Cuento de un chino

PEDAZOS DE VIDA

Yo podía ver lo que otros no podían ver. Cuando era pequeño yo podía ver todo lo raro, una vez salí de paseo, pero de pronto una tormenta de nieve me impidió continuar, así que me refugié en un lugar. Ahí fue donde pude ver a un anciano arrinconado, quién con sus manos sujetaba un títere frente a una pequeña hoguera que parecía que acababa de improvisar.

El viejo tenía el aspecto de un vagabundo, de un pobre que tenía la ropa roída por el tiempo, por la ciudad, por sus andanzas, un hombre grande de edad con la vista cansada, con el alma casi apagada. En cambio, su títere tenía finísima ropa, estaba bastante bien cuidado, limpio, como si fuera un niño de verdad, impecable.

Temí al ver al viejo, pero una vez que me vio, me dijo que me acercara, que no tuviera miedo, que me contaría su historia, que no lo dejara solo, que él se había dado cuenta de mi interés en su títere, y así lo hice, decidí acercarme al viejo quién a cada paso que yo daba continuaba hablando de lo que había hecho en su vida. De esta forma me contó cómo fue que compró este títere, me dijo que desde joven actuó con ese títere, que él había sido su dueño toda la vida, que abandonó otros trabajos para dedicarle todo el tiempo a la actuación el muñeco.

Sin casa ni esposa, incomprendido por la sociedad, llegó el día en que solo le quedó el títere en la vida. Entonces ya no pudo más con tantos nudos que se le habían hecho en la garganta y comenzó a llorar, sus lágrimas brotaron sin descanso, una tras otra, sin más que poder decir, le abracé un poco y le pedí que me actuara un poco.

Al oír eso parece que olvidó su tristeza. Dijo que en su vida solo hizo esta cosa, toda la culpa tenía el títere. Viendo que la hoguera se iba a apagar, quería echar su títere en el fuego, toda esa carga de emociones y recuerdos se había convertido en una avalancha que había pasado del amor al odio hacia el muñeco de elegante estampa.

De repente, se detuvo, vi algo que no podré olvidar nunca, el hombre no se había atrevido a aventar al muñeco al fuego, lo había dejado a un lado y se había llevado las manos a la cara para seguir llorando, pero el títere como si tuviera  vida, despacio se puso de pie y le hizo una reverencia a su dueño, y lentamente caminó llorando hacia el fuego. El viejo asombrado dijo con tristeza que el títere solo lo había satisfecho una sola vez, peor con esta satisfacción había tenido la soledad para toda la eternidad.

El anciano lloraba como un niño cuyos papás no le habían permitido salir a ver a los títeres, y yo no pude quedarme más, así que salí del lugar y una vez más, como otras veces, todo desapareció, no había nieve, solo un camino que me permitía regresar al hogar, en donde los demás no podían ver lo que yo sí podía.

Este cuento me lo contó un amigo originario de la legendaria China, Ma Yujie, Rodrigo Tonatiuh, y ahora lo comparto con ustedes, mis estimados lectores. Espero haya sido de su agrado.

Related posts