A la baja en toda Europa
• En un país sin chantajes nacionalistas, António Costa ha sabido rescatar al partido del pozo al que lo condujo José Sócrates
Los datos macroeconómicos no dejan de otorgarle satisfacciones: el desempleo ha descendido al 8,9%, Bruselas sacó a Portugal del Procedimiento de Déficit Excesivo y la agencia de calificación Standard & Poor’s ya no le aplica la etiqueta de ‘bono basura’.
Mientras el socialismo cede terreno en casi toda Europa, con la irrupción por su izquierda de los populismos encarnados en Tsipras o Pablo Iglesias y el ascenso de las opciones centristas al estilo de Emmanuel Macron o Albert Rivera, disfruta de las mieles del triunfo en Portugal. Así lo demuestran los resultados de las elecciones municipales al otro lado de la frontera, con evidente traslación nacional: sus votantes en todo el territorio suben del 37 al 38% y el número de alcaldías del PS pasa de 150 a 161, sobre un total en juego de 308.
¿Por qué resiste y se afianza el socialismo precisamente en Portugal? ¿Qué hace bien? ¿Qué carencias ha logrado tapar? Todo comenzó a cambiar cuando tumbaron a Passos Coelho como jefe del Gobierno a través de una moción de censura fraguada a finales de 2015 con el respaldo de la izquierda radical: el Bloco de Esquerda (coincidente en algunos aspectos con Unidos Podemos) y los comunistas.
Primer logro: los socialistas engatusaron a estos socios extremistas, pero acertaron al no integrarlos nunca en el Ejecutivo. Es decir, las negociaciones para aprobar las leyes no están presididas por el chantaje de sus compañeros de viaje. Y, claro está, tampoco han de lidiar con la extorsión política de los nacionalismos, sencillamente porque no existe esa clase de movimientos ni tampoco una organización autonómica (solo las lejanas islas de Madeira y Azores gozan de gobiernos regionales con escasas competencias).
En consecuencia, no es una coalición de izquierdas la que rige los destinos del país. Solo el Partido Socialista domina las carteras ministeriales y ha de emplearse a fondo para sacar adelante por separado cada asunto tratado en la Asamblea de la República, sea con el sustento de sus teóricos ‘amigos’ o (incluso en ocasiones) de los conservadores.