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PEDAZOS DE VIDA

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El temblor

 

 

A Oscar el primer temblor se le presentó cuando de su copa de cristal comenzó a escaparse, por la sacudida de la tierra, la deliciosa michelada que había decidió tomarse en pleno centro de Pachuca, allá en el estado de Hidalgo, en esa ocasión creyó que los efectos del alcohol comenzaban a manifestarse y que el mareo que había sentido podría ser el principio de la gran borrachera que le generaría una de esas crudas que hacen creer en Dios.

 

El segundo, el temblor más fuerte, lo había agarrado cuando se dirigía a su trabajo, sin embargo por la forma tan peculiar y tan riesgosa con la que conducen los choferes, sumado a la descomposición de las calles, le hicieron pensar que el mareo y las náuseas se debían al paseo en juego mecánico que resulta la ruta del transporte público. Pero no fue así, no había sido por el viaje, no había sido porque a las 13 horas no había desayunado, la tierra se había movido una vez más, y como en la anterior no lo había sentido.

 

La sospecha de tener lombrices en la panza, quedó sepultada al llegar al trabajo y ver a sus compañeros afuera del edificio hablando del temblor. Pronto los mensajes en los grupos de las redes sociales no se hicieron esperar, y surgió nuevamente la pregunta ¿Estás bien? ¿Cómo estás? ¿Cómo está la familia?, conforme avanza el tiempo, el miedo de quienes sí lo sintieron se agrava, mientras que para Oscar todo se limita a enviar mensajes a los conocidos que radican en la Ciudad de México.

 

Así comenzaron a circular las primeras imágenes en televisión, no era el documental del sismo de 1985, mismo 19 de septiembre pero 32 años después, las imágenes no son las de ayer, son las de hoy, las que acaban de acontecer, las que están sucediendo a escasas dos horas de distancia, son las imágenes que se quedarán firmes en el almanaque de la historia mexicana.

 

La madre de Oscar está angustiada, su hijo está en la capital, tiene una semana que retomó su trabajo en la capital, han pasado más de 20 minutos y no se han logrado comunicar con él, Oscar reacciona, ya le había preguntado a varios de sus amigos, pero su hermano no le había pasado por la mente que ya estuviera en la ciudad, transcurren otros 20 minutos y por fin contesta, “estoy bien carnal sólo algo mareado”.

 

La madre, libera toda la presión y el sentimiento de angustia acumulada, suelta las lágrimas que se escuchan a través del teléfono, “tranquila ma´, le dice Oscar, ya está bien, ya se comunicó”, para Oscar la angustia se ha convertido en alivio, pero el temblor de las emociones comenzaría a fluir.

 

Desde ese momento, de búsqueda con la intuición que le heredó la abuela para saber que después de una tragedia nuestro lazo de sangre sigue vivo, no se detendrían las réplicas de sentimientos que se viven en la lejanía, no en el momento ni en el lugar donde decenas de familias lloraron a sus muertos. Desde Pachuca el sentimiento se matiza cada vez que se entona el Himno Nacional, cada vez que los puños se ponen alto, cada vez que surge una imagen de un hombre o mujer rescatados, el terremoto de la emoción enchina el cuero, sacude ahí dentro, cada vez que se ve un centro de acopio, cada vez que se ve cómo la gente se resiste a perder a un compatriota entre los escombros, el temblor ya había pasado, pero el terremoto de ahí dentro, estoy casi seguro que a Oscar le durará por siempre.