LAGUNA DE VOCES

    •    Tía Adela 


Hay personajes en la vida que siempre se nos aparecen y son iguales a la última imagen que tenemos de ellos cuando llegaron a una casa que después de tantos años no sabemos cómo será luego que fue vendida a un pariente, que apenas unos años después murió y el lugar donde pasamos buena parte de la niñez y juventud, es un lugar al que seguramente ya nunca regresaremos.

    A estas alturas solo nos volvemos a encontrar con los parientes que se quedaron a vivir en la Ciudad de México cuando alguien muere, y es deber acudir para velar el cuerpo de la tía Adela, la última de las hermanas de Aurora, mamá, que se quedó poco a poco sola, igual que mi padre luego que cada uno de sus hermanos se fue.
    Así que ya no queda nadie de los que fundaron la historia particular de cada uno de los que hoy mismo sabemos que ya dimos el paso adelante, y que la historia habrá de repetirse sin saber a ciencia cierta quién será el que despida a todos, porque ya lo vimos no es asunto de partir de acuerdo a la edad.
    Sin embargo lo cierto de tía Adela es que, me contó una prima que no veía hace casi 35 años y que al despedirse nos dijo que seguramente ya no volveríamos a vernos. Decía que me contó de la afición de su mamá de cantar con la mía allá en el pueblo, poco ya en el DF, pero siempre con una alegría que lograba acabar con cualquier barrunto de tristeza.
    Los últimos días, a sus casi 97 años, la tía de ojos grandes y perfil hermoso, empezó a pedirle a su hermana La China que fuera por ella, que ya era tiempo. La China era mi madre por el pelo negro ensortijado, su compañera eterna para entonar canciones. Y tal cual lo pidió apenas un día antes, ella llegó y se la llevó, tranquila, serena, hasta un poco sonriente, en paz.
    Me contaba mi hermano que en San Miguel solo quedaba el marco de una puerta de lo que fue la casa de la tía, nada más. De toda la historia que había construido en el lugar donde nació, apenas un esbozo, una pequeñísima pista para dar con el mundo que construyó con cada uno de sus hermanos: Manuel, que un tiempo se dedicó a practicar lo que él llamaba la magia negra; Martín, al que le encantaba hacer bromas de un humor terriblemente negro, en el que incluyó dar el pésame a sus propios parientes por la muerte de alguien que estaba vivo; Lupe, que tuvo la desgracia de casarse con un hombre codo hasta un nivel enfermizo; Amelia, que gustaba poner los apodos más ingeniosos que se hayan inventado, amén de inventar palabras que a la postre se hicieron parte del hablar de los del pueblo, y Aurora, que muy jovencita murió, la más pequeña y a la que más querían.
    Por eso es que cada una de sus hermanas la llamó para que fuera su guía a la hora del adiós definitivo. Y ella llegó siempre puntual, amable, amorosa con quienes compartió los pocos años que estuvo a su lado.
    Con tía Adela se cierra para siempre la primera parte de una historia en que era posible volver a mirar el parque, la escuela, la iglesia de la tierra donde todos tenemos nuestro origen. Daba por hecho que algo mágico siempre había existido en su familia, y que era posible hablar con los muertos, llamarlos cuando llegara el momento para que se encargaran de hacer todos los trámites antes de subir a la última embarcación.
    Allá se habrá encontrado con su hijo Humberto, asesinado por su esposa y un sujeto del que nunca llegamos a conocer su nombre. Allá seguro la habrá de pasar bien, porque pese a un sinfín de tragedias que le tocó vivir, entre ellas la muerte de su hermana, la más pequeña, siempre supo estar alegre. Así era.
    La semana pasada se veló en una casa por el rumbo de Neza en el Estado de México. Casi estoy seguro que vi por última vez a mis primas Josefa, Lupe e Irma. Casi estoy seguro también que sabemos que nos volveremos a encontrar pasados otros 30 y tantos años,  y cómo esta ocasión platicaremos como si hubiera sido ayer cuando nos vimos.
    Descansa en paz querida tía, hermana amorosa de mi mamá.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
    

CITA:
Con tía Adela se cierra para siempre la primera parte de una historia en que era posible volver a mirar el parque, la escuela, la iglesia de la tierra donde todos tenemos nuestro origen. Daba por hecho que algo mágico siempre había existido en su familia, y que era posible hablar con los muertos, llamarlos cuando llegara el momento para que se encargaran de hacer todos los trámites antes de subir a la última embarcación.

Related posts