Hijos del temporal…

La suerte es nuestra guía; y no nos damos cuenta que precisamente es nuestra suerte la que necesita mucha ayuda para hacer su trabajo

La mayor parte de la gente caminamos para donde el viento nos empuja, sorteamos el temporal y procuramos sobrevivir con lo que el día nos va dando; nos quejamos, pero por lo general nuestra desdicha la acreditamos a las circunstancias; culpamos a los demás y se nos olvida hacer un análisis de nuestros actos y el consecuente cumplimiento de nuestras responsabilidades; somos hijos del temporal, y la suerte es nuestra guía; y no nos damos cuenta que precisamente es nuestra suerte la que necesita mucha ayuda para hacer su trabajo, y esa ayuda, nosotros somos los únicos que podemos proporcionársela.

Levantar la voz, para muchos es impensable; la flojera, la apatía, el miedo y la ignorancia, si hacen su chamba: nos paralizan, nos impiden ir más allá de lo que el día y nuestro escaso esfuerzo nos da; queremos sacarnos la lotería, a veces sin comprar el billete; Chava Flores nos diría: “A qué le tiras cuando sueñas mexicano”.

Quizá por ello nos hemos convertido en una población que gustamos de ser guiados; quizá por ello, algunos simples mortales -el tuerto en tierra de ciegos- son elevados a rango de mesías; se les adora, se les venera, casi al punto de dar la vida por el guía moral.

Siempre me he preguntado qué es lo que hace que una persona sea seguida por multitudes; la respuesta no tiene nada de simple, si acaso, un común denominador, el miedo de las masas; el temor a hacerse cargo de su propio destino; el miedo a vencer nuestro propio miedo; por ello las masas requieren que “alguien”, lo haga por ellos.

Pero es precisamente ese temor masificado el que le da la fuerza al líder; el que lo convierte en el mesías redentor, y Él lo sabe, huele los miedos de la masa y lo manipula, lo usa a su favor; sabe que nadie osará levantar la voz en su contra, pues la falta de organización de las masas los convierte en materia fácil de controlar; pues si acaso hubiese algún inconforme -que los hay por montones- pocos se atreverán a enfrentarse al líder, por el miedo de que nadie lo siga en contra del dictador; teme que lo “dejen morir solo”; y ante esa perspectiva, decide quedarse callado, no actuar, permitiendo que los liderazgos mesiánicos se perpetúen, o al menos por un sexenio.

Parte de los liderazgos mesiánicos es darle a sus seguidores pan y circo; tocar los puntos que el líder sabe que serán apoyados.

Los líderes pretenderán con cada uno de sus actos sacar beneficios no para sus gremios, sino para sus intereses particulares, pero llevando como inocente carne de cañón a sus fieles, a sus cándidos agremiados; y éstos, dócilmente se dejan guiar hacia una lucha que no es de ellos.

Así pasa, así seguirá pasando en tanto no nos sacudamos del marasmo en que nos tiene hundida nuestra indolencia; se dice que el valiente vive hasta que el cobarde quiere; los mexicanos no somos cobardes, cuando menos no de origen; pero nuestra nobleza, nuestro exceso de nobleza ha sido trastocada por desertores de la democracia, demagogos que han convertido nuestra nobleza en su alimento visceral.

No hay miedo más irracional que el que es producto de la ignorancia, y en este caso, ignoramos que el mejor momento para vencer el miedo es asumiéndolo, enfrentarlo; y decirle a nuestro guía que a partir de ese momento no es más el líder, sino solo un representante de las mayorías.

La vida que conocemos es sólo ésta; el más allá no sabemos de su existencia, es un improbable que también ha servido como medio de manipulación; por ello, y como esta vida es la única que conocemos, no la dejemos pasar en vano, dejar huella, trascender es parte de nuestro esquema; ya dejemos de ser hijos del temporal.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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