LAGUNA DE VOCES

    •    El suave sonido de la vida


El tiempo, en todo caso, funcionaba con precisión cuando había necesidad de medir la vida. Daba los pormenores del momento aquel en que caminamos por la playa, nuestra llegada al pueblo que dejamos a los cuatro años, el 68 cuando las monjitas que regenteaban la primaria nos sacaron a gritos del salón de clases porque unos estudiantes malévolos nos iban a matar (después supimos que ellos fueron los difuntos); las pérdidas al año siguiente que dieron paso a muchos años que no pudieron ser contados, porque el vivir se estacionó sin rumbo alguno, y eso no cuenta en términos reales para hacer que corran las manecillas encargadas de esas mediciones.
    Algunas veces volvió a medir la vida que reaparecía, y se solazaba con esa posibilidad de seguir sin pausas hasta el desenlace que todos tienen, es decir la muerte. Pero paró de nuevo, se durmió y muchos pensaron que jamás volvería a moverse.
    Pero regresó. Tal vez, o con toda seguridad, será la última vez que junto con la vida, el tiempo decida acompañar al que se supone personaje central de ese acontecer. De tal modo que se debe ser cuidadoso en lo que se haga, porque no habrá nuevas oportunidades. Es lo pesaroso de la existencia humana, que por lo menos hasta la fecha es imposible darle vuelta atrás al carrete de la vida, y como editor meticuloso, quitar una que otra parte de la película a modo que nadie se dé cuenta, para obtener una continuidad pulcra, limpia.
    Como es imposible, no queda otra que repasar los primeros tiempos antes que las manecillas del tiempo se detuvieran esa ocasión, indagar a conciencia, ver una y otra vez las escenas que escaparon a la mirada, y saber que por cosas tan simples, que no lo eran, todo cambió de repente.
    Eso no se remediará. Lo bueno o malo seguirá, pero lo que todavía está al alcance de la vida sí, se puede modificar a partir de lo que se haya podido aprender. A veces, por supuesto, no se aprende nada y una y otra vez se repiten las caídas, los errores, los dolores. Pero en lo esencial, es decir en lo que nos importa tanto como la vida misma, se puede elegir un camino, o tal vez otro.
    En la parte final de la existencia se hacen las apuestas más importantes, porque simplemente no se presentará una nueva oportunidad. Y no, por supuesto que no se apuesta a lo primero que llega, como asunto de agarrarse a la primera piedra antes que caer al precipicio.
    Es otro asunto, y es cuestión de mirar el tiempo.
    Incluso es totalmente justificado irse sin volver a arrancar la maquinaria de la vida. Es decir morirse sin chistar, educadamente, pulcramente. Tiene su gracia sin duda alguna, pero dejar ir la última posibilidad para ver que las manecillas arranquen de nueva cuenta parece cosa de locos.
    Por eso, una mañana cualquiera, luego de abrir los ojos de un sueño que de tan perfecto espanta, porque a lo mejor es la realidad, algo suena en el corazón, en el pecho, en la gran caja de huesos que guarda la bomba de sangre. Algo que solo un oído entrenado puede escuchar. Pero suena y no es un tic-tac, aunque se parece.
    Corremos la cortina, aprobamos el día y nos sorprendemos que con todo y lo nublado despierta ilusiones, ganas simples de respirar.
    La maquinaria arranca por última vez, y eso lo sabemos. De tal modo que en ese entendido resulta de simple lógica amar cada instante que tenemos para despedirnos de cada uno de los rincones donde caminamos, donde fuimos felices. Y como son tantos, estamos seguros que eso garantizará un buen tiempo, un largo tiempo de existencia.
    Casi siempre en la etapa final de una carrera se aprecia mejor todo.
    Descubrimos, con entusiasmo, que no vamos solos en este último trecho. Que vamos lado a lado del amoroso gusto por amar el suave sonido de la vida.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
    La maquinaria arranca por última vez, y eso lo sabemos. De tal modo que en ese entendido resulta de simple lógica amar cada instante que tenemos para despedirnos de cada uno de los rincones donde caminamos, donde fuimos felices. Y como son tantos, estamos seguros que eso garantizará un buen tiempo, un largo tiempo de existencia.

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