FAMILIA POLÍTICA
“Vanitas vanitatum omnia vanitas”.
Eclesiastés 1:2.
“Vanidad de vanidades, todo es vanidad”, dice el pasaje del Eclesiastés que se cita en el epígrafe. El mensaje que pretende transmitir es la inutilidad de los placeres mundanos frente a la certeza de la muerte; la adopción de un sombrío punto de vista en relación con la futilidad del mundo y la transitoriedad de las glorias que en él se viven.
La teología católica da a la vanidad un sitio dentro de los siete pecados capitales.
El diccionario la define como una valoración del individuo en sí mismo, por encima de los demás; se equipara a los conceptos de: altivez, altanería, arrogancia, prepotencia, etcétera. Sus antónimos son, entre otras: humildad, modestia, sencillez, pobreza…
Aunque vanidad y orgullo parecen sinónimos, algunos tratadistas establecen una marcada diferencia, a saber: “el orgullo es disimulable, inclusive apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes (¿será un ejemplo: el orgullo gay?), mientras que la soberbia se concreta en el deseo de la preferencia de otros con base en la propia fuerza del ego”.
Los significados negativos del concepto eclipsan a cualquier connotación positiva. La condición humana es sumamente débil cuando la acosan los demonios de la vanidad.
Uno de los principales elementos para que una persona sea víctima de ese pecado es el poder (aunque hay quien afirma que ser humilde desde un elevado sitial es fácil); lo común es que afloren los peores monstruos que habitan en el subconsciente de quien observa a su propia voluntad como único límite para sus deseos, que considera órdenes. El peligro de un arbitrio desbordado fue la fuente donde se engendró el principio de división de poderes: “sólo el poder puede detener al poder”, afirmaba Montesquieu.
Recordemos a Lord Acton cuando decía: “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Pregunto: ¿Cuántos hombres (o mujeres) de poder podrían sustraerse a la vanidad de saber que lo son? Aunque se dice que el poder no transforma a los seres humanos; sólo los desenmascara.
La fama es otro siniestro fantasma que hace de cualquier mortal un semidiós ante sus propios ojos; puede hacer de cualquier futbolista un Presidente Municipal y hasta candidato a Gobernador. Un fenómeno similar ocurre con boxeadores, toreros, atletas y otros personajes. Mención especial merecen las “estrellas” del cine y la televisión; cuando interpretan a personajes muy fuertes o exitosos, suelen identificarse de tal manera con ellos que, difícilmente logran superar esos estereotipos; se dice, por ejemplo, que el muy joven protagonista de Harry Potter está muerto en vida: la vanidad lo llevó a las drogas y éstas al infierno de una existencia desperdiciada. Lo mismo puede decirse de una estrellita del cine nacional quien se instaló en la fuerza de un personaje creado por el español Arturo Pérez Reverte: La Reina del Sur.
Los títulos académicos, también suelen convertirse en espejos de vanidad: maestrías, doctorados, postdoctorados y otros galardones obtenidos en México y/o en el extranjero suelen inflar desproporcionadamente la autoestima de quienes los consiguen. Quede claro, todos tienen indiscutibles méritos, aun cuando se encuentren desempleados o subempleados.
Entiendo que cada edad se caracteriza por la preferencia hacia cierto tipo de pecadillos y pecados capitales, pero finalmente nadie con una inteligencia elemental debería perder de vista la suprema lección del Eclesiastés: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
En estas reflexiones esculpí el siguiente
SONETO:
(Vanitas vanitatum omnia vanitas)
Del polvo vengo a él regresaré.
Un catálogo fui de vanidades.
Traté de ser en todas mis edades
Todo aquello que pronto no seré.
Mi cuna pobre, catapulta fue:
Cimas toqué, también profundidades.
Conocí campos, villas y ciudades…
Busqué en los libros mi perdida fe.
Soberbio y arrogante fui con unos,
Sencillo y comprensivo con los otros,
Tanto disfruté el Yo, cuanto el Nosotros.
Aprendí de vasallos y tribunos
Que aún en la miseria hay vanidad…
¡Sólo en la muerte reina la humildad!
Febrero, 2018.