De que lo preparan, lo preparan

Conciencia Ciudadana
    •    Como se sabe, Cristo se libró de la falsa disyuntiva recomendando a sus interrogadores “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”


El uso de un esquema de recurrencia nos permite predecir acciones humanas futuras con cierto grado de certeza, igual en la sociedad que en las ciencias de la naturaleza. Este axioma se resume en la frase “Si X ocurre, es posible que siga ocurriendo”, y aunque el esquema no se compone de acciones totalmente predecibles, espontáneamente podemos confiar en que se presentarán recurrentemente y normalmente así sucede. En pocas palabras, podemos decir con un grado plausible de certeza que si hemos desayunado todos los días de nuestra vida lo más probable es que mañana lo hagamos, aunque no por eso deje de existir la probabilidad de que no suceda; así pues, es que espontáneamente –lo cual no quiere decir equivocadamente- podemos tener la seguridad de que algo sucederá si ha sucedido una y otra vez en circunstancias semejantes.
Aunque no se sepa, es en base a este certera y espontánea certeza que los mexicanos tenemos la ligera sospecha de que quienes los han hecho una y otra vez a lo largo de la historia, volverán a intentar cometer fraude electoral en las próximas elecciones del mes de julio.
En contra de esta convicción casi generalizada; tanto los actores políticos del sistema como sus voceros en los medios de difusión insisten en que hablar de un  posible fraude es un ataque sin fundamento a las instituciones; mientras que los intelectuales al servicio del sistema prefieren ensartarse en discusiones bizantinas sobre la personalidad de los candidatos atribuyéndoles a sus reales o supuestas fallas o virtudes la causa principal de los resultados electorales; como si sus perfiles  personales fueran el elemento clave en las votaciones y no los factores sociales y económicos que gravitan sobre la voluntad ciudadana; más interesada en el futuro que le espera a ellos y sus familiares que en saber si Meade es el más preparado de los tres candidatos, Anaya el más joven e inteligente y Andrés Manuel el peor enemigo de México, según repite sin cesar la vocería oficialista.
Resulta curioso también que en esta ocasión haya reaparecido en los debates políticos televisados la pregunta clave cuando se dirigen a algún representante de López Obrador o éste mismo si se encuentra presente: “¿Andrés Manuel va a aceptar el resultado electoral sea el que sea o reclamará como siempre la ejecución de un fraude?”.
Ésta pregunta es tan retorcida como aquella que los fariseos hicieran a Jesús “¿es lícito pagar impuestos al César?”, porque de contestar negativamente, Jesús podría ser acusado de rebeldía contra el imperio romano y si optaba por la afirmativa, entonces reconocería la autoridad  de Roma sobre Israel, provocando que el pueblo lo rechazara.  Como se sabe, Cristo se libró de la falsa disyuntiva recomendando a sus interrogadores “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Así sucede con la pregunta con la que se trata de empinar a AMLO casi a diario, porque si éste contesta que acatará los resultados gane o pierda, estaría validándolos de antemano sin contar con la prueba empíricamente concluyente de los voto, motivo por el cual el líder de la izquierda evita contestar tan insidiosa pregunta.  
Pero hay otra prueba indispensable para reconocer la validez de los resultados electorales que consiste en la demostración de que no hubo de antemano ninguna clase de maniobra, maquinación y ejecución de un plan para impedir que un candidato llegue al poder y otro pueda hacerlo.
Esta prueba no tiene que esperar a que las votaciones concluyan ni se cuenten los votos; basta con investigar las acusaciones e indicios sobre acciones ilegítimas que de manera intencionada se estén llevando a cabo con el fin de descarrilar los comicios. Si éstas son recurrentes, si a diario pueden encontrarse huellas de tales propósitos; si constatamos que se trata de inclinar a la opinión pública mediante el recurso de la mentira descarada (“AMLO quiere pactar con el narco”) o se  resucita la campaña del  miedo llevada a cabo en 2006 y 2012; si se suceden uno tras otro “corralitos” legislativos como el que amenaza con el uso de las fuerzas armadas contra posible acto de inconformidad contra los resultados electorales  y en la medida en que se intenta regular de última hora el derecho a la información pública a  fin de impedir que las demandas sociales rebasen a las autoridades; o si burlando  la ley electoral los magistrados del TEPJF ordenan al INE echar para atrás la invalidación de la candidatura del gobernador con licencia de Nuevo León  Jaime Martínez alias El Bronco a pesar de las evidencias de haber actuado fraudulentamente en su registro ordenando además que no se revisen las firmas de todos los candidatos o  cuando se agudizan los ataques contra periodistas independientes y luchadores sociales y se incrementan los asesinatos de posibles candidatos en los municipios del país;  entonces podemos asegurar que el cúmulo de datos que se van incrementando al paso de los días resultan la prueba fehaciente de que existe un esfuerzo sistematizado y concertado para provocar un fraude de proporciones mayúsculas en las próximas elecciones, por más que las autoridades administrativas, legislativas y electorales digan lo contrario.
Por supuesto, habrá a quienes no guste esta clase de apreciaciones, pero lo peor que puede suceder a la Conciencia Ciudadana es que nadie le advierta de las consecuencias casi inevitables que pueden esperarse si nadie pone un freno a las arbitrariedades que se están conjugando para que los fraudes electorales sucedidos en el pasado vuelvan a presentarse en las próximas elecciones;  sólo que con resultados diametralmente distintos a los que hasta ahora se han dado; pues ni la sociedad mexicana se encuentra en las mismas condiciones ni con la insensibilidad o apatía de otras ocasiones, ni las condiciones internas y externas del país abonan lo suficiente para permitir que la vieja y desgastada fórmula del fraude permita burlar la voluntad ciudadana. Ni la sociedad ni los actores políticos deben permitirlo ni solapar irresponsablemente las acciones que conduzcan a ese fin.
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS CON NOSOTROS.  
      
 

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