RETRATOS HABLADOS

* Morir en el ISSSTE

La vida resulta ser una suerte de rueda de la fortuna donde algunos, apenas que se suben, son transportados hasta la parte más alta de la que no bajan durante toda su existencia. Pueden de este modo mirar el horizonte, disfrutar las cosas buenas, y por lo tanto despreocuparse por otros, que a veces ni siquiera puedan treparse en una de las canastillas.
    Es entonces injusta por razones que desconocemos, y que solo cuando estamos alejados del dolor podemos aceptarlas. Sin embargo, cuando pegan en quienes profesaron toda su existencia un amor entrañable por el prójimo, construyeron su fe en el servicio a los demás, y nunca obtuvieron  como consuelo más que unos pequeños instantes de alegría, para morir al final en una camilla disfrazada de cama en el hospital del ISSSTE de Pachuca; a la espera de un traslado a la Ciudad de México que nunca llegó porque no hay personal, porque el puente, porque simplemente los servicios de medicina institucional hace mucho que colapsaron, la concepción misma que tenemos de la vida cambia. Dolorosamente cambia.
    Minerva Pérez Contreras pasó las últimas 48 horas de su vida en una camilla de la clínica del Instituto de Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado de la capital hidalguense, a la espera de que alguien se apiadara de la insuficiencia respiratoria que presentaba. Durante esos tres días y tres noches, solo le tomaron un radiografía, en la que comprobaron su mal, y le aplicaron suero intravenoso. Pero nunca fue trasladada a piso como se dice, tampoco hubo posibilidades de llevarla a otra parte.
    Estaba condenada a morir desde que ingresó, porque el área de urgencias es una condena para un buen número de pacientes, que saben estarán en los pasillos habilitados como hospital de zona de guerra, y difícilmente los instalarán en una cama, por la simple y sencilla razón de que no hay espacio, no hay médicos, no hay capacidad en un instituto desde hace mucho tiempo incapacitado porque no hay dinero, y no hay dinero porque sepa Dios dónde ha ido a parar.
    Así que a las 19:48 horas de la noche de ayer recibí el mensaje del compadre Bárcenas, un bombero dedicado durante toda su existencia a esa labor, sin que a la fecha tampoco nadie haya reparado en que fue el mejor buzo que tenía la corporación para rescatar cuerpos en todo tipo de canales, lagos, presas. Nadie que decidiera reconocer su entrega con la posibilidad de una pensión digna, luego de dar todo a cambio de nada.
    Y sí, su esposa, Minerva Pérez Contreras había muerto en el área de urgencias del ISSSTE. En el pasillo donde se le colapsaron los pulmones y una de sus nietas que la acompañaba fue la única que intentó reanimarla, ante la indiferencia de un personal de enfermería agotado, saturado, imposibilitado para atender una demanda que simplemente es imposible de atender.
    Toda una vida de trabajo, de ser acompañante de familias enteras en el trajín diario del quehacer de la casa, le valieron a Minverva no solo el reconocimiento, sino el cariño, el cariño sincero de quienes la queríamos por ser una buena persona, y a quien sin embargo la mala fortuna la tomó de blanco constante para sus dardos de odio.
    No, la vida no es justa. Hoy mismo mujeres que se dicen trabajadoras de toda la vida ya aseguraron una vez más cargos en la política para vivir como siempre han vivido, es decir en un realidad de no preocupación que solo ellas conocen. Y tienen la desvergüenza de afirmar que toda su existencia la han dedicado al servicio de los demás.
    Minerva sí lo hizo. Vaya que Dios lo sabe. Y por eso, nadamás por eso, todos los que la conocimos le pedimos que la reciba amoroso, que le permita disfrutar lo que aquí nunca tuvo; que la quiera, que la abrace, que la suba al mejor lugar de la rueda de la fortuna, y que la maquinaria dé vuelta y la deje siempre arriba para que vea el horizonte con gusto, con la alegría que pese a todo siempre conservó.
    En tanto cuídese de la medicina institucional, cuídese.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
    Estaba condenada a morir desde que ingresó, porque el área de urgencias es una condena para un buen número de pacientes, que saben estarán en los pasillos habilitados como hospital de zona de guerra, y difícilmente los instalarán en una cama, por la simple y sencilla razón de que no hay espacio, no hay médicos, no hay capacidad en un instituto desde hace mucho tiempo incapacitado porque no hay dinero, y no hay dinero porque sepa Dios dónde ha ido a parar.

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