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El hombre sin recuerdos

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LA GENTE CUENTA

De pronto se encontraba sentado en una silla, mientras un médico examinaba sus signos vitales. La cabeza le dolía de forma pasmosa, sus pómulos los sentía adoloridos sin ninguna razón aparente. Temblaba… de frío, de miedo, nadie lo sabía. Una luz blanca trataba de invadir su retina, como queriendo averiguar que le había pasado. Empezó el interrogatorio.
    -¿Cuál es tu nombre?- preguntó el hombre de bata blanca. El muchacho no supo responder.
    -No temas- agregó alguien más de la misma investidura-. Ya estás a salvo. Sólo queremos saber cómo te llamas, dónde vives, a dónde ibas…
    El chico trató de hacer un esfuerzo, como cuando uno se esfuerza en recordar la respuesta de un examen, sin tener éxito.
    -No recuerdo nada- respondió finalmente, al mismo tiempo que se frotaba la cabeza de desesperación.
    De pronto, un oficial de policía irrumpió en la sala donde estaban los tres.
    -Ya lo confirmé- dijo el uniformado a la vez que cerraba la puerta-. Se trata del chico que buscaban desde hace días. Se trata de José Carlos Cruz.
    Mientras los de blanco y el oficial discutían su identidad, el chico comenzó a tener algunos destellos: “¿mi nombre es José?, ¿estudio la preparatoria?, ¿desaparecí hace cinco días?”. Se desesperó aún más por no saber responder a sus propias interrogantes, ni a los de las autoridades, ni a la que se decía ser su madre.
    Salía del recinto acompañado de otros policías, mientras que un ejército de reporteros y fotógrafos lo tomaban por sorpresa, y su miedo crecía más, aunque no sabía si por los destellos de las cámaras que lo capturaban una y otra vez, o por las preguntas que se tornaban cada vez más difíciles: ¿crees que el gobierno te está usando de bandera?, ¿fuiste torturado por alguna autoridad?, ¿cómo le hiciste para sobrevivir durante tantos días?
    Por más que intentara recordar algo, simplemente no pudo, ni siquiera balbucear, parecía haber olvidado hasta hablar. Se presentaban caras, las voces le daban vueltas y vueltas en su cabeza sin ton ni son. Se conformó subir a una camioneta, cerrar los ojos y seguir un rumbo desconocido, al fin que todo lo olvidará mañana.