Un Infierno Bonito

CHUCHO “EL PESCADO”

Una vez, Chucho “El Pescado” regresaba de su trabajo en la mina de San Juan, y al entrar a la vecindad escuchó los gritos de su vieja, parece que estaba pariendo chayotes. “El Pescado” se metió corriendo, y encontró a su mujer arriba de la mesa, abriendo los ojos desorbitadamente. No dejaba de gritar. Le preguntó:

    •    ¿Qué chingados haces arriba de la mesa? Pareces chango.

La señora le contestó, señalándole con el dedo:
    •    Una ratota se metió debajo de la estufa.

“El Pescado” se empino para asomarse, y se levantó como resorte:
    •    ¡Ay, en la madre! Bájate, le picas con la escoba y yo la destripo de una patada.

    •    Ni madres, me da mucho miedo.

    •    Nada más le picas con la escoba.

    •    ¿Si me muerde?

    •    No te pasa nada; pícale con el palo.

La señora se bajó de la mesa temblando de miedo, metió el palo de la escoba debajo de la estufa. La rata salió corriendo. La mujer, de un brinco se subió a la mesa, mientras que “El Pescado” le aventaba patadas a lo loco, corriendo de un lado a otro. La mujer le gritaba:
    •    ¡Allá va, viejo! Se metió en ese cajón.

    •    Yo la cuido que no se salga, ve a decirle a mi compadre que me preste su gato.

    •    Újule, ese pinche gato no es ratonero, se la pasa todo el día durmiendo, y por la noches anda con las gatas, llega en la madrugada.

“El Pescado”, con el palo de la escoba le picaba por un lado. La rata salía y se metía en otro. Su vieja lo guiaba diciéndole dónde estaba:
    •    Se metió debajo de la cama; ya salió y se fue abajo del trastero.

“El Pescado” corría de un lado a otro y no la podía matar. Le dijo a su vieja, muy enojado:
    •    Cállate, me pones nervioso por tus pinches gritos. En lugar de darle en la madre a la rata te voy a dar a ti.

    •    ¡Allá va!

    •    Que te calles el hocico. ¿Qué no entiendes? Bájate a picarle.

La señora, con mucho miedo, se volvió a bajar. Vio a su viejo tan enojado que si no lo obedecía le podía dar un soplamocos. Agarró la escoba, le pico debajo del cajón, y salió la rata. La señora, de un salto se subió a la mesa y no dejaba de brincar, parecía que bailaba un jarabe tapatío
    •    !Allá va, allá va!

    •    Pinche rata, ya me cayo gorda. Me cae que no se me escapa.

“El Pescado” se metió a su cuarto, sacó un bat, y como si estuviera quebrando la piñata, correteó a la rata, aventando madrazos a lo cabrón. Quebró el trastero, el cajón, la estufa, vasos, platos. Aventó un golpe con el bat, pero la rata brincó a la ventana, y el golpe lo dio a su vieja en el lomo, que sonó como tambora. La rata se salió por un agujero que tenía la puerta. La señora no dejaba de chillar, y se retorcía como tlaconete en sal.
    •    Ay, ya me acabaste de chingar, me duele mucho la espalda.

    •    Tú tienes la culpa, para qué te atraviesas.

 Sobándose, al ver sus cosas cómo quedaron, le reclamó a su viejo:
    •    Ya le diste en la madre a todos mis muebles. a los platos, a la estufa. ¿Adónde te voy a hacer de comer?

    •    Saca el bracero, compras carbón y te pones a guisar.

    •    Para ti todo es fácil; al menos hubieras matado a la rata.

    •    Ya no me hagas encabronar. Tu la espantabas, por tus pinches gritos que dabas. Ve a comprar teleras, las rellenas de queso y haces tortas. 

Por ese día comieron. Por estar recogiendo los vidrios y todo lo que se quebró, les agarró la noche. Al día siguiente “El Pescado” se fue a trabajar. Como no le pusieron tacos, en el camino compró tamales. Sus compañeros lo criticaron:
    •    Habías de parar de las greñas a tu pinche vieja para que te ponga tacos; a mí se me hace que es huevona.

    •    No te pongas pendejo, primero investiga. En la casa se metió un rata,  por querer matarla le di en la madre a la estufa; no hay dónde calentar. Pero mañana voy a traer tacos. Además tú qué me criticas, cabrón, si luego tu vieja no te pone nada.

“El Pelón” metió paz. Se estaban calentando los ánimos, y le dijo al “Pescado”:
    •    Ten mucho cuidado con las ratas, muchas tienen rabia. Si te muerden ya te cargó la chingada. Si quieres vamos a decirle a mi primo que te regale tantito cianuro; él trabaja en la Hacienda de Loreto y se lo puede robar.

    •    ¿A poco con cianuro se mueren?

    •    Es un veneno muy poderoso, con que se coman tantito y adiós.

    •    ¿Cómo se usa?

    •    Es muy fácil: agarras la rata, le abres el hocico y le echas el cianuro, y listo.

    •    No seas mamón, güey. Te estoy hablando en serio.

    •    Pus no seas pendejo. El veneno se unta en un pan o en una tortilla. Lo cierto es que es muy peligroso.

    •    Te voy agarrar la palabra, porque la rata está re grandota. Ayer, por querer darle en la madre, con un bat traté de matarla, daba garrotazos para todos lados; total, quebré todo y no la maté. Estoy muy  preocupado, le di un putazo con un bat a mi vieja, en el mero lomo, que le tronaron los huesos. No dejaba de chillar. Le dije que fuera a ver a mi suegra, a ver qué le echaba, porque del madrazo quedó jorobada. Si se vuelve a meter vamos a ver a tu primo.

“El Pescado” salió de del trabajo, y cuando llegó a su casa, le preguntó a su señora:
    •    ¿Cómo te sientes, vieja? ¿Ya estás lista para el otro?

    •    ¡Ay, en la madre! Me duele mucho la espalda, siento que ando cargando algo pesado, como “El Pípila”. Pero déjame decirte algo, que vas a respingar, por la mañana se volvió a meter la rata.

    •    No la chingues. Ayúdame a tapar todos los agujeros de la puerta, como los muchachos se duermen en el suelo, no los vaya a morder. ¿Viste de dónde salió?

    •    De la coladera.

    •    Voy a comprar cemento para taparla. Dejas a los niños en casa de tu jefa. Vamos a sacar una estufa en abonos y comemos en la calle.

Regresaron, pasaron por los muchachos, conectó la estufa y se acostaron. Por la noche, cuando les estaba agarrando el sueño, escucharon que la rata se había metido otra vez. “El Pescado” le dijo a su vieja:
    •    Esta vez le voy a poner en la madre, así tenga que acabar con la casa. Sube a los muchachos a la cama; ayúdame a picarle con la escoba.

    •    Ni madre, me voy a subir con ellos.

“El Pescado” durante horas anduvo correteando a la rata, hasta que el roedor se salió por debajo de la puerta.
    •    ¡Chin! Se me olvido tapar ahí, pero déjala, pinche rata, mañana le tengo una sorpresa. Se va a quedar con las patas para arriba. Échame un tiliches para tapar debajo de la puerta, para que no se meta.

    •    ¿Vas a comprar una ratonera?

    •    Algo mejor. Vamos a dormirnos, estoy muy cansado.

Al día siguiente llegó “El Pescado” a su trabajo, en la mina. Cuando estaban comiendo, le dijo a “El Pelón”:
    •    No se te vaya olvidar, por la tarde vamos a ver a tu primo para lo del cianuro. Esa rata ya nos vio la cara de pendejos a mi vieja y a mí.

    •    No te preocupes, carnal, este remedio es bueno. Lo que sí te digo es que te tienes que poner parejo con mi primo, disparándole un melón.

    •    Ya dijiste. Si se toma un barril, me cae que se lo compro.

    •    A la salida fueron al barrio de El Arbolito a ver a Juan “El Güerejo Patas de Conejo”.

    •    ¿Qué pasó primo?

    •    Este es mi mero cuate, “El Pescado”, el que te dije que en su casa se mete una rata.

    •    Mucho gusto, mi pariente me había dicho del cianuro que quieres, te vuelvo a repetir lo mismo que te dijo él, es muy peligroso; con tantito que se pruebe los mata. Tengo guardado un poco para dárselo a mi suegra, pero pinche vieja no se come nada, es muy desconfiada.

    •    Nada más me enseñas a prepararlo, no vaya a ser el diablo y me dé en la madre solo.

    •    Para evitar broncas, voy a comprar un bolillo y preparo el cianuro.

“El Güerejo Patas de Conejo” llegó con el bolillo, lo abrió como si fuera a hacer una torta, le echó el cianuro y se le dio a “El Pescado”:
    •    Guárdalo muy bien. Lo que tiene es que no sabe a nada, ni huele.

    •    Lo voy a envolver en mi servilleta de mis tacos, y llegando a la casa lo saco y tiro la servilleta en el caño.

Con mucho cuidado enredó el bolillo en la servilleta, la metió en su morral y les dijo:
    •    Vamos a la cantina a echarnos un tlachicotón, por el puro gusto de que le voy a darle en la madre a la rata.

Comenzaron a tomar, como eran de carrera larga, se siguieron de filo hasta que los corrieron de la cantina. “El Pescado” iba hasta la madre de pedo. Como vivía en el barrio de El Mosco, en la subida daba un paso para adelante y otro para atrás, hasta que se cayó. Uno de los vecinos le fue a avisar a su mujer:
    •    Señora Juanita, su viejo está tirado en los escalones.

La señora salió a echarle la mano; con muchos trabajos logró meterlo a su casa, lo acostó en la cama, le quitó los zapatos, lo tapó con una cobija. Al abrir su morral, sacó la servilleta para ponerle los tacos para el día siguiente; al ver que tenía un bolillo, dijo en voz alta:
    •    Pobrecito de mi viejo, se acordó de mí, me trajo un pan, me lo voy a comer con café.

La señora se lo comió. Al día siguiente, como a las 6 de la mañana, “El Pescado” amaneció bien crudo. Se levantó, vio a su vieja que estaba tirada en el suelo, muerta. Se puso como loco, dio aviso a las autoridades. Se la llevaron al Semefo para hacerle la necroscopia. Encontraron que la habían envenenado. Se llevaron a “El Pescado” al bote. Les explicaba que el veneno no era para ella, sino para la rata. No le creyeron. Hasta la fecha “El Pescado” no está en la pecera, sino que se encuentra en el Centro de Adaptación para Adultos. Le aventaron 30 años por matar a su vieja.
 

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