Una tarea que nos reclama el tiempo actual

TIEMPO ESENCIAL IX
Y así sucede también en nuestra vida cotidiana, donde es el sentido práctico y, en último término la utilidad y el egoísmo, los que conducen nuestra acción diaria; llevándonos a concluir que sólo lo útil es bueno y dejando a un lado saber qué significa ser bueno y cómo podemos encontrar en nuestras acciones y nuestras relaciones, la forma de comprendernos y entendernos mejor bajo el bien común del que tanto se habla pero poco se sabe.  

Escucho el golpeteo de un martillo sobre una barra metálica; pasan los vehículos frente a mi casa dejando su huella gaseosa, cuyos aromas llegan a mi olfato; oigo el ir y venir y percibo la presencia de quienes se encuentran dentro de mi hogar. Salgo a la calle y las texturas, los olores y movimientos me envuelven; me dirijo a mis quehaceres igual que otras personas que se cruzan en mi camino y yo en el de ellas, indiferentes a mi presencia y ocupadas en llegar a donde se dirigen.
    Escucho conversaciones que se aproximan y alejan en unos cuantos segundos y hago con su presencia, sus palabras, expresiones y movimientos, ciertas inferencias inconscientes semejantes a las que le permiten a una hormiga orientarse con sus antenas en el intenso movimiento del hormiguero. Estas experiencias no son todo para mí ni para ellas, pero conforman la idea inmediata de mi mundo y el de quien en cierto modo comparte conmigo el mismo tiempo y circunstancias.
    Pero como a cualquiera de ellos, esas experiencias inmediatas y constantes me hacen deducir frecuentemente que esa realidad que veo y comparto con ellos solo de manera circunstancial es la realidad entera, y que mi mundo (siempre cambiante) es el mundo. Y eso sucede porque nuestra mente suele sacar conclusiones apresuradas, antes de que la inteligencia entre a imponerle un orden a sus experiencias, obligándola a reconsiderar lo que los sentidos o experiencias más inmediatas le dicen de la realidad, y aplicándole el orden racional que nos obliga a revisar nuestros datos de la experiencia inmediata y buscar las explicaciones sustentadas de los conceptos,  juicios, argumentos, investigaciones e interpretaciones.
    Dichas operaciones nos llevan por necesidad, a revisar nuestras apreciaciones surgidas de las observaciones, las experiencias y las inferencias que conforman los cuadros mentales a los que consideramos como nuestra realidad, nuestro mundo, y que pueden llevarnos a  creer que ellas son, nada más ni nada menos que “el mundo real” en su totalidad.
    Pero la experiencia inmediata no es la única que puede hacernos pensar que lo que vemos, escuchamos o palpamos es en sí la realidad y que no hay nada más que pueda serlo; como sucede a quienes, como Santo Tomás, creen que mientras no vea y no toque ni escuche lo que me dicen no tengo por qué aceptar que algo sea verdad (“hasta no ver, no creer).  
    Pero no sólo los sentidos nos engañan haciéndonos pensar que si algo no se percibe no es verdaderamente real. Existen además otras formas más sofisticadas de creer que la realidad es algo que está fuera de nosotros y no en aplicarnos a atender seriamente lo que sucede fuera y dentro de nuestra propia mente; lo que sucede por ejemplo, cuando creemos que lo que nos dicen nuestros amigos, padres, maestros, gobernantes o medios de comunicación por el sólo hecho de decirlo ellos es la pura verdad. En ese caso que estamos haciendo es considerar que la realidad es algo que dicen los que tienen autoridad para afirmarlo, porque son los que saben y entonces creemos que la verdad se encuentra avalada por un principio de autoridad.  
La experiencia personal y los avatares que nos tocan vivir terminan por revelarnos que tal creencia es infundada; que no hay ser humano que no se equivoque y más aún, que no actúe frecuentemente con el ánimo de engañarnos, de tratar de manipular nuestra apreciación de la realidad con propósitos inconfesables.
Cuando caemos en la cuenta de tales falsedades, solemos dejar de creer todo lo que nos dicen; y si la desconfianza cunde en la sociedad, la mayor parte de la gente termina por desconfiar de todo lo que le dicen y de todos los que le dicen algo, sea verdad o mentira; es decir, nos volvemos escépticos.  
Sin embargo, el escepticismo también puede ser un obstáculo para que alcancemos un conocimiento cierto de la realidad; porque una cosa es no creer todo lo que vemos o nos dicen, y otra es creer sólo aquello que una inteligencia entrenad puede afirmar que, en efecto, aquello que creemos es verdaderamente real.
Y entonces la cosa cambia. Porque no sólo vamos a creer ingenuamente, sino también a dejar de creer ingenuamente. Ni todo lo que sabemos o podemos saber es verdad ni todo es mentira. La realidad de las cosas, de las palabras con las que afirmamos los datos o principios con los que se argumenta la verdad de algo pueden ser ciertos; pero para saber que lo son o no, deben pasar por la prueba de los principios que guían a nuestra propia inteligencia y afirmar entonces su verdad. Y esa es, en resumen, la tarea intelectual de la filosofía, ayudarnos a distinguir entre la verdad y la mentira, lo real o lo irreal, lo bueno y lo malo; no sólo como un conocimiento más, sino porque mediante ellos podemos reconocer si cualquier actividad humana es verdadera o falsa, real o irreal, buena o mala.
Pero si con lo dicho podemos deducir que todo conocimiento y experiencia humana requiere saber si lo que conoce, investiga o experimenta es real, verdadero o bueno y cómo lo es; no por ello podemos afirmar que tales pretensiones estén presentes en los conocimientos, capacidades, hábitos o principios morales que recibimos por la educación, la ciencia o la cultura de nuestro tiempo; porque intentar que se sepa, no es objeto de la atención de ninguno de sus conocimientos técnicos o profesionales.
En ese tenor, podríamos decir que no resulta necesario para quien estudia leyes conocer lo que es   la justicia; pues un abogado puede dominar con éxito los códigos y procedimientos y las técnicas y habilidades forenses sin que reflexione sobre ese problema central del derecho; ni el médico requiere conocer qué es el hombre, a pesar de que por decenas los atiende diariamente en hospitales, clínicas y consultorios. Igualmente el conocimiento de quien enseña puede reducirse a trasmitir sus conocimientos, mediante las técnicas apropiadas sin saber qué es educar y por qué educa; y al investigado pudieran bastarle el dominio de las técnicas y procedimientos de su campo específico, sin ponerse a pensar si tiene claro lo que significa para el él ser, el conocimiento o la realidad.
De esa manera, se instala una forma más de conocer donde la realidad se confunde con lo que hacemos o queremos hacer, y no con la actividad que nos oriente a buscar el sentido y significado de aquello que hacemos y sabemos ,de lo que sentimos y queremos.
Y así sucede también en nuestra vida cotidiana, donde es el sentido práctico y, en último término la utilidad y el egoísmo, los que conducen nuestra acción diaria; llevándonos a concluir que sólo lo útil es bueno y dejando a un lado saber qué significa ser bueno y cómo podemos encontrar en nuestras acciones y nuestras relaciones, la forma de comprendernos y entendernos mejor bajo el bien común del que tanto se habla pero poco se sabe.  
Y no es que personalmente juristas, médicos, investigadores, educadores y hombres y mujeres “comunes y corrientes” no percibamos la necesidad de comprender lo que realmente le da sentido e interés a nuestras propias tareas y vocaciones; sino que por circunstancias históricas que algún día comentaremos, la formación del profesionista, el investigador, el educador o el ciudadano común fueron concentrándose en sus “tareas prácticas”, sin pensar que éstas no lo son por sí mismas; sino porque la acción y la razón humana fueron determinando su configuración actual y que ahora, en medio de una crisis mundial de las ideas y creencias sociales, económicas, políticas, religiosas y culturales, no queda otra alternativa más que echar a andar nuestra inteligencia reflexiva  construir un camino mejor hacia el futuro.
La filosofía debe pues, hacerse presente entre nosotros.
 

Related posts