Limpiar oficinas o prostituirse
• En Tánger hay un refugio donde viven 13 madres solteras maltratadas por una sociedad que las criminaliza y abandona. Ellas son las mujeres más vulnerables
Tenemos muchos problemas, que hay que combatir en este ámbito, pero vamos a ir evolucionando”, afirma Ghizlane Maamouri, miembro del Partido del Progreso y Socialismo (PPS) en Tánger, uno de los seis partidos que gobiernan en coalición. La realidad es que en el reino aún no existe una ley específica contra la violencia contra las mujeres. Hay un proyecto de ley redactado desde 2013 que sigue paralizado pese a las constantes presiones de las ONG de que de una vez por todas se apruebe.
“Nosotras en Marruecos sólo tenemos dos opciones. O trabajamos limpiando oficinas y locales por una miseria. O nos prostituimos por poco más que una miseria”, dicen. En el reino dos de cada tres mujeres sufren algún tipo de violencia
La primera frase la suelta la madre soltera que tiene el lado derecho de la cara con quemaduras: “Nunca un hombre había entrado en nuestra casa si no es para intentar violarnos o insultarnos”.
Dos horas después, las últimas palabras las pronuncia otra madre soltera, más joven, y con las manos resecas por la lejía que usa para limpiar el restaurante donde le acaban de dar un empleo: “Yo solo quiero que la gente me mire cuando hablo”.
Erase una vez una casa acorazada de valor y olvido donde no existen los cuentos de hadas ni los finales felices. Un refugio blanco por fuera y sin apenas luz por dentro donde sólo entran mujeres y niños a los que una sociedad machista les hace vivir con una culpa que no les pertenece.
En un rincón de uno de los callejones que conducen al corazón de la Kasbah de Tánger, hay un edificio de tres plantas ocupado por 13 mujeres y sus hijos que sufren constantemente un rechazo social y familiar. Su único “pecado” a ojos del lugareño: ser madres solteras.
Yala tiene 38 años, dos hijos pequeños y es de las pocas que están allí que sabe leer y escribir. El primero de sus hijos nació nueve meses después de que un hombre la violara en un callejón. Sus padres la echaron de casa. Un año después comenzó una relación con un chico que la abandonó cuando le dijo que había quedado embarazada.
“Sinceramente, nosotras en Marruecos sólo tenemos dos opciones. O trabajamos limpiando oficinas y locales por una miseria. O nos prostituimos por poco más que una miseria. Normalmente escogemos lo segundo”, explica esta mujer, que no deja pasar a nadie más allá de la puerta del refugio.
Ausencia de protección legal En Marruecos la violencia física, sexual y de palabra contra las mujeres se sigue ejerciendo con demasiada impunidad en la calle, en el hogar y hasta en los tribunales. La ley condena las relaciones sexuales fuera del matrimonio, incluso si ha habido una violación, y ni hablar de lo que pasa si la mujer se queda embarazada “fruto de un acto sexual ilegal”. Los abortos clandestinos, los matrimonios forzados (muchas veces incluso con el propio violador) y el abandono de bebés están al orden del día en el reino. Todo este tiempo el Estado ha dejado en manos de las organizaciones humanitarias la protección de estas mujeres. Aunque, recientemente, la administración ha sacado plazas para que haya asistentes sociales que atienden a mujeres maltratadas. “Hay muchos clichés y estereotipos de la sociedad patriarcal. Poco a poco estamos avanzando en muchas cuestiones respecto a la violencia contra la mujer. Pero hay un problema de base, de educación, desde las escuelas hasta en la policía que escucha las denuncias de estas mujeres.