LAGUNA DE VOCES

    •    Modos de ver la vida


Ninguna de las historias que contamos posee una base sólida de realidad, con todo y que sean fruto del acontecer cotidiano en que un hombre se tira del puente del bulevar Felipe Ángeles, o se inventa una huelga universitaria para medir fuerzas en temporada electoral. Todo resulta ser una fantasía sin sentido, y por eso no hay camino más directo en la identificación de ese fenómeno de la invención de lo cotidiano, que la muerte y la política. Las dos son, a leguas, absurdos imposibles de ser entendidos.
    Que un hombre brinque para caer de frente contra el asfalto de la vía más transitada de la capital hidalguense, para luego ser trasladado al hospital al no conseguir –cuando menos en ese momento- su objetivo, que evidentemente era morir, resulta ser un algo que se entiende; porque a quién no le ha hartado la existencia en algún momento, pero que nos obliga a expresar sorpresa, incluso indignación en los que aseguran que nadie tiene derecho a quitarse la vida.
    Sin embargo, al final del día, la mayor parte sabe, se sabe, que pudo haber sido quien cayó al vacío, y que la franja que separa al que aparentemente lleva una vida feliz y alegre, del suicida, que se intuye no la pasa muy bien, es tan delgada que tiende a perderse. Por eso simplemente hacemos cara de compungidos y pedimos porque los que se quedan no la pasen tan mal.
    De algún modo sabemos que los que se apagan todas las luces hasta quedar a oscuras, lo hacen porque descubrieron que aguantar con tintes heroicos el valle de lágrimas que según es la existencia humana, simplemente era una actitud de miedo, pero no a lo desconocido, sino a lo que se intuye es despertar a un escenario alumbrado por soles, lunas, luceros y todo ese conjunto de atributos que tiene ese lugar al que nadie se atreve a curiosear nadamás porque sí.
    En el asunto político las cosas están todavía más difíciles de entender, porque sabedores de que nadie puede alargar el tiempo, es decir la existencia, el tiempo que nos toca vivir, las mujeres y los hombres que se dedican a esos menesteres, la mayoría de las veces entablan una lucha sin sentido por algo que nunca verán, sea posteridad en calidad de prócer, o de multimillonario por robos al por mayor.
    Se creen con toda sinceridad que de alguna manera el escenario en que les ha tocado actuar es la vida real, y eso es un error lamentable, terriblemente lamentable.
    Así que durante 10, 20, 30, 40 o 50 años, no tienen vida. Y es en serio: no tienen vida.
    Son capaces de estar en vigilia semanas enteras, meses, años, sin que caigan rendidos por el sueño. El poder lo equiparan con el elixir de la eterna juventud, que de  hecho les funciona, hasta que un mal paso los lleva a la desgracia, y descubren que ya no hay tiempo para otra cosa, lo que se traduce en un envejecimiento inauditamente rápido, casi al que Dorian Gray registra cuando le asesta puñaladas a su cuadro. No quedan como calaveras, pero casi.
    También a esas alturas han perdido la curiosidad por lo que pueda pasar luego del último aliento, y no sólo envejecen a la velocidad de la luz, sino que empiezan a hacerse nada, por el fastidio que traen a cuestas y la pena de haber invertido tantos años en asuntos tan absurdos como la posteridad o el dinero, que ni tiempo tendrán de gastarse.
    Por eso buena parte de lo que contamos resulta sin un fundamento claro, objetivo.
    Asistimos, eso sí en calidad de espectadores de primera fila, a un espectáculo que en los últimos tiempos ha perdido sentido de manera constante.
    Quien decide brincar de un puente siempre tendrá más valor que quien se ahoga en recursos mal habidos, porque al primero lo guía un sentido real de la existencia, a tal grado que prefiere cortarla de tajo cuando no sabe qué hacer con ella, o a veces por mera curiosidad; al segundo, al que se intenta meterse a fuerza en la historia, no, simplemente es un abuso constante del poder efímero para creerse inmortal. Lo que al final siempre descubrirá que no era cierto.

Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta    
CITA:
De algún modo sabemos que los que se apagan todas las luces hasta quedar a oscuras, lo hacen porque descubrieron que aguantar con tintes heroicos el valle de lágrimas que según es la existencia humana, simplemente era una actitud de miedo, pero no a lo desconocido, sino a lo que se intuye es despertar a un escenario alumbrado por soles, lunas, luceros y todo ese conjunto de atributos que tiene ese lugar al que nadie se atreve a curiosear nadamás porque sí.
    

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