RELATOS DE VIDA

Al aire libre

La noche estaba prendida, habían llegado al bar cerca de seis horas atrás; y los ánimos ya estaban calientes, ambos se frenaban porque aún estaban varios amigos, y no querían levantar sospechas, por lo que simplemente se lanzaban miradas mezcladas de coquetería y lujuria.

Rosario y Miguel habían Sido pareja durante poco más de dos años, sus afinidades como el vivir de noche, el alcohol, la adrenalina, el baile y las pláticas eternas, además de la química en la cama les permitieron vivir como pareja, aunque también desgraciadamente el miedo a compromiso de ambos, los llevó a ser solo amigos.

Después del rompimiento, salieron algunas ocasiones, se ponían al día de lo ocurrido en sus vidas, se abrazaban y cada quien daba la vuelta a continuar con su rutina, meses después repetían  la ocasión.

Tenían amigos en común, así que de vez en cuando se volvían a encontrar en las salidas que organizaban a un concierto, baile, bar, y en esta ocasión el encuentro fue en un lugar muy tranquilo pero con bastante ambiente

Esta noche disfrutaron la plática, los recuerdos y las hazañas del grupo de amigos, pero esa noche tenía un encanto particular, pues mientras hacían memoria de lo realizado con los amigos también pasaba por su mente los momentos juntos.

Esa noche platicaron, bailaron, rieron y se emborracharon, los amigos se iban despidiendo poco a poco, en tanto sus miradas se cruzaban una y otra vez, enviando mensajes de deseo y pasión, pero nomás no se podía.

Rosario había llegado con su amiga Erika y se quedaría en su casa; así que entre miradas voltearon al baño; ella fue la primera en acudir al pequeño espacio, minutos después Miguel se dirigió con cautela al mismo lugar; en cuanto estuvieron solos comenzaron los besos, las acaricias, los arrumacos.

No podían extender la pasión, en cualquier momento los iban a buscar, Miguel le quitó la tanga y la cargó, Rosario abrió las piernas, y entre subidas, bajadas y apretones, llegaron a la explosión final.

Volvió a poner los pies en el piso, se abrazaron, nuevamente un beso más, una sonrisa coqueta; Miguel salió del baño percatándose que nadie lo viera y minutos después Rosario hizo lo mismo; los amigos ni por enterados, al cabo de unos minutos, los cuatro se fueron; dejando como  recuerdo la tanga tirada en el baño del bar y Rosario circulando al aire libre.

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