México del Norte ¿un nuevo país?

SABER PARA CONSTRUIR

Respecto a todo esto, confieso que no lo había pensado con detenimiento, pero al hacerlo, recordé dos anécdotas; una, cuando conocí hace más de 15 años a buenos amigos norteños (del “Estado grande”) que, sin embargo, decían con cierto dejo de desprecio: Debajo de Chihuahua, todos son chilangos; otra, cuando escuché del rector del sistema de una de las escuelas privadas más importantes de México (si no es que la más destacada, surgida en Monterrey): “después de tantos y tantos años, seguimos pagando tributo a los aztecas”, igual que en el primer caso, con un resabio de molestia.

Con la revigorizada intención separatista por parte de Cataluña en España, en algunos medios electrónicos de difusión ha resurgido también una antigua voz que promueve la separación de nueve entidades federativas ubicadas en el norte de México: Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León, Sonora, Sinaloa y Tamaulipas, con la intención de crear un nuevo país que, según sus proponentes, podría llamarse “Aridoamérica”, o simplemente, “México del Norte”.
Su argumentación básicamente es la siguiente: “(1) si Cataluña puede, los norteños también podemos: No recojamos migajas del centro; (2) Cataluña se quiere independizar con el 18.9% del PIB de España, pero juntos como país, nosotros hacemos el 34.7% del PIB de México: ya basta de subsidiar chilangos; (3) podemos alcanzar la independencia de este país que cada día nos pide más y nos da menos, además de tener culturas y formas de vida muy diferentes: Culturalmente no somos del centro ni del sur”.
Respecto a todo esto, confieso que no lo había pensado con detenimiento, pero al hacerlo, recordé dos anécdotas; una, cuando conocí hace más de 15 años a buenos amigos norteños (del “Estado grande”) que, sin embargo, decían con cierto dejo de desprecio: Debajo de Chihuahua, todos son chilangos; otra, cuando escuché del rector del sistema de una de las escuelas privadas más importantes de México (si no es que la más destacada, surgida en Monterrey): “después de tantos y tantos años, seguimos pagando tributo a los aztecas”, igual que en el primer caso, con un resabio de molestia.
Las cifras oficiales son claras: La situación en el norte de la república, en general, es mejor que en el resto del país, hasta tal punto que se podría hablar de dos Méxicos: una región norte más avanzada y progresista, mientras que el sur tiende a rezagarse. Hasta cierto punto es comprensible la situación: Quizá les vaya mejor si se escinden, pero algo similar podría argumentar California en los Estados Unidos de América, pues al menos por el lado económico, por ejemplo, contribuye con el 13% de su PIB, y por sí misma, constituye la sexta economía más grande del mundo (para dar una idea, supera a Francia, India, Italia, Brasil y México); sin embargo, se mantiene formando parte de la unión americana, incluso ahora que tantas desavenencias ha tenido bajo el gobierno de Donald Trump.
Ya sea para California, Cataluña o para las entidades del hipotético “México del Norte”, el punto es ¿por qué permanecer dentro de un país que en cierta forma les pueda quedar “chico”?
Todo ha de quedar definido tras un balance apropiado del posible cambio en lo social, cultural y económico; y, por supuesto, la decisión que se tome ha de ser con aprobación de la mayoría de quienes viven en el territorio. Sin embargo, este tema es más delicado de lo que parece.
Por ejemplo, si bien pueden ser muy valiosas (y hasta loables) tanto las razones del sentimiento independentista por parte de Cataluña, como del esfuerzo unionista por parte de España, el trasfondo puede ser peligroso. Si sólo se trata de nacionalismo puro, entonces el punto es otro, pero a veces se confunde nacionalismo con chauvinismo o patrioterismo (no confundir con patriotismo). Incluso, para algunos, “el nacionalismo es el hermano bien vestido del racismo”.
Sin ser partidario de las teorías de la conspiración, otro punto cierto es que, en ocasiones hay intereses extranjeros que pesan para introducir un sentimiento separatista (o en su defecto, unionista, según los intereses del agente externo), por ejemplo, en lo que hoy es Panamá pero que antiguamente fue parte de Colombia, y más recientemente en Crimea, Siria y Somalia. La reflexión que le quiero plantear el día de hoy es: ¿Cuál es el sustento fundamental en la decisión de separarse del país al que se pertenece? ¿Qué haría usted si estuviera en el lugar de los catalanes justo ahora?
* Investigador asociado en El Colegio del Estado de Hidalgo.

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