Feria patronal: Día de San Judas Tadeo

Es casi medio día en Mineral de la Reforma y hay un sol que cae apacible sobre las cabezas de los transeúntes. Los ruidos de los fuegos artificiales resuenan hasta la colonia 11 de Julio, en las calles no hay mucho movimiento como otros días.

    Conforme se avanza, justo a la altura de la antigua Ciudad Universitaria, hoy Ciudad del Conocimiento, hay una procesión, pequeña, pero notable. Y a la cabeza de esa comitiva hay una patrulla, pero también la dirige una figura de gran tamaño de San Judas Tadeo, que es cargado por cuatro hombres; atrás, varias personas interpretan cánticos, mientras una banda de viento los acompaña. Su destino final: Carboneras.

    Al llegar a la entrada hay un arco que da la bienvenida a la feria patronal; dentro, los puestos de comida, antojitos, ropa y demás artículos se dispersan por la avenida principal, en el aire, un olor a tacos, buñuelos, flores, pan recién horneado. La iglesia está en la parte superior de la calle, ahora perdida entre malteados y sombrillas.

    Entrando al templo, muchos San Judas, gente vestida a su imagen y semejanza sin importar si son hombres o mujeres, niños o adultos mayores. Hay una quinceañera, también tiene algo que celebrar el día de hoy; cuadros, imágenes, cirios, velas y escapularios flotaban en el aire tratando de abrirse paso entre la multitud

    La misa comienza como siempre, cantos y rezos piden por la salud de la quinceañera, y claro, mostrar sus respetos al santo festejado. El padre que la oficia habla de apóstoles, iglesias y piedras angulares, los doce como base, o mejor dicho, como cimientos de la iglesia, tratando de extrapolar el lenguaje propio de los ingenieros civiles al clerical. Al final, todos cantan las mañanitas, y el presbítero lanza agua bendita por todos lados, a manera de bendición.

    Los peregrinos de hace un momento por fin arriban al recinto mientras la banda toca “La guadalupana”, otros acuden a la tienda de San Juditas a comprar una réplica del santo para ser bendecida por el agua del sacerdote, el resto, prefiere disfrutar las delicias que los vendedores ofrecen a lo largo y ancho de la avenida principal mientras otra misa comienza con nuevos invitados.

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