mejorar los ingresos de sus hogares.

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