Un Infierno Bonito

LA MALDAD
Trabajábamos en la mina de San Juan Pachuca, era un 23 de diciembre, estábamos enojados porque era Nochebuena, y nos mandaron a trabajar en un frente de la mina de Santa Ana, a 480 metros de profundidad.

Salíamos muy cansados, casi engasados por el fuerte olor a pólvora. El calor de la mina era inaguantable, me dolía mucho la cabeza y me pesaban las patas.  Para salir del laborío y llegar a la superficie teníamos que caminar media hora, en el túnel angosto húmedo, con nubes de polvo y bajar 80 metros de escaleras verticales, caminar 3 kilómetros por el túnel que parecía horno. No teníamos ni una gota de agua para tomar. Me dijo “El Chocolate”, que era mi perforista:
    •    ¿Qué pinche calor se siente? Parece que no abrieron el ventilador, y como si anduviéramos en el infierno con los diablos.

–    Los motoristas son muy maldosos, cierran la puerta del túnel del despacho para que no entre el aire y sintamos el calor.
Se me quedó mirando y me dijo:
    •    Te ves muy cansado.

    •    ¡Ay, cabron, ya no puedo! Vamos a descansar un rato, mientras me repongo. 

    •    No mames, ya no tarda en tronar la disparada y si nos agarra el humo nos podemos engasar.

Antonio “El Loco”, que era nuestro compañero, dijo:
    •    Pobrecito de “El Gato Seco”, tiene el hocico abierto, parece perro cuando tiene sed. Se le doblan las patas, su madre no le ha de haber echado clara de huevo en las corvas cuando estaba chiquito. 

“El Baldo”, otro de los compañeros, le sugirió:
    •    Llévatelo cargando.

    •    Si no soy agua.

    •    A tu hermana le bajo la nagua.

    •    Me la llevo hasta Nicaragua.

“El Cuervo”, enojado, les pegó en la gorra y les dijo:
    •    En lugar de estar chingando a “El Gato Seco”, ayúdalo.

    •    Si no soy partera.

Con mucho trabajo llegamos a las escaleras donde teníamos que bajar, eran escaleras con barrotes clavados en la piedra. Dijo “El Chocolate”:
    •    “El Gato” que se baje primero, por si se cae, que se dé en la madre solo; si lo dejamos al último nos puede llevar de corbata.

Entendí lo que me dijeron, y les dije:
    •    Está bien, yo me bajo primero.

    •    Los calzones.

    •    Estaban cansados pero lo albureros no se les quitaba. Caminando muy despacio, llegamos al túnel general y nos sentamos un rato mientras nos entraba aire.

Después llegamos al túnel que nos sacaría al despacho de la mina. Seguimos caminando, eran como las 2 de la mañana, pasamos por un laborío en ruinas. Me preguntó “El Chocolate”:
    •    ¿La llevas bien con los ruineros?

    •    Sí.

    •    Me los entretienes, les voy a robar el agua. A ver si tienen.

    •    No mames, pobres cuates, acaban de entrar, nosotros vamos de salida.

    •    Eso me vale madre. A que lloren en mi casa, o a que lloren en la tuya, mejor en la de ellos. Vente. Tu caminas adelante y yo atrás. Me los entretienes mientras les robo el bote de agua.

Le proteste a “El Chocolate” pero me regañó y me dio una fuerte patada: -Haz lo que te digo, y cállate el hocico.
“El Chocolate” apagó su lámpara y se fue atrás de mí para que vieran que iba solo. Los trabajadores de las ruinas estaban laborando sobre una tarima de tres metros de altura. Les grité:
    •    ¡Hey, de arriba!

    •    ¿Quién eres?

    •    Tu padre.

    •    Mi padre no levantaba la pata para miar.

Me subí a la tarima, y me dijo “El Chupas”:
    •    Quihubole, pinche “Gato Seco”. ¿Qué se te perdió por aquí? Es mejor que te largues.

    •    Vengo a buscar a “El Chicas”.

“El Chicas” era su encargado. Me dijo “El Pirrín”:
    •    Ya se murió “El Güey”, le cayó una piedra a media madre, y quedo embarrado.

Me dijo el Tejocote.
    •     Bueno ya No nos vengas a quitar el tiempo, tenemos el hijo atravesado, te veo muy sospechoso cabrón, para mí que nos vienes a robar algo. Porque tienen cara de ladron

    •    El día que les robe, se van a quedar huérfanos.

    •    Si no esta El chicas, ya me voy.

    •    De nalgas hasta donde estoy.

Cuando me estaba bajando me dijeron de cosas, me mentaron la madre y me aventaron piedras en la gorra, tuve que echarme a correr, y me grito El chupas.
    •    Adiós pinché Gato Seco, me saludas a tu jefa, y le dices, que hoy no voy a dormir con ella, porque me voy a quedar con la mamá del Pirrín.

Cuando llegue mis compañeros El chocolate, El Loco, El Cuervo, y El Baldo, estaban sentados en la vía, muy satisfechos  por el agua que se habían tomado, me dijo el Chocolate.
    •    Valió la pena que te hayan mentado la madre, el bote tenía más de la mitad de agua, y sabe a toda madre.

Me dieron el bote de agua, y bebí como desesperado, y me repuse, podría decir, que volví a la vida. Cuando llegamos al despacho de la mina, que es el lugar donde sacan a los mineros a la superficie, me forme atrás del Chicas, que era del barrio de la Palma, muy amigo de mis hermanos, al verme cansado me dijo.
    •    Te habías de venir a trabajar conmigo, con esas madrizas, que llevas, y con lo flaco que estas, un día te vas a morir.

    •    Es que ando en el contrato porque gano más dinero, y tú no dejas propina.

    •    Como chingados no, lo que pasa es que mis trabajadores, son muy huevones los cabrones, El chupas, falta mucho, el Pirrín se incapacita seguido, y el Tejocote, es más flojo que su madre. Hace rato cuando me venía los encontré sentados, les llamé la atención y se burlaron de mi, que me encabrono y que los pongo a quebrar piedras con el marro, me la mentaron, cuando baje de la tarima me dieron de piedrazos, me iba a subir pero no me dejaron, pero me la pagaron, fui por mi compadre el Gallinazo, y que nos miamos en el bote del agua, que van a tomar.


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