Lo que sucede en los partidos, influirá en sus éxitos y fracasos

CONCIENCIA CIUDADANA
Ya pocos quieren aceptar que, por ejemplo, un poder antidemocrático como el del llamado Grupo Universidad, encabezado por los hermanos Sosa Castelán que desde hace medio siglo mantiene bajo su férula a la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, intente apoderarse de MORENA en el Estado sin reacción alguna de los morenistas, que consideran tal hecho como contrario a sus propias convicciones y principios partidistas.

Como nunca antes en la historia del sistema político (incalificable de “democrático”), los partidos  se han  convertido en simples vías de acceso al poder sin importar la ideología o la representación ciudadana. Al interior de ellos, no puede verse más que pleitos entre fracciones, mafias, grupos enquistados o arribistas que irrumpen a su interior sin respeto alguno a las formas y derechos de sus militantes apoderándose de estructuras, liderazgos y candidaturas.
    Apenas ayer, la ciudadanía  ha corroborado que el calificativo  que Andrés Manuel López Obrador utiliza para torpedear al PRI es certero, al  enterarse de  la forma en que  la clase política mexicana acudió en tropel a la fiesta de cumpleaños de Carlos Salinas de Gortari, con el fin de cantarle las mañanitas al “jefe de la mafia del poder” encabezados por Enrique Peña Nieto en compañía, lo mismo de ministros de la Suprema Corte de Justicia que de senadores, diputados, secretarios y ex secretarios de estado y otros personajes famosos de la política, la farándula, el sindicalismo charro y el empresariado mexicano.
    La ya famosa fiesta se convertirá, sin duda alguna, en un referente importante a la hora de decidir su voto; pues ha sido secreto a voces que Carlos Salinas sigue siendo el verdadero factor de decisión en la política nacional, y que el triunfo del PRI y sus aliados sólo significará la continuidad en el poder de ese compacto grupo de privilegiados que le rodean.
    Pero no sólo al PRI y sus aliados le pegan sus amistades. El propio Andrés Manuel López Obrador ha enfrentado una creciente resistencia de  morenistas que ven cómo, en aras del pragmatismo político, su líder ha ido cediendo propuestas  y candidaturas importantes a  grupos de poder conservadores, causando una profunda irritación entre quienes le apoyaron a construir el movimiento político más importante de la historia reciente con el propósito no solo de llevarlo a él a la presidencia, sino de instaurar un movimiento de renovación nacional que transforme a fondo el país.
    Y no es que su militancia deje de reconocer la necesidad de abrir las puertas de MORENA a otras expresiones políticas, incluso a las que se identifican con el actual régimen. Nadie ignora que la política es así, y que las grandes transformaciones nacionales no han sido nunca producto de una sola corriente política. Pero si bien su lealtad a AMLO se encuentra fuera de toda duda, no ha de ignorarse que  desde ahora comienzan a apreciar una desviación del rumbo que su movimiento fue construyendo en sus más años más difíciles, cuando hubo de llamar a las cosas por su nombre y poner en claro el motivo de su lucha.
    Desde hace ya tiempo, militantes y personalidades morenistas sin ninguna sombra de deslealtad a AMLO han venido inconformándose con decisiones en torno a su relación con personajes de poca o nula credibilidad política, sin encontrar corrección alguna de rumbo por parte de su líder.  Hace poco, Alfonso Romo un empresario de recién integración al equipo de campaña de López Obrador, aseguró a gente de su clase que la reforma energética de Peña Nieto no sería derogada. Paco Ignacio Taibo II, indiscutiblemente uno de los intelectuales más queridos y respetados dentro y fuera de MORENA reclamó públicamente tales declaraciones, exigiendo que estos nuevos aliados de AMLO dejaran de intentar echar abajo los acuerdos programáticos de su partido, sin lograr que el candidato se definiera con contundencia al respecto.
    No menos gravoso le debe resultar a Ricardo Anaya aguantar a algunos de sus nuevos aliados y asesores políticos a quien seguramente – igual que le sucede a AMLO- , en otros tiempos y circunstancias habría eludido su cercanía; pero a los que, en la situación en que se encuentra no le queda más que abrir las puertas y otorgarles sitios estratégicos dentro de su campaña, no tanto por el beneficio que puedan aportar a ella, sino por el evitar el daño que pudieran provocar si los deja fuera. Es el caso de sus nuevos asesores: el inefable Jorge G. Castañeda (perejil de todos los caldos) o el tenebroso Santiago Creel (“el señor de los casinos”) o de la concesión de algunas candidaturas; tal y como la que hubo de conceder al ex gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, imponiendo la candidatura de su esposa al mismo puesto que él detentó como condición para dejar el paso libre a la candidatura del propio Anaya.
    Tales son ejemplos vivos de que los panistas -al igual que los morenistas-, han de aprender, de igual modo al que los priístas lo hicieron desde hace años, a tragar sapos sin hacer gestos, tal y como recomendaba Jesús Reyes Heroles González, a quien quisiera dedicarse con éxito a los menesteres políticos.
Pero también es cierto que los tiempos que corren no son precisamente aquellos en que los líderes o caudillos mandaban y los seguidores obedecían sin chistar. Afortunadamente, ejemplos como los de Paco Ignacio Taibo II se multiplican por todas partes y todos los partidos. Ya pocos quieren aceptar que, por ejemplo, un poder antidemocrático como el del llamado Grupo Universidad, encabezado por los hermanos Sosa Castelán que desde hace medio siglo mantiene bajo su férula a la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, intente apoderarse de MORENA en el Estado sin reacción alguna de los morenistas, que consideran tal hecho como contrario a sus propias convicciones y principios partidistas.
Esas voces merecen ser escuchadas dentro y fuera de MORENA en Hidalgo. AMLO sabe quiénes son estos personajes -en ningún modo comparables a un Napoleón Gómez Urrutia- y la opinión que distintos sectores sociales de Hidalgo tienen de su actuar político. Ahí está el caso de Alfredo Rivera Flores, condenado a resarcir de daño moral a Gerardo Sosa Castelán por su libro “La Sosa Nostra: porrismo y gobierno coludidos en Hidalgo”, y de quien en su momento hicieron puntual defensa Carmen Aristegui, Carlos Monsiváis y otros periodistas, académicos y luchadores sociales locales y nacionales para  que se  levantara el injustificado castigo contra el periodista que con sus escritos, habría causado daño moral al demandante que hoy, lo mismo que hizo en el pasado con otros partidos, se lanza sobre MORENA para sostener sus afanes de dominio sobre la sociedad hidalguense.    
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS CON NOSOTROS.

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