CHUCHO “EL MOCHO”
En la Hacienda de Beneficio de Loreto de la Compañía Real del Monte y Pachuca, tenían como jefe a don Pedro Ramos, un señor que en el trabajo se había quebrado la pierna derecha y al caminar rengueaba, sus hijas todos los días lo llevaban en el coche, a las 6 de la mañana, y lo dejaban en la puerta de su oficina, que él había mandado a pintar una imagen grande de la Virgen de Guadalupe, ahí tenía su reclinatorio, y 50 minutos se daba sus golpes de pecho, porque era un señor muy católico.
Sabíamos que tenía una hija que era monja, y se vería que era muy buena gente, pero con cualquiera de sus trabajadores explotaba y los castigaba donde más les dolía, descontándoles horas de trabajo. Todos los trabajadores tenían que llegar antes de la 7 de la mañana. En el departamento de compresores había un silbato de vapor que al sonar se escuchaba en todo Pachuca, silbaba el día primero de cada mes, y diario cuando faltaban tres minutos para la siete de la mañana, el velador con reloj en mano, cerraba la puerta y el que se quedaba fuera, lo dejaban entrar después de 5 minutos descontándoles una hora de trabajo. Don Pedro era un señor chaparrito, flaco, que siempre andaba vestido de overol con tirantes, y un casco de aluminio.
Se sentaba en una silla alta y le habían acomodado un cuadro donde podría ver a la gente cuando entraba, y su secretario era don Julio, un señor panzón que siempre andaba tras él cuando salía al patio y en la oficina, con una libreta y un lápiz, para anotar lo que el jefe le ordenaba. Un día vio a chucho, que le decían el “Mocho” porque le faltaban dos dedos en cada mano, que adrede se los cortaba en la sierra para que le pagaran su incapacidad, él era maestro carpintero. Lo mandó a llamar, llegó y se puso firmes frente a don Pedro, haciéndole un saludo militar, y le dijo:
• ¿Para qué soy bueno, señor?
• Para nada, lo mande llamar porque tiene tres días que no se presentaba trabajar, y eso amerita cancelación directa, porque son seguidos.
• Pedí permiso en el sindicato, así que usted no me puede correr, y lo entregué al checador.
• ¡Cállese el hocico! ¡Y lárguese!
• Entonces para qué me manda llamar, y luego me corre.
• Que se calle el hocico. Julio.
• ¡Sí señor!
• Quítele dos días de sueldo.
• ¿Por qué?
• ¡Porque yo lo dijo!
• ¡Mire señor, si usted se enojó porque no le avise, es que fue una desgracia la que me pasó! Mi esposa dio luz en las Clínica Minera, y se murió mi hijo. Anduve consiguiendo dinero para enterrarlo.
A don Pedro puso una cara de tristeza, y se le rodaron las lágrimas, se quitó su gorra y le dijo:
• ¡Perdóneme, señor, por juzgarlo mal, Julio, por favor póngale cuatro días a don Chucho, y quiero decirle que hay veces que Dios necesita angelitos en el cielo y se lo lleva al nacer!
Sacó su cartera y le dio 500 pesos, que en aquel tiempo era mucho dinero, y le dijo:
• Tenga este dinero que le puede hacer falta, y váyase a trabajar.
Chucho era uno de tantos que no le importaba la muerte de su hijo, por el contrario, le decía a su vieja que había que reponerlo luego, luego. Y mirando que el viejo estaba de buenas, le dijo:
• ¡Señor, quisiera pedirle un gran favor, que si me da permiso de hacerle una cruz a mi hijo y llevársela al panteón!
• ¡Claro que sí, escoja madera de la mejor, y hágale la cruz más bonita, pero por favor hágala después de sus horas de trabajo!
El Chucho llegó al taller de carpintería, abrió su loker, sacó un vaso de medio litro, se sirvió un vaso de pulque que llevaba en un morral, y muy tranquilo se sentó a tomárselo, porque llevaba una cruda de tres días.
Sus compañeros se lo quedaron mirando y lo criticaban, le dijeron que no tomara, pero no les hizo caso, en esos momentos entro don Ramón, un señor ya muy grande de edad, tenía bigotes de foca, y era el jefe de todo el departamento de carpintería, y les dijo:
• ¡Vayan rápido a Quebradoras, a poner un escalón que se rompió, y van a venir visitas!
Señalando a Chucho, le dijeron:
• Mande al “Mocho”, desde que llegó está sentado tomando pulque, mírelo.
Don Ramón se dirigió y le dijo:
• ¡Por favor guarde su pulque o le hago un reporte! ¡Vaya a quebradoras a poner un escalón, llévese de ayudante al chaparro!
• Yo no voy a ninguna parte, don Pedro me dio permiso de hacer una cruz, y estoy inspirándome cómo va a quedar.
• ¡Por favor Jesús, vaya a donde le dije!
• Dígales a aquellos burros que vayan, no tienen trabajo, ya le dije que a mi me dio permiso don Pedro.
Don Ramón fue a ver a los carpinteros y ninguno quiso ir, le decían que mandara a huevo al Chucho. O que lo reportara con don Pedro, don Ramón sabía lo que le iba a decir el jefe, pero no tuvo otro remedio que ir a la oficina. Al verlo, don Pedro le dijo:
• ¿Qué está usted haciendo, señor Ramón? Ya le dije que mande a poner el escalón, qué no entiende mis órdenes.
• ¡Es que..¡
• ¡Es que qué¡
• ¡Que nadie quiere ir, ya les dije pero no me hacen caso, quieren que mande a Jesús, y me dijo que usted le dio permiso que hiciera una cruz, y me dijo que él no ponía nada des escalón!
• ¡A qué la chingada, a ver, dígale a Jesús que venga!
Don Ramón le dijo que le hablaba don Pedro, y mandó a un ayudante a poner el escalón. Cuando le dio el recado de que le hablaba don Pedro, “El Mocho” ya estaba atarantado, llegó y entró a la oficina.
• ¡Me mandó a llamar señor!
• ¡Sí¡
• ¡Hace un momento usted me dijo que se había muerto su hijo recién nacido, la verdad me dolió mucho, y me puso triste, pero muy triste, deme los 500 pesos que le di, ahora le digo que no me importa que se haya muerto su hijo, que se mueran todos, y su vieja también, yo le expliqué y se lo dije bien claro cuando usted me pidió hacer una cruz, que la hiciera en sus horas libres, mas no en horas de trabajo, don Julio, quítele 5 días de sueldo al señor, y sáquelo a patadas, no lo quiere ver aquí!
Chucho se lo quedó mirando muy feo, el viejo también le echó unas miradas fijas y le gritó, azotando su gorra:
• ¡Lárguese de mi vista! ¡No lo quiero ver! ¡Don Julio, por favor, sáquelo!
Don Julio quiso agarrar al “Mocho” del brazo, y le dijo:
• ¡Suélteme, pinche viejo!
Se dirigió a don Pedro.
• Usted es un viejo hipócrita, un infeliz que se refugia con la Virgen de Guadalupe, sabiendo que adentro trae el diablo, yo le voy a echar una maldición, escúcheme: Pido al Rey de las tinieblas que este viejo se quiebre la pata buena.
• ¡Lárguese, salga de mi oficina inmediatamente!
Don Pedro puso su mano derecha en su corazón y hacía gestos de dolor, mandaron llamar a Pedro de la Torre, el jefe de seguridad, y le dieron los primeros auxilios, le dijeron a Chucho que se fuera a trabajar. Y se estaba poniendo dura la cosa porque llegaron los secretarios del Sindicato Minero y el señor Islas, que era el gerente de la compañía, hablaron con Jesús, que no se metiera más con el señor Pedro Ramos, porque si no lo hacía lo iban a correr.
Todo llegó a la normalidad, al siguiente día, sus hijas de don Pedro lo llevaron como de costumbre, pero les dijo que lo dejaran al pie de la escalera para subir a donde estaban los superintendentes, iba con el fin de acusar y levantar un acta administrativa en contra de Chucho, porque le faltó al respeto y al mismo tiempo le echó una maldición.
Se despidió de sus hijas, y subió 6 escalones agarrándose del barandal, pero como suben continuamente los mecánicos y los de la fragua, dejan gotas de aceite, don Pedro pisó algunas y se vino para abajo, dando un grito de horror, cuando vio que el fémur de la pierna izquierda se le había zafado, pues se hizo una fractura expuesta.
Todos los trabajadores que escucharon al “Mocho” que le había echado la maldición, lo tomaron muy en serio y se corrió la voz de que don Pedro se accidentó por la maldición del “Mocho”. Al jefe lo llevaron al hospital de la compañía, y el que estaba que daba de brincos era “El Chucho”.
• Se lo dije al viejo lo que le iba a pasar, que se iba a quebrar la pata buena.
Por su parte, don Pedro sufría mucho por no ir a su trabajo, a pesar de que estaba enyesado, en una camioneta lo llevaban y lo bajaban a la entrada de su oficina, y se quedaba sentado mirando a sus trabajadores, cuando ya habían entrado todos lo volvían a subir a la camioneta y se lo llevaban para su casa. Un día que el Chucho llegó tarde como era su costumbre, como tenía prohibido dirigirle la palabra al señor, al verlo lo señalaba y se carcajeaba, luego alzaba la mano izquierda y se rascaba la barriga como si estuviera tocando guitarra, y chiflando le soplaba “El qué re bueno, qué re bueno”.
No dejaba de hacerlo hasta que se metía al taller de carpintería, don Pedro lo miraba con rabia, con tristeza, y mandó llamar a don Julio para que le quitara la maldición. Pero le mandó a decir que no, por el contrario, le mandaba otra, que se iba a caer y ya no se iba a levantar, y nuevamente sus palabras hicieron mella a la humanidad del pobre viejo que estaba amenazado, y un día, al querer subirlo a la camioneta, lo tiraron nuevamente, lo llevaron al hospital y ahí falleció. La fama de Jesús fue mucha, que era contratado para que le echara la maldición a su vieja, a su suegra, al sancho, y hasta los jefes de Loreto estaban amenazados, ya con lo que habían visto le tenían miedo.
Le disparaban las borracheras y por ahí se escucha decir que Chucho “El Mocho” tenía pacto con el diablo. Una vez llegó muy tomado a su casa, y comenzó a pelear con su vieja porque no lo esperó despierta para que le diera de cenar. Su señora Anita la Huerfanita, que era una mujer chaparra pero estaba muy mamada, se puso en guardia y le tiró un recto a la cara, luego le bailó para doblar la cintura y darle un gancho al hígado, y lo remató con el gancho izquierdo en la mandíbula, que Chucho cayó parando las patas.
Se levantó furioso y cruzando los dedos, le dijo que le echaba la maldición de Faraón, para que se fuera secando y quedara como pasa, y se la comiera un puerco. Anita le cayó como patada de mula, agarro el sartén y le dijo:
• Todas las maldiciones que me mandes, que se le retachen a tu madre.
Y le pegó con todas sus fuerzas, en el hocico, que le tumbó los dientes de enfrente. Desde esa fecha ya no tuvieron resultado sus maldiciones, porque dijo que como quedó chimuelo, cada que mandaba una se le salía el aire y se las llevaba. Chucho “El Mocho” tuvo que recibir cientos de mentadas de madre y algunos que habían pagado por adelantado, se cobraron a lo chino, dándole de madrazos.