TODO LO QUE PASÓ EN LA MUERTE DEL JEFE
Caen los asesinos del jefe de seguridad de la empresa cementera de Cruz Azul. Varias veces son criticados los agentes de la Coordinación de Investigación por la tardanza en capturar a los delincuentes, pero como dice el dicho, caminado despacio se llega lejos, o muchas veces también, es mejor dejar libre a un culpable que amolar a un inocente.
Ahora sí se puede gritar, a los cuatro vientos, que agarraron a los asesinos del jefe de seguridad, a quien se echaron al plato el 24 de abril pasado. Los delincuentes le habían echado el ojo a otra persona en el estacionamiento del Hospital “Guillermo Álvarez Macías”, en la Ciudad Cooperativa Cruz Azul. Lo esperaban pero llegó de casualidad el jefe de seguridad de la planta cementera, y el fue él quien pagó el pato. Se dice que cambiaron de planes y quisieron quitarle el automóvil, se resistió y lo mataron.
La noticia alertó a la población, principalmente a la policía, que formaron operativos y usaron estrategias para dar con los asesinos, que buscaban hasta debajo de las piedras; andaban como hormigas son control, dando palos de ciego, porque no daban una para saber quiénes eran y de dónde venían.
Pero como se dice, y es muy cierto, que los asesinos regresaron a la escena del crimen, y esto pasó después de 14 días de la tragedia. Los delincuentes llegaron a Tula, provenientes de Tlalnepantla y Tultitlán, Estado de México, además de un tuleño, por lo que juntos eran cuatro monos con las intenciones de recuperar el automóvil donde viajaban, el cual habían dejado abandonado el día que habían cometido su fechoría.
Regresaron porque uno de ellos había dejado adentro ropa y credenciales. Pero como los gendarmes y agentes andaban bien abusados, los vieron muy sospechosos, pues caminaban mirando para todos lados, y se notaba que no era gente del pueblo; por ese motivo fueron aprehendidos afuera del Ministerio Público. No les costó trabajo meterlos. Al interrogarlos utilizaron todo por la buena, para que no los regañara la Comisión de Derechos Humanos, ya que como no los pueden madrear, estuvieron como cuchillito de palo, haciéndoles preguntas, hasta que soltaron la sopa.
Dijeron en su declaración, que tenían un buen de tiempo esperando a cualquier persona que dejara un coche nuevo y vistiera bien, para saltarlo y quitarle el automóvil. Cuando los delincuentes vieron que en un coche nuevo bajaba su presa, no sabían que era el jefe de seguridad de la cementera, Héctor Azkary Cruz Pérez.
Lo confundieron con un policía, porque de lejos se veía que traía un gafete en el pecho, y pensaban que era su charola. Además, al ver que lo iban asaltar, se les puso al brinco y se resistió tratando de defenderse con el bastón de su automóvil. Forcejearon y uno de ellos sacó su pistola y le apuntó, le tembló la mano, no pudo disparar; otro de ellos le arrebató la fusca y le soltó un plomazo en la cholla al jefe de seguridad, que no le dio tiempo de decir pío.
De lejos se juntaron varios testigos que vieron el asalto, entre ellos estaba un policía bancario asignado a la clínica, pero como a ellos no les dan pistola para defenderse, vieron los toros desde la barrera. Dos empleados de las oficinas deportivas de Cruz Azul se dieron cuenta que los delincuentes se habían bajado de un vehículo Volkswagen Sedán, Golf, modelo 1993, color gris, con placas de circulación MGL-5259 del Estado de México.
En su declaración por separado, dijeron los empleados del deportivo haber visto a dos de los tres ocupantes del automóvil gris platicando con una persona que llevaba una motocicleta, luego que se bajaron y se fueron derechito al chofer del Peugeot, quien se había estacionado a dos cajones de donde ellos estaban, y vieron cómo uno de ellos sacó una pistola y le disparó en la cholla.
Así mismo se informó que el sábado 25 de abril, como a las 10 y media, los uniformados de la municipal de Tula localizaron el vehículo abandonado en la colonia Buenos Aires de la comunidad de Pueblo Nuevo. Los agentes entrevistaron a una vecina de la calle Leandro Valle de la colonia del Canal de San Marcos, quien les dijo que tres jóvenes llegaron a bordo de esa unidad Volkswagen Golf, color gris plata, quienes vestían pantalón de mezclilla azul, y uno de ellos llevaba sudadera gris y el otro sudadera roja, prendas de vestir que se encontraron adentro del coche abandonado.
Una vez que se revisó dentro de la unidad, se encontró una credencial con fotografía de uno de los presuntos responsables. Pero después se supo que cuatro personas se presentaron a la agencia del Ministerio Público de Tula con la intención de recuperar el automóvil, diciéndole al agente social que se los habían robado, pero los reconocieron porque ellos ya tenían la investigación.
Al verse perdidos les ofrecieron dinero a los agentes para que ya no les hicieron más preguntas y los dejaran en libertad, sin embargo, les dijeron que se quedaban arrestados. Los agentes fueron agredidos con palabras y a madrazos por los cuatro delincuentes. Los metieron al calabozo.
José Gilberto Esteves, mejor conocido en el bajo mundo como “El Gil”, de 26 años, dijo en su declaración que el 23 de abril a las 4 de la tarde, se reunió con Edgar “El Zorro” y Eduardo “La Zuricata” en la colonia Caracoles del municipio de Tlalnepantla, Estado de México para ponerse de acuerdo a la hora en que se trasladarían a la casa del “Piter”, que sabe que vive en el Estado de Hidalgo y que su papá trabaja en le cementera Cruz Azul.
Se reunieron los cuatro, y se fueron a comer a la plaza del taco, se hospedaron en un hotel barato y se salieron a las 6 de la mañana del viernes. “El Piter” los puso al tiro, que iban a robar una casa de su vecino. Les dio la pistola tipo escuadra color negro, de 9 milímetros, con 5 cartuchos útiles, pero les falló porque no pudieron hacerlo y no quisieron llegar a su casa con las manos vacías.
Dijo “El Gil” que se acercó a la reja de una casa y llamó a una sirvienta, le enseñó la pistola y le dijo que le abriera. La mujer, muy espantada, trató de hacerlo pero tenían un perro grandote, amarillo, que se le aventó para tacarlo y mejor se dio la media vuelta y salió corriendo, comentándolo a “El Zuricata” lo que lo había pasado y le dijo que se fueran.
“El Zorro” era el que conducía y como lo planeado les había fallado, buscaron otro bizne, pero le cambiaron, ahora iban a buscar un automóvil para robárselo. Se fueron sobre la avenida y adelante de ellos iba “El Piter” en la motocicleta roja. Llegaron al Hospital de Cruz Azul como al 20 para las nueve de la mañana, donde le echaron el ojo a una camioneta color blanco que estaba estacionada con dos personas, un hombre y una mujer. Dijo El Gil” que el volado ya esta echado y se enfilaron hacia la camioneta, pero en eso se atravesó el Peugeot, se miraron y cambiaron de opinión.
Dijo que llegó y le tocó el cristal, abrió la portezuela tomando por sorpresa al conductor, al que le dijo “ya te amolaste bájate y no la hagas de pez”. A pesar de las amenazas, el conductor se resistió y se quiso defender con el bastón del seguro del volante.
Explicó que Edgar abrió la puerta del copiloto y le dijo que lo matara, pero se atontó; fue cuando le quitó la fusca y le disparó pegándole en la cholla. Sin pérdida de tiempo, “El Zuricata” echo en reversa el Golf para escapar junto con ellos. Los siguió el coche que llevaban y se les olvidaron las sudaderas en el asiento de atrás.
Salieron a esconderlo a un cerro, desde la 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde, mientras el motociclista hizo labores de halcón en los movimientos de la clínica. Después se bajaron del cerro para dirigirse a la terminal de autobuses para su regreso a Tlalnepantla. Y esto mismo fue lo que declararon. Que fue día de mala suerte porque no se robaron nada y los agarró la policía.
CUATRO LADRONES MENOS EN PACHUCA
La policía municipal le echó el guante, los anduvo persiguiendo. Daban un cristalazo para robar una computadora laptop y sacaban un auto-estéreo cuando les cayó la chota. Esta es la historia de cuatro delincuentes que formaban una banda especialista en dar cristalazos.
Les cayó el chahuistle cuando robaban a los automóviles que dejan estacionados afuera de su domicilio, en las colonias de San Antonio y Venta Prieta. Estos canijos ya tienen peleas en la coliseo, porque son de 51, 28, 23 y 18 años. Dijeron que vienen de varias partes de Ecatepec y Tecámac del Estado de México, y los demás son pachuqueños.
Vamos a ver cómo estivo la movida porque dicen los gendarmes en su reporte, que como a las 9 y media de la noche uno de los elementos que realizaba una necesidad (perdón) realizaba su rondín en la camioneta patrulla, sobre el boulevard Felipe Ángeles, a la altura de la colonia Venta Prieta, con dirección al centro de Pachuca, se le atravesó un vecino haciéndoles señas con los brazos, los movía como si quisiera volar, y si no se frena se lo hubiera llevado de corbata, y le dijo muy asustado, que momentos antes unos tipos que viajaban en un coche Dodge Neón gris, placas del Estado de México que iba más adelante, acaban de dar un cristalazo, y pedía que le dieran alcance; eso puso al tiro a los gendarmes patrulleros, que iniciaron la persecución, y por medio del altoparlante le solicitó al conductor del automóvil que se detuviera.
“Ese coche, favor de orillarse a la orilla”, pero ni los pelaron, por el contrario, se siguieron de filo, siguiendo su camino, y se metieron por el bulevar Santa Catarina, con dirección al municipio de Actopan.
Dijo el chofer policía que después de la peligrosa corretiza, el operador se detuvo a la altura de la calle del circuito, donde muy macho, descendió el conductor junto con sus tres mosqueteros, y fue cuando los gendarmes se los enchilaron.
Los encañonaron y los pusieron con las manos en la patrulla, abriéndolos de patas, a ver si tenían pistola. Al revisar el automóvil los uniformados encontraron una mochila color negro, y en su interior llevaban una computadora portátil, además varias cosas que eran del señor que los echó de cabeza.
Buscando hasta debajo de la refacción, encontraron otra mochila con la leyenda: “Organismos Públicos Autónomos de México” y adentro tenían una computadora marca Lenovo. Con estas evidencia y el señalamiento que les había hecho el dueño de los objetos robados, los cuatro sujetos dijeron que son del Estado de México, dedicado a la uña.
SE SALVÓ DE CHIRIPADA
Dicen que al que le toca, le toca, y al que no, aunque lo pongan. Ismael Leyva, de 36 años de edad, me cae que volvió a nacer, luego de que recibió una descarga eléctrica de alta tensión. Este hombre sí llegó a la casa del diablo y conoció a toda su familia, desde su jefa, su vieja y sus chavos, y regresó a la tierra.
El día del jueves de la semana pasada, estaba en el techo de lámina de un salón de fiestas cuando con una varilla tocó unos cables de alta tensión y recibió una fuerte descarga, aparte de que parecía foquitos de árbol de navidad, le salía humo de las orejas.
Ismael Leyva, sin duda para todos los que lo vieron, volvió a nacer, y lo aseguraron los socorristas de la Cruz Roja y Bomberos de Tulancingo porque cuando le dieron los primeros auxilios estaba chamuscado.
Todo sucedió en esta forma: serían exactamente 25 minutos para el medio día cuando los cuerpos de rescate recibieron una llamada de auxilio, y salieron hechos a la raya, trasladándose a la calle Poniente 2, en la colonia El Mirador. Utilizando una escalera especial y otras cosas, los Bomberos se subieron hasta la parte más alta, donde lo encontraron inconsciente.
Dijeron que esto pudo haber terminado en un montón de ceniza, porque el techo del salón de fiestas llamado “Britos” que encuentra a un costado de la cancha de basquetbol, estaba más negro que el negrito Sandía; ya no se movía, permanecía enroscado, como gusano de tomate cuando les dan en la madre. Entre ellos comentaban que cómo aguantó la descarga, porque estaba vivo, y de momento se movía como si tuviera calambres.
La fuerte descarga eléctrica la recibió en un brazo y le salió por una pata, y sólo lo tumbó, sin sentido. Los socorristas entablillaron a la víctima y le colocaron en una camilla, bajándolo con mucho cuidado para que no se fuera caer, y se lo llevaron al Hospital General. Decenas de curiosos, vecinos de ese sector que presenciaron las arriesgadas maniobras del cuerpo de rescate, les echaron una porra.
Algunos de sus compañeros comentaron que de momento vieron un chispazo y luego vieron que su compañero dio el ranazo, soltado un fuerte pujido. Los médicos del hospital le echaron ganas para salvarlo, aunque dijeron que su estado es delicado, pero no de muerte. Cuando llegaron sus familiares y les contaron cómo estuvo el madrazo, le dijeron a su jefa, que volvió a nacer, y que tenía que pensar en ponerle otro nombre. Al saber que estaba fuera de peligro, les dijo que sí, que desde ahora se iba a llamar “El Foco” Leyva.
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