EL CULTO A LA PERSONALIDAD Y LA INSTITUCIONALIDAD

“Contra el Jefe nunca tendremos razón” 

Máxima para la sobrevivencia burocrática.

 

Los caminos que conducen al poder aparentemente son muchos pero, de acuerdo con una interpretación contemporánea al Maestro Maquiavelo, pueden reducirse a dos extremos: la violencia(política, social, física…) y el servilismo.

 

En nuestro país, durante siglos, dos figuras han vivido en constante confrontación, con los altibajos que la historia trae consigo: los caudillos y las instituciones. El concepto de caudillo se relaciona básicamente con personajes de origen militar cuyo liderazgo es tan fuerte que prácticamente todas las estructuras del Estado se subordinan a su voluntad y personalísimo estilo de gobernar.  Así, por ejemplo Don Porfirio Díaz basó su prolongado mandato en lo que historiadores y sociólogos conocen como estructura de la amistad: desde el jefe político hasta el más humilde policía del más recóndito rincón del México rural, presumían de su íntima relación afectiva con “El Señor Presidente de la República”.

 

Un caudillo que se apartó de la clásica concepción del militarote brutal y sanguinario, fue Don Francisco I. Madero. Formado en Francia: culto, refinado, ávido lector y practicante de las teorías espiritistas de Alan Kardek, pequeño de estatura, siempre vestido de frac, corbata de moño, bombín y con una “piochita” que mucha gente consideraba ridícula.  A pesar de ello, la fuerza de su oratoria, su valor personal y su calidad de hombre bueno, lo hicieron derrocar al poderoso “Héroe de la Paz”.

 

Después de la Decena Trágica, en la Etapa Constitucionalista, los caudillos se multiplicaron.   Además del propio Venustiano Carranza: Villa, Zapata, Obregón, Calles, de la Huerta y muchos más de menor perfil, dieron material para escribir la gran Novela de la Revolución Mexicana.  Sus nombres permanecen en la historia, en la historieta y en los corridos populares.

 

Toda Revolución, como un gran monstruo de la mitología, devora a sus propios hijos. De su sacrificio surgen las instituciones.  Un caso ilustrativo es el del legendario Pancho Villa, quien después de sus hazañas amorosas,guerreras y de su trágica derrota en Celaya, se retiró con su gente a vivir pacíficamente en la Hacienda de Canutillo, cerca de Parral, Chihuahua.  Alejado voluntariamente de los reflectores, un día su megalomaníale ganó y concedió al periodista Regino Hernández Llergo, una entrevista que publicó el Diario El Universal en junio de 1922.  Esta debilidad le costó la vida.

 

Al publicarse la entrevista, México vivía en efervescencia política con miras a la sucesión presidencial de 1924.  Dice el dicho popular que “el pez por su boca muere”.  Villa “destapó” al aspirante Adolfo de la Huerta: “Es una buena persona, muy inteligente, muy patriota y no se verá mal en la Presidencia de la República”.  Pero además, de manera audaz (hasta inocente), se atrevió a declarar: “Soy un soldado de verdad.  Yo puedo movilizar cuarenta mil soldados en cuarenta minutos…  Hay miles de mexicanos, partidarios míos que están silencitos porque saben que no estoy metido en política”.  Con esto, según su biógrafo Friedrich Katz, El Centauro, prácticamente firmó su sentencia de muerte.  Olvidó que Obregón perdió un brazo por su culpa.  Años después, el periodista confesaba en un célebre libro: ¡Yo maté a Villa!

 

Así, como bien relata el poeta tlaxcalteca Miguel N. Lira, en su Corrido de Catarino Maravillas: “Villa fue muerto a balazos, la cosa se puso mal…  Carranza murió a balazos, la cosa se puso mal…  Zapata murió a balazos, la cosa se puso mal…  Obregón murió a balazos, la cosa se puso mal…”.  De esta casta de caudillos, solamente Calles no murió a balazos, sino algo peor: con sus facultades mentales muy dañadas, lleno de remordimientos, expiró refugiado en el espiritismo, él que tanto persiguió a la religión.

 

El surgimiento y consolidación del PNR, después PRI, como sistema de gobierno basado en las instituciones, cambió la fuerza militar por la formación universitaria.  El culto a la personalidad impuesto por la pirámide castrense, se trasladó a un nuevo engendro dentro del pasillo palaciego; Rodolfo Usigli llamó a los integrantes de esta cofradía, “Los Aduladores de tiempo completo”; saltimbanquis que brincan de un sexenio a otro, siguiendo el consabido método de traficar lealtades, adelantándose a las jugadas, con base en el manejo de información privilegiada y el reiterado apoyo de poderosos (algunos violentos) grupos de eficaz presión, aunque de dudosa fuerza electoral.

 

Bajo ningún concepto se puede confundir la digna lealtad que surge de la convicción, la disciplina y la congruencia institucional para defender, en cualquier circunstancia, a la investidura presidencial, por ejemplo, con el arte de cuidar prebendas personales o de facción jurando lealtades de sexenio.

 

En nuestra engañosa realidad de redes sociales, hay quienespretendeninventar mesías, crear fenómenos mediáticos, ídolos con pies de barro,capaces de  tomar por asalto posiciones de poder. El desprestigio de los partidos políticos, el odio de algunos por la estructura actual del sistemay sus gobernantes,con el respaldo de fuertes consorcios económicos insisten en diseñar un Caudillismo de Internet, a costa del deterioro institucional.  ¿Lo lograrán?

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