FAMILIA POLÍTICA

De pecados y virtudes

“Los viejos damos buenos consejos
porque ya no podemos dar
malos ejemplos”.

Dicho popular.

Tocó al Papa San Gregorio Magno, institucionalizar la lista de los llamados “Pecados Capitales”, que antes San Juan Casiano y otros teólogos estudiaron.
    Aunque desde la antigüedad, Axiología (Teoría de los Valores) y Ética (estudio de la conducta de los hombres en sociedad) ya ocupaban importantes espacios filosóficos, principalmente en Platón y Aristóteles, fueron el Cristianismo y su iglesia quienes puntualizaron la idea de polaridad al contraponer un vicio para cada virtud.  Así, la lujuria fue antítesis de la castidad; la gula negaba la frugalidad; la pereza se oponía a la laboriosidad; la soberbia a la humildad; la ira a la templanza; la envidia a la admiración genuina y la avaricia a la generosidad.
    Dante Alighieri ubicó a quienes cometieron alguno de los pecados que se enumeran, dentro de El Purgatorio (segunda parte de La Divina Comedia); lo cual indica que el poeta florentino, no consideraba las transgresiones a estos preceptos tan graves como para conducir al sujeto a la condenación eterna del infierno, sino como faltas veniales, susceptibles de expiación, mediante sendas penitencias.
    El adjetivo “capital” (de caput, cabeza) en este caso se aplica a los siete vicios, porque son elementos creadores de otros, lo mismo que cualquier capitalismo económico, capaz de generar nuevas riquezas a partir de los intereses.
    El Derecho, en el Estado laico, trasciende la noción de pecado.  Ésta permanece como categoría religiosa, transgresión moral o ética, siempre de carácter interno, sin alcanzar la exterioridad que la equipararía a la concepción de delito.  Aun así, su trascendencia social, política y económica es innegable.
Como profano, experto en generalizaciones especulativas, me permito opinar:

    •    La lujuria da origen a delitos de naturaleza sexual, capaces de minar las estructuras de estabilidad familiar en las naciones que se sustentan sociológicamente en esta institución.


    •    Gula y ebriedad (en el principio se conceptualizaban juntas) engendran excesos que minan la salud individual y pudren el tejido social.


    •    La pereza es un vicio que al generalizarse puede afectar el desarrollo de un pueblo.  Sólo el trabajo dignifica; es la única fuente de riqueza entre los individuos como entre las naciones.


    •    La soberbia ha envuelto al mundo en serias conflagraciones universales; Hitler, por ejemplo, desvió el concepto de súper hombre que se acuñara en la mente brillante pero atormentada de Nietzsche, para justificar la pretensión de exterminar a los judíos.  En la actualidad la inmensa egolatría de Donald Trump, alimenta sus odios enfermizos contra los migrantes, bajo el pretexto de proteger la economía de su país, así tenga que cubrirse bajo la máscara siniestra del ku klux klan.  Este espécimen, sería capaz de investir Secretario de Estado a alguno de sus perros, como Calígula lo hizo al nombrar Cónsul a su caballo.


    •    La ira es madre de la violencia.  En su nombre se cometieron y se cometen diariamente cientos de delitos (lesiones, homicidios, feminicidios, abortos y otras aberraciones).  Por ira y envidia  Caín mató a su hermano y hasta hay quienes cometen la blasfemia de hablar de “la ira de Dios”.


    •    La envidia, dicen los enterados, es una expresión torcida de la admiración.  Sin embargo, puede conducir a todo tipo de excesos; ponerse máscara de redentora de la equidad y la justicia o fundamentar ideológicamente, la lucha de clases, motor de la historia, según el marxismo.


    •    La avaricia es, a mi juicio, uno de los peores antivalores.  Alguna vez escribí que el avaro fundamenta su conducta en el temor de vivir en la miseria.  Su afán de acumular y acumular, lo lleva al ahorro desmedido, de tal modo que vive y muere como miserable, aunque tenga grandes riquezas acumuladas, para disfrute de los parientes y en ocasiones de los bancos, de los abogados o de la beneficencia pública.  La avaricia es madre de la corrupción; el dinero deja de ser medio para convertirse en fin; el acopio inmoral de capital en sus diferentes manifestaciones, puede hacer que el honrado se corrompa y el corrupto lo sea cada vez más, hasta alcanzar extremos inverosímiles de irreversible patología.


La corrupción es el peor de los delitos en nuestro tiempo, pero también el más grave e inmoral que los siete anacrónicos pecados capitales.  El hijo, ya superó a los padres.

Septiembre, 2017.

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