LAGUNA DE VOCES

    •    Tarde o temprano llega el destino; o llegamos al destino


El destino se asomó por primera vez la mañana en que el cielo amaneció anaranjado con franjas rojas. Pero no era el paisaje. El destino tenía rostro exacto, no sólo fácil de recordar sino de comprobar en el futuro que se veía lejano con el de quien apareció, y simplemente dijo que la vida de  ningún modo es asunto de azar, sino un plan definido que no hacía sino comprobar que, después de todo, no éramos dados tirados por un jugador empedernido que usa de paño verde el azul oscuro del universo.
    Así que el destino vestía siempre un abrigo que le llegaba hasta las rodillas, una boina, y unos ojos que reconoció desde el primer instante. Llegó una noche en que la puerta se abrió sigilosa y miró con paciencia el sillón, un escritorio y una cortina que se había quedado trabada desde tiempos inmemoriales. Ni ella estaba, ni él tampoco.
    Pero estarían.
    Así que en ese lugar vacío simplemente habitaban las posibilidades, el destino que se construye con tanta calma que parece inexistente. Espera, se presenta como una visión sin sentido, ajena al presente que uno dice vivir, pero con un algo que recuerda la tentación de los sueños.
    Tendrían que pasar años y años para reconocer a esa mujer de abrigo oscuro con una niña de la mano, tropezar una y las veces que fueran necesarias sin dar con el rostro exacto que todos miramos al nacer, porque nacimiento y destino van de la mano, pero el olvido nos lleva a desiertos sin sentido, a veces imposible del abandono.
    Cada espacio de la existencia es marcado por la dicha, la desdicha, el amor, el desamor, el principio y el fin. Y en ocasiones se disfraza de enfermedad despiadada, pero regularmente es una broma, o un salto a nuevas oportunidades que ya no se cumplen en esta realidad que pensamos es la única.
    Con toda seguridad esas personas son las elegidas para tener la libertad de ir a donde les dé la gana, regresar, volver a irse y así hasta que un día cualquier construyen la casa eterna donde toman chocolate con pan de dulce.
    Pero a otros, la mayoría, les toca el camino largo de los descubrimientos, de renacer cuando todo se creía perdido, y dar testimonio año con año, de que el destino se cumple porque para eso es destino.
    Por supuesto hay los que se equivocan irremediablemente, porque perdieron la lista de signos que debían seguir, y un día cualquiera se cansaron de tanto andar. No hay por qué criticarlos ni compadecerlos, porque existe también la posibilidad de aceptar un destino falso, que después de todo no resulta tan malo.
    Sin embargo reconocer el camino único que nos fue asignado desde el principio de los tiempos, es una tarea única, reservada para unos cuantos, o tal vez muchos porque la verdad desconozco el campo de las estadísticas en esa materia, que luego entonces se quedan espantados cuando ese destino se presenta de frente, sin avisos de ningún tipo. Y a veces de tanto espanto no se hace nada y el destino se vuelve a desaparecer.
    Pero una vez visto, reconocido, es posible encontrarlo sin problema alguno. También es cierto que en ocasiones llegó tarde. Pero no es así, llega en el momento justo, exacto con horas, minutos y segundo. Antes no, antes nunca.
    Así que de pronto la mujer de abrigo y niña en la mano resultó justamente la primera visión que al nacer, todo ser humano tiene derecho a mirar y rezar para que se acuerde de ella en un futuro próximo o muy lejano.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajaurez.mx
@JavierEPeralta

CITA:
Así que el destino vestía siempre un abrigo que le llegaba hasta las rodillas, una boina, y unos ojos que reconoció desde el primer instante. Llegó una noche en que la puerta se abrió sigilosa y miró con paciencia el sillón, un escritorio y una cortina que se había quedado trabada desde tiempos inmemoriales. Ni ella estaba, ni él tampoco.
    Pero estarían.

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