Entre instituciones, charlatanes y Mesías

FAMILIA POLÍTICA
Al margen de esas dos instituciones, aunque desprendidos de ellas, actualmente surgen santos sin religión, como la Santa Muerte o el Santo Malverde.  En la política, tremolando la bandera de la ciudadanización, costaladas de candidatos independientes.  Aunque hay que admitir que al mismo tiempo se consolida la figura mesiánica y tropical de un demagogo que por tercera vez busca el supremo cargo de elección popular en nuestro país; ahora con posibilidades de éxito.

“Los hombres son de mente muy simple,
sus necesidades inmediatas los dominan de tal manera que
el engañador siempre encontrará a muchos
dispuestos a dejarse engañar.”

Maquiavelo

Los seres humanos, sin excepción tenemos necesidad de creer en algo, no necesariamente en un Dios.  El credo de los pocos ateos auténticos que conozco, consiste en negar, más que en afirmar.
    Debo confesar que al leer a profundidad el célebre ensayo de Jean Paul Sartre El Existencialismo es un humanismo, me encontré con la esencia decadente de esa corriente filosófica de la postguerra: “El hoy es nuestra única certeza, el ayer ya no existe y el mañana no ha llegado todavía”.  En esa trágica concepción de un tiempo sin futuro, es lógico que no quepa la idea de algo que trasciende lo puramente sensorial.  El existencialista puro, no tiene derecho de invocar la memoria de sus muertos; mucho menos reclamar la asistencia de un ser divino.
    “No me mueve, mi Dios, para quererte / El cielo que me tienes prometido / Ni tampoco el infierno tan temido / Para dejar por ello de ofenderte.  
Así dice el primer cuarteto del bello soneto que algunos atribuyen a Santa Teresa.  Admiro su forma pero difiero en el fondo: todo credo religioso es pragmático; busca en las oraciones desahogar las penas; fortalece la esperanza de que algo o alguien  escuche; implora la ayuda de potencias sobrenaturales para la solución de los problemas terrenales; también puede ser temor a lo desconocido, a la ira de Dios.  
En este contexto, el primo de un amigo por ejemplo, se confiesa convencido suicida; se detiene sólo por las terribles amenazas karmáticas con las cuales, la mayoría de credos sancionan a quienes se quitan voluntariamente la vida.  No es el caso de Samurái japonés, para quien el harakiri es máxima virtud.
En concordancia con lo anterior, evoco la novela de Taylor Calwdell, El que escucha; refiere la existencia de un santuario en el cual un Maestro iluminado, que sugiere la figura de Jesús de Nazareth, atiende las tribulaciones de todo aquél que se postra a sus pies, que llora y suplica ayuda para mitigar sus angustias existenciales.  
Así, en peregrinación interminable, llegan atormentados seres que salen reconfortados después de desahogarse ante un altar, lleno de cortinas que cubren la presencia del incansable y milagroso interlocutor.  Nadie lo ve, pero todos lo sienten y todos creen en él… hasta que, un día por diversas circunstancias, al hurgar detrás de los velos, al sacrílego sólo encuentra un sitial vacío; el divino confesor no está ¿Eso significa que no existe?  Los miles de plegarias; las lágrimas vertidas la paz que legiones de espíritus alcanzaron ¿Fueron mentiras?  Evidentemente la fe se convierte en garantía ontológica; en prueba irrefutable de existencia.  La catarsis del confesionario es monólogo más que diálogo.
No existe caldo de cultivo más propicio para engendrar pseudo mesías y todo tipo de charlatanes, que las ganas de creer.  La gente tiene necesidad constante y permanente de renovar los objetos de su fe; de otros míticos aliados para hacer realidad sus esperanzas (en México sucede cada seis años).  
Las religiones milenarias sufren hoy el desgaste de los siglos, cada día multitudes de feligreses abandonan los actos litúrgicos de sus padres para buscar otros templos, otros interlocutores, distintos sacerdotes; manos piadosas y honradas para depositar su diezmo.  Las religiones están en crisis, igual que los partidos políticos.  
Al margen de esas dos instituciones, aunque desprendidos de ellas, actualmente surgen santos sin religión, como la Santa Muerte o el Santo Malverde.  En la política, tremolando la bandera de la ciudadanización, costaladas de candidatos independientes.  Aunque hay que admitir que al mismo tiempo se consolida la figura mesiánica y tropical de un demagogo que por tercera vez busca el supremo cargo de elección popular en nuestro país; ahora con posibilidades de éxito.
A veces me pregunto, en un exceso de imaginación ¿Qué pasaría si un hombre común de nuestro tiempo irrumpiera en un pueblo de la Edad Media con una lámpara de baterías en la mano?  Sin duda los sencillos aldeanos creerían que es Dios y le darían el trato y las reverencias que su divina investidura merecería.  Sin duda los escépticos e incrédulos serían linchados por la masa de fanáticos seguidores del hombre de la lamparita (que no sería Diógenes).  
Hoy en día, nuestra realidad está llena de saltimbanquis y vividores, no solo dentro o en contra de religiones y partidos políticos; también, en la economía, en la medicina; en la educación y en casi todas las actividades humanas.  Para ejemplos basten los llamados “medicamentos milagro” y las escuelas “patito”.
En estas elucubraciones me encontraba, cuando escribí el siguiente

SONETO:
Cuando la crisis llega a los valores
Se duda de la ley, de Dios, de todo.
El humano, con fe, del mismo modo,
Se inmola en el altar de sus temores.

En mar revuelto medran pescadores,
Los charlatanes hallan acomodo,
Como clavos ardientes en el lodo,
Para “salvar” a ingenuos seguidores.

Estos nuevos engendros de mesías,
Construyen diferentes “religiones”
Entre fetiches y supercherías.

En la total ausencia de razones
Podrías vivir el resto de tus días
Simplemente, vendiendo bendiciones.
.

Octubre, 2017.

Related posts