“EL KALIMÁN”
Lucho “El Kalimán” vivía en el barrio de Las Lajas, en Pachuca, hasta el cerro. Era un grandote, flaco, descolorido, que siempre andaba montado en su bicicleta, no la dejaba ni un momento. Cuando iba por el centro, se subía y bajaba de las aceras, librando a la gente, que le decía:
• Bájese a la carretera, viejo baboso.
• Cállese, pinche vieja.
Meneando con habilidad los manubrios de la bicicleta para no darse en la madre, frenaba o chocaba con alguien. Le mentaban la madre, pero andaba muy feliz. Su vieja se llamaba Juana, como era muy lenta para caminar, le decían “La Lenteja”. “El Kalimán” no sólo andaba montado en su bici, sino también en su vieja; ya tenía un chingo de hijos. Trabajaba en la Hacienda de Loreto, de la Compañía Real del Monte y Pachuca. Por las mañanas bajaba hecho la chingada por la calle Gómez Farías, agarraba Morelos, pasaba por la iglesia de la Asunción y tomaba la calle Venustiano Carranza, hasta llegar a su trabajo. Salía a comer a las 12 del día y tenía que regresar a la una de la tarde. Llegaba a su casa con la lengua de fuera:
• Dame de comer, vieja, que vengo tendido como bandido. Los pinches jefes nada más me andan cuidando y si llego un minuto tarde me descuentan un hora, ya sabes que son muy cabrones.
• Sécate la cara, que te escurre el sudor, pareces perro mojado.
• Es que en la subida está pelada, tengo que cargar la bicicleta.
• Mejor te habías de venir corriendo, qué chiste que la tengas si en la subida la tienes que cargar. La habías de dejar tantito, parece que tu jefa te parió en ella. Me cae que la sueñas. Te sientas un rato y comienzas a mover las pinches patas como si le dieras a los pedales.
• Ya cállate el hocico, deja de ladrar, sírveme de boleto, que se me hace tarde. Perdóname que te diga que eso a ti te vale madre. Si ando todo el día montado arriba de mi bicicleta, es porque me hace falta, no seas pendeja.
• Ya, ya, cabrón, no te chispes, parece que te picaron la cola, luego, luego, respingas.
“El Kalimán” comió rápido; se estaba tomando su pulque cuando escuchó el silbato de de la mina, que anunciaba que faltaban cinco minutos para la una.
• ¡En la madre! Por estar alegando contigo se me hizo tarde; hay nos vemos.
Se subió en su bicicleta, le dio a los pedales, que bajó como alma que lleva el diablo. Tocaba la corneta para que la gente se hiciera un lado y no se la llevara de corbata; pedaleaba como loco. Enfrente de donde ahora es la Presidencia Municipal se le rompieron los frenos y entró derechito a una fotografía, rompiendo el vidrio del aparador, tirando al fotógrafo, chocando con unos recién casados que en ese momento se estaban retratando.
“El Kalimán” se levantó todo apendejado por el madrazo. Lo primero que hizo fue levantar su bicicleta, tratando de enderezarla. El dueño del negocio lo agarró de las greñas y le dijo:
• Me vas a pagar todos los daños o de aquí no sales hasta que llegue la policía.
El novio no se detuvo y le puso un madrazo en el hocico al “Kalimán”, que le brotó la sangre junto con unos de sus dientes. Al sentirse atacado respondió aventando campanazos a lo pendejo. Estaba a punto de escapar cuando llegaron los granaderos y se lo llevaron a puros macanazos. El dueño de la fotografía le dijo al comandante todo lo que había pasado, y se lo llevaron al bote. No dejaba de gritar:
• Mi bicicleta, espérense güeyes, mi bicicleta.
Le dieron varios madrazos en la cholla con el rifle porque trataba de bajarse de la camioneta. Una mujer, vecina del “Kalimán”, corrió con el chisme.
• ¡Juanita, Juanita!
• ¿Qué le pasa Mariquita?
• Ya se llevaron a su viejo al bote.
• No sea chismosa, tiene unos minutos que se fue a trabajar, a lo mejor lo confundió.
• ¡No! Se fue de madre con todo y bicicleta dentro de una fotografía, quebró los vidrios y lastimó a unas gentes, quieren que les pague los daños, para mí que se va a quedar encerrado muchos años.
• No la chingue, Mariquita, ya me puso nerviosa, qué no ve que estoy embarazada, no vaya a tirar al escuincle, no me engañe.
• Verdad de Dios, yo vi con estos ojos que se van a comer los gusanos, cómo le tronaba la cabeza a su señor; pinches policías, le pegaban para subirlo a la patrulla, como no quería le sonaron con la culata del rifle en el lomo, que sonaba como tambora. Si quiere la acompaño, llévese a todos sus hijos para que el Ministerio Público se compadezca y le haga una rebajita de la multa a su señor.
La señora Juanita, llorando y rezando en silencio, junto a todos sus hijos, bajó como tlacuache, cargando a dos de los más chicos y a los demás los llevaba agarrados de la mano, que parecía que jugaban a la rueda de San Miguel. Cuando llegaron, le dijo a un policía:
• Perdone, señor gendarme, me dijeron que está detenido mi esposo, hace rato chocó con su bicicleta, dicen que lo trajeron unos policías vestidos de negro con casco de bacinica.
• El caso del detenido está duro, señora, por lo menos se va a pasar aquí encerrado 72 horas y lo van a mandar a la grande, no conforme con los daños que causó, quería a huevo que le dieran su pinche bicicleta, le rompió el chaquetín a un compañero y se la mentó al agente del Ministerio Público; solamente por eso le va a costar cadena perpetua. Ahorita andan viendo el valor de los daños, los gastos del novio y de la novia, que quieren una indemnización porque a ella le cayó un vidrio en la cara y va a quedar cucha; mejor ya no le cuento porque le puede dar un infarto.
• Pero mi viejo no tiene la culpa, señor policía, fue un accidente, se le reventaron los frenos y como las bicicletas no tienen cinturón de seguridad, se fue de madre.
• El médico dijo que tenía aliento alcohólico y la verdad, está borracho; tiraba campanazos y no se dejaba agarrar.
• ¿Borracho? Que no manen, mi señor no toma alcohol. Se aventó cuatro litros de pulque pero eso es diario, a la hora de comer.
• ¡Ya calle a esos pinches mocosos, que me pusieron nervioso! Me caí que si no se los lleva les voy apretar el gañote.
• Cómo quiere que se callen si saben que su padre está encerrado como pájaro; déjelo salir y se evita de broncas.
• La que se debe evitar de broncas es usted; sáquese a la chingada con todo y sus hijos chillones.
• A mí no me va a correr. Quiero hablar con un policía superior y no con un pinche gato vestido de azul.
El policía agarró a la mujer de un brazo y sus hijos chillaron a todo lo que daban, que llegó el agente del Ministerio Público, que le preguntó qué pasaba. El policía le explicó que la señora pedía que dejaran libre a su esposo, y le contestó el señor autoridad:
• Mire, señora, pase por aquí por favor. Su esposo Lucio Hernández, ocasionó un desmadre en una fotografía, donde rompió un cristal de más de dos metros cuadrados, aparte averió una cámara fotográfica y lesionó a una pareja de novios que posaba para la foto. No es por nosotros, sino que tenemos que cumplir con el deber. Lo acusan por daños en propiedad ajena con un valor de 50 mil pesos, más la multa por golpear a uno de los elementos, por las mentadas de madre que le echó a uno de mis compañeros. Yo, por mi parte, se lo juro, que lo sacaba de la cárcel con tal de que se fuera a chingar a su madre con todo y sus hijos chillones, que me pusieron los pelos de punta.
Por más que la señora lloró, suplicó, no le hicieron caso. “El kalimán” se quedó en la cárcel. La señora le dijo:
• Permítame hablar con él unos minutos. Ustedes lo tratan como si fuera un delincuente, y como dicen los del Partido Verde que pena de muerte a los delincuentes, no vaya a ser el diablo y no lo vuelva a ver.
• Comandante de guardia.
• Dígame, licenciado.
• Permítale a la señora que hable con su esposo.
• ¿Con todo y pinches escuincles?
• Hay cuídelos un rato.
• Déjelos hay, señora, pero no respondo.
La mujer entró a los separos de la policía y vio a su viejo, que estaba todo desmadrado, con el hocico roto, chimuelo, y con chipotes en toda la cholla. Lo miró con tristeza y le dijo:
• Mira nada más cómo te dejaron estos desgraciados. Le voy a avisar a tu jefa para que entre todos hagamos cooperacha y te saquemos de aquí.
• Hijos de su pinche madre, se pasaron de pistola conmigo, pero cuando salga me cae que me la van a pagar.
• Ya ni le busques ruido al chicharrón. Quieren que pagues 50 mil pesos por salir. Yo creo que te vas acostumbrado a la oscuridad, porque para salir va a estar cabrón. Antes de venir a verte hablé con el secretario general del Sindicato Minero, le conté lo que te pasó, y me contestó que te chingues por pendejo.
“El Kalimán” se aventó un año encerrado. Volvió a su trabajo. Con el tiempo se compró otra bicicleta, pero ahora no bajaba por donde siempre, daba vuelta por La Surtidora, pues estaba menos inclinada la pendiente. A su nueva bicicleta le puso freno de mano extra. También frenaba con la pata, metiéndosela entre la llanta y la tijera trasera. Cuando pasaba por la fotografía les mentaba la madre y le daba duro a los pedales. Otra vez, chocó con un poste. Nunca se le quitó lo pendejo. Y le dicen “Kalimán”, el hombre inservible.
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