RETRATOS HABLADOS

    •    Visión de Anáhuac


Los procesos para elegir un gobernante, casi por regla común desembocan en la división grave de una sociedad como la mexicana. División que llega a situaciones críticas cuando se habla de política, y en una misma casa el padre profesa predilección por uno de los candidatos, la esposa por otro, y los hijos afirman con absoluta certeza que todo es una porquería, de tal modo que por anticipado afirman que romperán la boleta si es que acuden a votar, o bien la cruzarán de cabo a rabo para anularla.
    Todo asunto político desemboca en la desunión, porque hemos aprendido que nada como la destrucción del supuesto enemigo, si se puede su humillación pública, para despertar al día siguiente de los comicios, con el amargo sabor de no saber para dónde caminar por el campo sembrado de cadáveres y el panorama de heridos con ansias de venganza.
    Alfonso Reyes, el hombre sabio, en su Visión de Anáhuac invita a estudiar los espacios en que esa unidad tan olvidada puede encontrarse.
    “…nos une con la raza de ayer, sin hablar de sangres, la comunidad del esfuerzo por domeñar nuestra naturaleza brava y fragosa; esfuerzo que es la base bruta de la historia. Nos une también la comunidad, mucho más profunda, de la emoción cotidiana ante el mismo objeto natural. El choque de la sensibilidad con el mismo mundo labra, engendra un alma común.  Pero cuando no se aceptara lo uno ni lo otro –ni la obra de la acción común, ni la obra de contemplación común-, convéngase en que la emoción histórica es parte de la vida actual, y, sin su fulgor, nuestros valles y nuestras montañas serían como un teatro sin luz. El poeta ve, al reverberar de la luna en la nieve de los volcanes, recortarse sobre el cielo el espectro de Doña Marina, acosada por la sombra del Flechador de Estrellas; o piensa que escucha, en el descampado, el llanto funesto de los mellizos que la diosa vestida de blanco lleva a las espaldas: no le neguemos la evocación, no desperdiciemos la leyenda. Si esa tradición nos fuere ajena, está como quiera en nuestras manos, y sólo nosotros disponemos de ella. No renunciaremos –oh Keatks- a ningún objeto de belleza, engendrador de eternos goces”.
    Hasta ahí la cita.
    Pide Reyes no renunciar a la emoción histórica, porque sin ese elemento los valles y montañas parecerían un teatro sin luz.
    Hoy mismo estamos ante esa realidad, en que la oscuridad se aposenta en cada uno de los rincones del país por la lucha amarga, sin cuartel, entre personajes que desde hace tiempo han perdido la guía de la verdadera emoción histórica por lo mucho que ha sido desde siempre México.
    El teatro se quedó sin luz desde que apostamos por abandonar la evocación y desperdiciar las leyendas que dieron origen al sentido real de patria, que sí existe, vestida en la belleza absoluta, única del territorio plagado de los elementos que lleven a la admiración y por lo tanto al gozo.
    Decidimos darle un valor absoluto a las disputas por el poder, a la aparente solución mágica que un solo personaje pueda tener a la problemática de muerte y pobreza. Sabemos por anticipado que no será así, que nadie trae en su bolso las llaves del reino, porque el reino ideal no existe, y porque la magia hace mucho que se les escapó de las manos.
    No renunciemos por principio a ningún objeto de belleza como anota Reyes. No lo hagamos porque sería tanto como cancelar los pocos elementos que pueden generar la posibilidad de generar esa alma común que algún tiempo compartimos, para admirarnos de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que podemos ser.
    No cambiemos por baratijas de vidrio la suprema posibilidad que desde ese mundo evocado por Reyes, nos dejaron nuestros antepasados.
Mil gracias, hasta el próximo lunes.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta

CITA:
No renunciemos por principio a ningún objeto de belleza como anota Reyes. No lo hagamos porque sería tanto como cancelar los pocos elementos que pueden generar la posibilidad de generar esa alma común que algún tiempo compartimos, para admirarnos de lo que fuimos, de lo que somos, de lo que podemos ser.
    No cambiemos por baratijas de vidrio la suprema posibilidad que desde ese mundo evocado por Reyes, nos dejaron nuestros antepasados.

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