“El perfume de las flores”

LA FLORES DE DOXEY/REPORTAJE PARTE 3
    •    Hombres y mujeres trabajan de sol a sol, y al final tienen una experiencia única, que los reconforta, que los alivia y los cura de los males del alma 


Allá, a escasa hora y media de la capital hidalguense, la necesidad hace de las suyas y no queda más que trabajar como en otras tantas partes del estado, en el campo. Trabajar en la Madre Tierra, aquella que dio de comer a nuestros ancestros, la que hiciera filosofar a los sabios y la que inspirara a nuestros poetas, sigue dando de comer a los herederos de la tradición y la cultura, los campesinos de Doxey en el municipio de Tlaxcoapan.

El campo, no distingue edades ni sexos, cada temporada de siembra mira  a la gente de esta comunidad, regresar a la parcela, en donde se hace el surco y en dónde meses después emergerá la flor, dónde las jornadas son pesadas, dejan en completo cansancio a los productores de flor. El mismo campo que también, al final de temporada, los reconfortan con el aroma que se dispersa por todos lados, es el aroma a Día de Muertos, el aroma a cempasúchil.

Del hedor al aroma
Al llegar a la comunidad de Doxey en donde se encuentran los cultivos de flores de temporada de Día de Muertos, se percibe un desagradable olor en la parte del canal de aguas negras que no están entubadas, hedor con el que los trabajadores del campo tienen que lidiar durante todo el proceso de siembra de sus parcelas, sin embargo cuando comienza la floración de las flores de cempasúchil, todo el panorama cambia, el aroma que prevalece es el de la flor, como si el campo le ganara la batalla a lo que viene de la ciudad, la naturaleza haciendo frente a los daños que ocasiona el hombre.

La esencia cambia
Para la señora, Arely Rivas Tovar, quien ha trabajado en el campo desde hace más de 14 años, todo el trabajo, cansancio y rudeza que se vive en cada jornada, vale la pena aun cuando son pocas las semanas en las que se puede disfrutar de la floración del cempasúchil, sensación que asegura “no se compara con ninguna otra”, ya que el característico aroma de la flor del sol, la flor naranja de la festividad de noviembre en México, es único y trabajar entre estas es una experiencia completamente única.

“Es una esencia distinta,  recomiendo que no se la pierdan. Desde que vas pasando por la orilla percibes el aroma, pero cuando te metes entre las flores es una sensación aún más diferente, es relajación, es pensar en todo lo vivido, es una forma de recordar que el año se acaba pero sobre todo que una vez más logramos tener esta cosecha”, dijo aquella mujer que vive la esencia de las flores y escucha el sonido que algunas abejas producen al extasiarse con el cultivo que ha comenzado a dar frutos.

El campo, un trabajo en familia
De igual forma, la familia de doña Arely, también tiene mucho que hacer en el campo, aunque su esposo es obrero, ella y sus hijos trabajan en la parcela de su padre para tener un ingreso extra, y aunque los pequeños van a la escuela, su tiempo libre lo ocupan para apoyar en los trabajos que se hacen en la cosecha, sobre todo al momento de ofrecer el producto y venderlo.

“Uno de mis hijos tiene 13 años está en secundaria y otro de siete, él está en primaria. Al más pequeño le gusta mucho hasta llora cuando no lo llevamos a la parcela, el más grande es más de –a mí denme el producto y yo lo vendo-, pero si nos gusta el campo, antes nos poníamos en la orilla de la carretera pero sí es muy peligroso, por eso ahora con el Festival de las Flores, queremos vender la cosecha sin que tengamos miedo a que nos vaya a pasar algo”, explicó.

Y agregó “nos gusta el trabajo, todo implica un esfuerzo muy grande, porque desde que se siembra hasta ver las flores, hablamos de trabajo, de distinta manera pero muy pesado, cuando olemos el campo de cempasúchil nos aliviamos, nos curamos, respiramos nuevos aires, y que decir de la imagen, es un paisaje de temporada, único, por eso los invitamos a que vengan se tomen una foto y se lleven el recuerdo del trabajo que durante cinco meses aproximadamente hacemos para que viva la tradición”.

El conocimiento se copia y se pasa
En otra de las parcelas, encontramos al señor Facundo Hernández Juárez, quien con azadón en mano trabaja sobre sus cultivos de crisalia, el hombre que como los demás a pesar del cansancio que deja la jornada laboral, nos recibe con una sonrisa, con cierta desconfianza con la que mira el hombre del campo, pero con la amabilidad de aquellos que en su corazón siembran la amistad.

Él nos cuenta la forma en que desde la comunidad de Santa Ana, se trajo el secreto para cultivar buenos ramos de “mano de león”, la flor guinda que acompaña al cempasúchil en el altar de muertos, “esa vez andábamos por Santa Ana, allá nos fijamos como le hacían. A mí un hombre de allá me mostró cómo le hacían, pasaban el azadón e iban tirando la semilla al hilo. Me preguntó que cómo le hacíamos nosotros, en ese entonces, sembrábamos la flor en almácigo, y estábamos haciendo mal”.

En seguida, tras tomar aire, don Facundo prosiguió, “la manita de león se debe sembrar directamente en la tierra, y se debe cuidar más, por eso es más cara, los cuidados de deshierbe son diario y se tiene que quitar el macollo (las hojitas más pequeñas de la planta que surgen cuando el tallo ya está algo crecido, esto con la intención de que los nutrientes de la tierra se concentren en desarrollar la flor), para que la flor crezca grande como esta”, dijo mientras nos mostraba su cultivo de esta planta que forma parte del manto floral que cubre el campo de Doxey.

Así el conocimiento se pasa de un lado a otro, se copia para dar frutos y en seguida se pasa a las futuras generaciones que han aprendido a cultivar la flor, para después venderla, y hacer frente a otra problemática que es el regateo de quienes ven las flores pero desconocen todo el trabajo que conlleva tener la presencia de estas hermosas plantas en las ofrendas de sus casas. “Me gusta este trabajo, me gusta ver las flores, ya le agarramos el hilo”.

Los mayoristas

Finalmente, el señor Facundo, también nos explica que es muy triste ver que se queden flores en el campo, por qué no hay compradores, por lo que a él le gusta más que acudan compradores mayoritarios a la parcela, siempre y cuando paguen a buen precio, ya que con este tipo de compras (por surco), evitan exponerse a pie de carretera para vender por ramito.

Entre estos señala que tenía unos clientes de Toluca que iban a comprar la flor por surco, que incluso iban muy temprano o en la tarde para que la flor no se les sancochara (se marchite) la flor, sin embargo no es de cada año que vayan.

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