LA GENTE CUENTA
-Levántense, niños. Es hora de ir a la escuela.
Laura, en bata y pantuflas se dedicó a levantar a sus hijos para poder realizar sus labores cotidianas. El reloj apenas marcaban las seis de la mañana, aunque el ambiente no concordaba con la hora. Se puso a limpiar el cuarto de los niños y el desayuno.
-Ya tenemos hambre, mami.
-Un momento, corazón –respondió tiernamente Laura-. Séquense la cabeza mientras ya está.
Y así lo hicieron. Los tres se dispusieron a tomar el desayuno: Unos huevos revueltos con un poco de frijoles bayos, una pieza de pan y un vaso con jugo de naranja. Los pequeños lograron ganarle el paso a su madre, mientras ella miraba al horizonte, perdida en su pensamiento.
-Mamá. Ya casi son las ocho.
La voz de uno de sus vástagos la sacó de su ensimismamiento. Descubrió que no estaba tan lisa. Con una habilidad se puso su pantalón de mezclilla, una blusa, sus zapatos y una liga en su cabello. Y con la prisa se dirigieron a la primaria, donde ella les dio su bendición como despedida. Y de pronto, su celular.
-Bueno…
-¡Te vas a arrepentir!
Colgó. Miró estupefacta la pantalla y se horrorizó que la llamada era de Adolfo, su ex pareja. Sabía que él no estaba dispuesto a ceder la potestad de sus hijos, así que lanzó un aviso a las maestras de la escuela.
Temblando de miedo regresó a su morada, con la preocupación de que Adolfo la sorprendiera en la sala, o en la recámara. No había nadie. Y como queriendo calmarse se dedicó a realizar sus quehaceres antes de ir a trabajar.
En punto de las once de la mañana, Laura se dirige a su trabajo, vestía un uniforme en blanco y negro. Logró sortear el tráfico de la ciudad para poder llegar a tiempo al centro comercial. Adolfo seguía en su mente. Su amenaza seguía latente.
Comenzaba a trabajar, pero, ¿por qué temblaba? ¿por qué sudaba frío? ella no lo supo explicar. ¿Por qué la gente comenzaba a correr? ¿por qué esos ruidos? y de la nada, una figura sombría y conocida, un portazo, un disparo y un grito exasperado: “¡Te vas a arrepentir!”