Sin fin

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HOMO POLITICUS 

Dantesco, no parece tener fin, los hallazgos de cadáveres, la muerte violenta y la desolación claman por justicia, mientras la justicia, su procuración e impartición, van a la zaga de la estela de crímenes que se cometen en el país.

 

 

Se han descubierto esta semana 61 cadáveres en estado de putrefacción en un crematorio abandonado en Acapulco, Guerrero; cuestión que se suma a la ya interminable lista de cuestiones anómalas que ya no asombran a nadie, pero que advierten que Ayotzinapa es un caso de tantos sin esclarecer, pero que dada su notoriedad internacional se ha desbordado, cosa que no sucede con aquello que enterrado o cremado está y que nadie lo denuncia.

 

De poco o nada ha servido la comparecencia de autoridades mexicanas ante la ONU, para tratar de evidenciar que se está trabajando en materia de desaparecidos, así como de los estragos del crimen en el país; de igual manera, de poco o nada ha servido que el Presidente Peña Nieto, en un ánimo de calmar las aguas, haya instruido a Virgilio Andrade, titular de la Secretaría de la Función Pública para que investigara si existe o no conflicto de intereses en torno a sus bienes, de su esposa e incluso del Secretario de Hacienda Luis Videgaray.

 

Pero, ¿Qué subyace en todos estos intentos frustrados del gobierno por enmendar el rumbo?, el peso de la corrupción y la impunidad que no permiten enderezar el camino, para ello, se debe hacer valer los protocolos de justicia, aplicación del Estado de Derecho, rendición de cuentas, transparencia, gobierno abierto y ciudadano, entre otras en una cadena de miles de acciones que no se aplican en el país y que le restan credibilidad, confianza y legitimidad a sus acciones.

 

El escenario es incierto por doquier y no hay elementos en la realidad que nos permitan suponer que el estado de cosas mejorará en este año; por el contrario, ya existe una pesada carga para las torpezas del orden público, los ánimos se han ido caldeando y ni siquiera el proceso electoral en puerta es la solución a las problemáticas que nos aquejan, ya que la ciudadanía percibe al proceso electoral como el caldo de cultivo para una cueva de ladrones y oportunistas que seguirán ensanchando la brecha entre la corrupción y la honestidad.

 

Están al descubierto que corrupción e impunidad acompañan a la clase política, la pregunta estriba ¿quién o quienes darán el primer paso para acabar con este marasmo?, la respuesta es clara, ¡nadie!