PEDAZOS DE VIDA
Tras detener la colectiva, se sube en el lugar del copiloto, cerca del panteón, el que parece ser un conocido del chofer de la Ruta setenta y tantos. El chofer continúa su rumbo, en tanto el copiloto está más callado que de costumbre.
-¿Qué te pasa pinche Piolín?- Pregunta el chofer, sin tener respuesta inmediata, ya que el copiloto parece estar en otro lado menos arriba de la colectiva en la que se escucha una canción vieja (de esas gruperas con historias retorcidas y trágicas).
Tras unos minutos, el Piolín, se limita a decir, “la semana pasada andábamos chupando, hasta me presentó unas damitas, nos fuimos de pedos, y andábamos de barrio…”. La canción parecía amenizar la historia que comenzaba a contar el copiloto que se había subido unas diez cuadras atrás (si te has de ir, vete muy bien, que no habrá forma de regresar en el olvido del tiempo…). “Y hoy, lo van a sembrar”, ya no hay de otra.
-¿De quién hablas? pinche Piolo, ya cuenta wey que nada más dices pero no dices nada, deja de estar de ojete, ¿a quién van a sembrar?- preguntó el chofer, que de un momento a otro, quizá para escuchar bien, le bajó el volumen a la canción que sonaba dentro de la colectiva.
-Pues a quién más, wey. A poco no te enteraste que los de la Fritangas reventaron al Peluches. Que lo abrieron como en canal, que su sangre se cuajó en la fría, que cuando su jefa llegó ni siquiera sabía si era él, porque estaba, neta, dormidito en un charco de sangre, le putearon la cara, pero si era él, la doñita gritaba del dolor, los que estábamos ahí no sabíamos ni que hacer wey, ya ves que con los putos de la Fritangas ni meterse, esos sí son ojetes, ese barrio siempre es otro pedo mi chingón…-contaba el copiloto mientras recreaba en su memoria la forma en que había visto al Miguel, tirado a mitad de calle, jodido en su jodidez, muerto, bien tieso, bien frío.
-Ya lo van a sembrar, la neta yo no puedo entrar al panteón, ese lugar es para los quietos, por eso le dije a la caja del Peluches, resiste machín, que ahí dentro llevas a un cabrón que fue medio pendejo, pero que siempre supo estar como polizonte, de pie en los cruceros de la calle, de pie en los vicios y también en los puteros…- ya no pudo más, la colectiva se detuvo en dónde había pedido la parada una señora, y el Piolín se bajó luego de decir “al rato te caigo carnal”, se bajó ahí para que nadie lo viera llorar, caminó hasta su casa, tan solo para poder respirar.